(Este artículo traducido apareció primero
en The Humanist, marzo-abril de 1971; se está tomando la versión del libro de Trillas).
Kenneth MacCorquodale
El conductismo es simplemente la aplicación de los
métodos de la ciencia experimental a la conducta de los organismos, una
aplicación que fue inevitable una vez que el tremendo poder de estos métodos
llegó a ser evidente en la explicación y ordenación e los enigmas de la física,
la química, la astronomía y los enigmas no conductuales. Los métodos de la
ciencia nos dan las reglas decisivas para distinguir entre el hecho y la
ficción conveniente en la naturaleza, especialmente ahí donde se trata con la
causalidad.
Esta característica recomienda los métodos de la
observación científica y el razonamiento al estudiante de la conducta, cuyo
tema de estudio por antigua herencia se abate con un conocimiento que mitiga la
curiosidad, pero que es completamente no contrastable. El impedimento de la
aplicación de la ciencia a los hechos de la conducta se tendrá que hacer por el
mandato, no por la razón. Debido a que a la voz de la
ciencia es en sí misma impecablemente racional, insistentemente razonable y
eternamente autocorrectiva, no se puede suprimir.
Por supuesto, la prohibición por mandato puede
basarse en un sentimiento comprensible, vergonzoso en principio, que es de
cierta manera una forma negativa, deshumanizante e irrespetuosa hacia el hombre
el buscarlo en el universo ordenadamente determinista de los otros objetos de
la naturaleza – o hablar de cualquier hombre en cuanto persona como un ejemplo
del hombre en general. Pero la racionalidad y los orígenes de la incomodidad del hombre son de alguna
forma enigmáticos. Sencillamente, mirar al hombre en forma especial con la
separación y la distancia de la ciencia, y reportar solamente lo que se ve, no
lo altera en ninguna forma; no detracta su esencia, no daña su unicidad, no destruye
su integridad. El científico no puede colocar la conducta del hombre en el
orden natural – solamente puede buscarla ahí. El disgusto del hombre de
encontrarse a sí mismo colocado ahí es probablemente algo a lo que simplemente
tendrá que acostumbrarse, ya que parece improbable que pueda discutir su camino
fuera de tal orden natural.
A la luz de esto, es interesante notar que el
tiempo del renacimiento de la tercera revolución en la psicología coincide
curiosamente con el crecimiento de una alternativa conductista impresionante
efectiva. Angustia y cólera hacia lo que Walden
Two ha predicado en una respetuosa (y justificable) sospecha de que los
principios que hicieron correr esta utopía, incluyendo el condicionamiento
operante, ciertamente funcionarían – y que justamente alguien podría hacerlo.
Sin embargo, quienes desconfiaran realmente saludarían con júbilo el intento –
no con miedo – anticipando con fundamento su tiro de gracia.
Cuando la ciencia descubre y enumera las variables
que controlan la conducta del hombre, éste no pierde su autonomía ni libertad,
en el peor de los casos descubre que tenía límites insospechados; no obstante,
no pierde nada de lo que una vez tuvo. Los límites son los impuestos por las
leyes de la naturaleza, no por las leyes de los científicos; ningún científico
puede crear realmente el control, solamente puede revelarlo.
A pesar de ello, el conductismo no es una doctrina
de no ayuda hacia el hombre en un mundo determinista. Muy por el contrario, una
vez que las variables que afectan a la conducta están claramente identificadas
en las leyes científicas, el hombre es libre, al final, de alterar su destino –
el curso de su historia, fíjese bien, no su esencia interior –, literalmente,
es libre de ejercer control en el manejo de las variables que afectan su
conducta para mejorar o, empeorar. El individuo no elige directamente la
conducta ni tontea con la máquina, sólo controla la entrada o dispone que
ocurran algunas entradas y evita otras; es libre de elegir racional y efectivamente,
tal como el hombre subterráneo de Dostoievski – aparentemente un realista y un
buen conductista elige sacar su lengua,
¡pero solamente a escondidas! En la segunda concepción sobria, el hombre
subterráneo está al lado de Thomas Huxley; después de todo, ninguno de ellos
favoreció el capricho fuera del derecho y la elección al azar.
Una consecuencia aparente de la aplicación de los
métodos de la ciencia a la conducta del hombre, es que tal aplicación
analíticamente desensambla la conducta y parece destruir o ignorar la totalidad
del hombre o de uno mismo al hacerlo. Sin embargo, en la práctica real, a pesar
de que el conductista ciertamente analiza, no deja al hombre en piezas. Analiza
para descubrir y conceptualizar los componentes y orígenes de la conducta como
un todo organizado. Los seres mismos (selves) – como ciencias totales, únicas,
separadas – no son, por otro lado, susceptibles del análisis científico y, por
lo tanto, requieren que los eruditos apliquen algún otro método de
investigación con otras metas.
Después de todo, el conductismo no es realmente una
conspiración desoladora para delimitar la elección del hombre y la libertad con
la restricción artificial, del mismo modo que la física no es una conspiración
contra los átomos. Cuando el pobre y
apaleado Watson dijo que quería “controlar las reacciones del hombre”, no
estaba proponiendo aplicar la psicología en su contra, sino solamente trataba
de probar la exactitud de su ciencia. Él no quería hacer limosneros y ladrones,
quería ver si tales personas se podrían hacer. La decisión de aplicar la
ciencia en pro o en contra no es científica ni es parte de la ciencia aplicada.
Esto es seguramente elemental y no necesita mayor argumento.
Las variables que afectan la conducta, si se dejan
sin control, pueden actuar maliciosa y cruelmente contra el hombre. La
verdadera personalidad autoritaria es la que dice:
“No enseñes, no toques, no
repares. Deja que el hombre elija, mal y estúpidamente, y en la ignorancia;
deja que el hombre viva en su miseria.
Es tan gloriosamente libre al hacerlo. Déjalo”.
La pregunta es. ¿Es el hombre libre de no hacerlo? El conductismo, al colocar los medios del autocontrol
fuera de la conducta, en donde son accesibles y manipulables, le da al hombre
esta elección. Esto es inhumano e irrespetuoso de la dignidad del hombre.
Lo anterior de alguna forma es conmovedor y
paradójico, pues conmina al científico conductista – por cierto, “una persona
humana” – a desistir de inmediato de su obra en nombre de una doctrina que
enfatiza la libertad, la elección y el respeto personal; – especialmente si el
conductista piensa que el producto de su propia investigación contribuye
precisamente a la libertad del hombre, la elección y autorrespeto.
Como
científico, el conductista está dentro de la tradición humanista de la
investigación, el razonamiento y la comprensión; pero extrañamente es – y aparentemente sólo en el propósito
conductista – la oveja negra de la familia.
_________________________________________________________________________________
MacCorqueodale, K. (1984). El
conductismo es un humanismo. En:
Matson, F. W. (comp.) Conductismo
y humanismo. México: Trillas. Pp. 35-37.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario