Por: Rodrigo Flores
Miembro de Liceo Contextual
En la parte anterior del artículo se presentó una breve historia de la concepción de los problemas psicológicos como enfermedades mentales, reconociendo como la explicación de estos continúa orientada a encontrar su causa en el interior de la persona. Así mismo, se presentaron algunas críticas al modelo médico de psicopatología, mostrando que este presenta un serio problema epistemológico al considerar las enfermedades mentales como entidades naturales y al mantener un sistema de diagnóstico sin validez (Pérez & Álvarez, 2014). Dadas las consecuencias negativas que estos problemas acarrean, como el reduccionismo de entender los problemas psicológicos como entes separados del espacio donde ocurren, se resaltó la importancia de presentar posturas alternativas.
Para ello, se iniciará abordando la cuestión
ontológica de la naturaleza de los problemas psicológicos para responder a la
pregunta: ¿qué clase de cosa son? Así mismo, se expondrá la necesidad de un
abordaje de estos desde una postura contextual, siendo un posible ejemplo de
esto el conductismo radical. Finalmente, se presentará una propuesta
transdiagnóstica para poder delimitar en qué situaciones se podría estar ante
un problema psicológico.
La cuestión ontológica: ¿qué clase de cosa son los problemas psicológicos?
La cuestión ontológica: ¿qué clase de cosa son los problemas psicológicos?
La respuesta a esta pregunta debe partir reconociendo
lo que ya se sabe que no son. De acuerdo a los postulados del modelo médico de
psicopatología, se puede reconocer que los problemas psicológicos son concebidos
como cualquier otra enfermedad, la cual es una condición que puede ser
delimitada objetivamente y que existe en sí misma sin importar de las
interpretaciones que se pueda hacer de esta. En el caso de la diabetes, una
persona puede interpretar sus síntomas como un castigo divino, pero se puede
reconocer que esta interpretación no altera su existencia y manifestación como
entidad natural.
No obstante, tal como se mencionó en la primera parte
del artículo, el modelo médico aplicado a las enfermedades mentales no puede
cumplir sus propios criterios básicos, lo cual brinda un importante indicador
de que el error epistemológico radica en
concebirlas como entidades naturales. Tal como lo menciona Pérez-Álvarez
(2013), las enfermedades mentales no son entidades estáticas, sino
interactivas. A diferencia de las primeras, estas últimas son
influenciables y transformables por las interpretaciones que se hagan de ellas,
reconociéndose una relación entre la manera en que son concebidas y tratadas
con el desarrollo que presentan.
Si se compara el caso de la
diabetes con la depresión, la diferencia se hace evidente al reconocer la
influencia de las interpretaciones que se hagan sobre esta en su desarrollo y
manifestación. Dada la
interacción de la persona que presenta el problema con un ambiente en el cual
existen normas y reglas de vida, la manera en que esta se relacione con su propia
experiencia se verá influenciada por estas últimas. Interpretar la tristeza como signo de una enfermedad mental
influenciará en la manifestación de lo que se conoce como depresión de una
manera muy diferente a como se daría en una persona que la interpreta como algo
que es parte normal de la vida humana. De esta forma, los problemas que
presentan las personas no serían “enfermedades” si no fuera por la forma de
entenderlos y de vivirlos. Se puede identificar como el propio diagnóstico
influencia en la condición diagnosticada, algo que no ocurría si los problemas
psicológicos fueran entidades naturales (Pérez-Álvarez, 2013).
Los problemas psicológicos deben
ser entendidos en términos de la relación de la persona con su entorno, en
otras palabras, de la persona y su vida. Todas aquellas situaciones vitales que impliquen una
dificultad (como conflictos, frustraciones y pérdida) son situaciones de las
cuales se derivan los problemas psicológicos, más no lo son en sí mismas. Dado
que se reconoce su naturaleza interactiva, estos solo pueden ser entendidos en
términos de la relación existente entre dos variables, y no como producto de
una variable aislada (ya sea esta la persona o el entorno). Así, los problemas de la vida no son en sí
mismos los causantes, sino la manera en que la persona se relaciona con ellos.
"el modelo médico aplicado a las enfermedades mentales no puede cumplir sus propios criterios básicos, lo cual brinda un importante indicador de que el error epistemológico radica en concebirlas como entidades naturales. Tal como lo menciona Pérez-Álvarez (2013), las enfermedades mentales no son entidades estáticas, sino interactivas"
En adición, Peréz-Álvarez (2014) reconoce un factor
común que está presente en diferentes entidades consideradas enfermedades
mentales: la hipereflexividad o
autopresencia incrementada. Esta hace mención a una conciencia intensificada de
aspectos de uno mismo que normalmente pasarían desapercibidos. El autor la
presenta como una condición etiopatogénica, es decir, de la cual se generan
problemas psicológicos, pero con la particularidad de no considerarse un agente
patógeno externo sino una variante de la reflexividad común que caracteriza a
los humanos como seres lingüísticos. Los problemas de la vida serían
acompañados de una reflexividad contraproducente, la cual a la larga ya no
permite a la persona aclarar la situación que está viviendo, sino que la limita
e interfiere en diferentes ámbitos de su vida. El intento de la persona por reflexionar y encontrar solución a las
dificultades que vive termina conviértanse en el verdadero problema,
transformándose un aspecto normal de la naturaleza humana en parte importante
de la aparición de los problemas psicológicos en determinados contextos.
"Interpretar la tristeza como signo de una enfermedad mental influenciará en la manifestación de lo que se conoce como depresión de una manera muy diferente a como se daría en una persona que la interpreta como algo que es parte normal de la vida humana"
El carácter interactivo de los
problemas psicológicos se hace más evidente con el éxito de tratamientos no
farmacológicos como las psicoterapias habladas, resultados que no tendrían
explicación si no fuera por la naturaleza interactiva de los problemas psicológicos. Todo caso clínico es único, por lo que la
conceptualización que este recibe durante la terapia implica ya una
transformación en la manera de entenderlo que permite el trabajo terapéutico.
De acuerdo a lo mencionado, los
problemas psicológicos deben ser entendidos según una perspectiva
histórico-cultural y no biológico-natural (Pérez-Álvarez, 2013). El reconocimiento de las
enfermedades mentales como entidades interactivas permite identificar cómo
estas son susceptibles a las interpretaciones de las personas que las presentan
y los profesionales que las estudian, las cuales se dan dentro de un marco
cultural. De esta manera, se reconoce que solo conociendo el contexto en el que
los problemas psicológicos tienen lugar es que se puede entender su significado.
Cabe resaltar que con el reconocimiento de los problemas psicológicos como entidades
interactivas no se resta valor a su importancia y relevancia para la salud de
la persona. Estos no son ni menos graves ni menos reales que las enfermedades
médicas, ya que una depresión puede repercutir de una manera mucho más
destructiva que la diabetes. El argumento central de buscar una forma más
precisa de entender los problemas psicológicos parte del reconocimiento de su
importancia en la vida de las personas. Así mismo, no se busca hacer un
descarte total de la relevancia de las variables biológicas, sino que se
reconoce el error de concebirlas como causas.
Buscando un nuevo paradigma
Dada la condición de los problemas psicológicos como
entidades interactivas, es importante que el estudio de estos parta de un
modelo epistemológico distinto al seguido por la medicina contemporánea. De
acuerdo a Hayes, Strosahl y Wilson (2012), el
filósofo Stephen C. Pepper reconoció en su trabajo cuatro “hipótesis de ver el
mundo” y las planteó como los principales modelos epistemológicos, siendo uno
de estos el Contextualismo. La unidad de análisis de este es el “acto en
contexto”, el cual hace referencia a la acción de un organismo situada en un
espacio histórico. Ambos elementos serán integrados por un sentido de
propósito: las consecuencias que busca el organismo. De esta forma, se realiza
una mirada holística, donde todo el evento es importante para poder estudiarlo
y entenderlo. Así mismo, la naturaleza
de todo el acto será definida por las consecuencias que se buscan y no por la
forma que adopta. El criterio de verdad sería netamente pragmático, determinado
por si una actividad alcanza o no cierto objetivo establecido.
Dentro de las diferentes tradiciones de investigación
en Psicología, la tradición del conductismo radical ha sido resaltada por
diferentes autores al afirmar que esta presenta una epistemología acorde al
Contextualismo (Hayes, Hayes & Reese, 1988; Wilson, 2016). Este reconoce
que el objetivo de la ciencia es predecir y controlar la conducta de los
organismos (Skinner, 1953). El término
“radical” hace referencia a “total”, es decir, que estudia todas las variables
que están presentes en un evento psicológico, incluso aquellas experiencias
subjetivas como los pensamientos. Estos también son concebidos como
variables observables, con la particularidad de que solo lo son para alguien:
la persona que los experimenta. De la misma manera, implica un sentido
pragmático, el cual orienta el objetivo del conocimiento científico a resolver
problemas prácticos de la vida. Finalmente, el término “radical” hace
referencia a “raíz”, es decir, el origen de las cosas. El conductismo radical busca las raíces del comportamiento humano en
ciertas condiciones específicas del contexto en el que ocurre, lo cual se
conoce a través del análisis funcional de la conducta (Pérez-Álvarez,
2004).
Durante los últimos años, se ha
desarrollado una nueva interpretación del conductismo radical, la cual ha dado
lugar a un nuevo movimiento denominado la Ciencia Conductual Contextual (CBS por sus siglas en inglés). Especificando su base
filosófica en el “Contextualismo Funcional”, la CBS se muestra fuertemente
comprometida con una perspectiva pragmática de la ciencia, ampliando el campo
de acción de la tradición conductista en diferentes ámbitos, siendo uno de
estos el clínico ambulatorio (Dougher & Hayes, 2000; Biglan & Hayes,
2016). El Contextualismo Funcional puede reconocerse como una variante del
Contextualismo, el cual se distingue por sus objetivos únicos: la predicción e
influencia de los eventos psicológicos con precisión, alcance y profundidad,
entendidos estos últimos como la interacción de organismos enteros con un
contexto histórico y situacional (Hayes, Strosahl & Wilson, 2012). Así
mismo, precisión hace referencia a la especificidad de las variables relevantes
implicadas, alcance a la búsqueda que un modelo teórico que explique la mayor
cantidad de fenómenos posible con el menor número de variables, y profundidad
al grado de coherencia alcanzable con otros niveles de análisis.
En contraste con el modelo
médico, el modelo contextual explica los problemas psicológicos en términos
funcionales e interactivos. La
causa de estos es buscada en la historia coevolutiva de la persona y sus
circunstancias, y no en su interior. De esta forma, se reconoce que el problema no está dentro de la persona,
sino que la persona se encuentra dentro de una situación problemática. Es
en la relación que esta mantiene con los demás y consigo misma donde ha de
explorarse para entender el problema que presenta (Pérez-Álvarez, 2014). Del
mismo modo, se reconoce que los problemas psicológicos son el producto de
procesos psicológicos normales, y no una falla o disfunción de un supuesto
diseño natural (entendido en términos estáticos y puramente biológicos). De
esta forma, se reconoce que son parte de la naturaleza humana, lo cual rompe
con la patologización y división de la vida entre sanos y enfermos (Hayes,
Strosahl & Wilson, 2012).
"el reconocimiento de los problemas psicológicos como entidades interactivas no se resta valor a su importancia y relevancia para la salud de la persona. Estos no son ni menos graves ni menos reales que las enfermedades médicas, ya que una depresión puede repercutir de una manera mucho más destructiva que la diabetes"
Hacia una definición de los
problemas psicológicos
Tras presentar el modelo contextual funcional como una
propuesta alternativa que va acorde a la naturaleza interactiva de los
problemas psicológicos, es pertinente construir una definición de estos que
vaya acorde a esta postura. Para definir los problemas psicológicos desde este
nuevo modelo de entender la psicopatología, Pérez-Álvarez (2004) utiliza las cuatro causas de Aristóteles (causa
material, formal, eficiente y final) para clarificar las asunciones filosóficas
más importantes que permiten este cambio “radical” de paradigma. Tomando
como ejemplo el caso de un ingeniero que construye una casa, la causa material
sería el cemento del cual está hecha, la formal sería el plano que sigue para
construirla, la eficiente el mismo ingeniero que construye, y la final el
objetivo por el cual la casa es construida: poder obtener refugio. Aplicando el
modelo de Aristóteles, las preguntas a responder serían: ¿de qué están hechos
los problemas psicológicos?, ¿qué forma adoptan?, ¿quiénes los hacen de esta
manera?, y ¿qué propósito tienen?
Los trastornos psicológicos estarían hechos de los
propios problemas de la vida, ante los cuales la persona intenta adaptarse. La
forma que estos adoptan es la de la categorización psicopatológica utilizada,
siendo un ejemplo de esta el manual diagnóstico DSM 5. Las personas que los
harían de esta manera serían tanto la persona que sufre como los profesionales
clínicos que “dan forma” a ese padecimiento. Finalmente, el propósito de estos
sería el intento de adaptarse a una situación vital problemática, la cual
finalmente resulta contraproducente para la persona (Pérez-Álvarez, 2004).
De acuerdo a estas asunciones filosóficas, una definición de problema psicológico
sería: “(…) un esfuerzo contraproducente por resolver una situación
problemática en las que las propias conductas, acciones y reacciones resultan
ellas mismas ser parte del problema (Pérez-Álvarez, 2014 p. 44)”. La manera
en que la persona afronta el problema en su vida se torna contraproducente,
convirtiéndose las conductas de la persona en los síntomas del ahora problema
psicológico. Así, no es el sufrimiento el que define a este último (como sentir
tristeza ante una pérdida), sino la situación de atrapamiento y estancamiento
(no saber qué más hacer para no sentir tristeza). Solo conociendo el contexto
en el que se dan estos comportamientos es que podemos llegar a entender dónde
comienza “el problema”, el cual no es otra cosa que un intento poco efectivo de
la persona por responder a las circunstancias que le toca vivir.
Es importante precisar que las
circunstancias adversas moldean el comportamiento de la persona, el cual debe
ser entendido como una forma de adaptación al ambiente. Así mismo, de la misma forma que la persona aprende
un estilo para relacionarse con su entorno social, su comportamiento también
influye en el ambiente. Una persona con un comportamiento depresivo tiende a
generar ambientes depresivos, lo cual puede observarse en el cambio del trato
de los demás hacia esta (Pérez-Álvarez, 2014). Estas características dan
mayores evidencias de la necesidad de contextualizar el problema para poder
reconocer las diferentes variables que contribuyen a su mantenimiento.
"una definición de problema psicológico sería: “(…) un esfuerzo contraproducente por resolver una situación problemática en las que las propias conductas, acciones y reacciones resultan ellas mismas ser parte del problema" (Pérez-Álvarez, 2014 p. 44)
El nacimiento de un nuevo modelo
de “Psicopatología”
La tradición
conductista-contextual de la CBS, bajo la bandera del Contextualismo Funcional,
ha logrado grandes avances teóricos y prácticos gracias al desarrollo de la Teoría de los Marcos
Relacionales (RFT por sus siglas en inglés) y de las Terapias Contextuales,
siendo una de estas la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas
en inglés). Estos avances han permitido el desarrollo de un nuevo modelo de
psicopatología basado en las asunciones filosóficas del Contextualismo
Funcional y la investigación básica sobre lenguaje y cognición humana, buscando
pasar de un enfoque centrado en las características topográficas de la conducta
a uno centrado en las características funcionales de esta (Ruíz, 2010).
Durante una primera etapa, se desarrolló el concepto de Evitación Experiencial
Destructiva como una propuesta transdiagnóstica (que abarca varios
diagnósticos), el cual hace
referencia al fenómeno que ocurre cuando
la persona no desea seguir en contacto con ciertas experiencias coloquialmente
llamadas “internas” (pensamientos, recuerdos, emociones, sensaciones
corporales) y toma acciones para alterar la forma o frecuencia de estas
experiencias o de los contextos que los ocasionan (Hayes, et al., 1996). Estas
acciones implican el escapar o evitar entrar en contacto con estas
experiencias, por lo que se constituye una clase funcional de conductas que son
reforzadas negativamente al disminuir en el corto plazo el malestar (Ruíz,
2010). Como consecuencia, la persona se priva de otras fuentes de
reforzamiento, por lo que este patrón de comportamiento solo se vuelve
problemático cuando implica una limitación en la vida de la persona (Wilson
& Luciano, 2002).
"el problema no está dentro de la persona, sino que la persona se encuentra dentro de una situación problemática"
Actualmente, el desarrollo de la investigación en RFT y
su conexión con las diferentes terapias contextuales ha permitido ampliar y perfeccionar el concepto de
Evitación Experiencial Destructiva, introduciéndose el modelo de
Flexibilidad/Inflexibilidad Psicológica. Manteniendo la definición
previamente mencionada, el modelo de Flexibilidad Psicológica añade la importancia de que la persona adquiera la
habilidad de notar sus propias emociones, pensamientos y comportamientos desde
una perspectiva trascendental de sí misma, es decir, diferenciándose a sí misma
como un punto constante del que puede observar lo que le ocurre sin sobre
involucrarse. Esto permite que la persona pueda disminuir el control de
diferentes variables sobre su comportamiento, pudiendo encontrar nuevas fuentes
de reforzamiento en sus valores personales (Törneke, Luciano, Barnes-Holmes
& Bond, 2016).
"devolver el acto a su contexto” está implicando un cambio importante en la comprensión de la naturaleza humana, dejando de lado la patologización arbitraria de la vida por la búsqueda de las raíces filosóficas que permiten su entendimiento"
A manera de conclusión, puede resaltarse que “devolver
el acto a su contexto” está implicando un cambio importante en la comprensión
de la naturaleza humana, dejando de lado
la patologización arbitraria de la vida por la búsqueda de las raíces
filosóficas que permiten su entendimiento. Así mismo, esto refuerza la
conexión entre la investigación científica básica con la aplicada, de tal forma
que se elaboren mejores intervenciones clínicas y se profundice en el
entendimiento del por qué funcionan. Las Terapias Contextuales, dejando de lado
la publicidad que han recibido durante los últimos años,
prometen aportar con un cambio epistemológico y tecnológico importante para la
práctica clínica. Las personas que buscan ayuda volverán a ser los principales
actores de su recuperación, y quienes definirán los valores que guiarán tanto
el proceso terapéutico como su vida.
Referencias:
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Contextual Behavioral Science. En Zettle, R., Hayes, S., Barnes-Holmes, D.
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Hayes, S., Hayes, L. & Reese, H. (1988). Finding
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Pérez-Álvarez, M. (2014). Las terapias de tercera generación como
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Ruíz, F. (2010). A Review of
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Törneke, N., Luciano, C.,
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Wilson, K. (2016).
Contextual Behavioral Science: Holding Terms Lightly. En Zettle, R., Hayes, S.,
Barnes-Holmes, D. & Biglan, T. (Ed.), The Wiley Handbook of Contextual
Behavioral Science (62-80) Oxford: Wiley-Blackwell.
Wilson, K. & Luciano, C. (2002). Terapia de Aceptación y Compromiso:
Un tratamiento conductual orientado a los valores. Madrid: Ediciones Pirámide.
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