Por: Darwin Gutierrez
Miembro de Liceo Contextual
Cuando uno escucha la palabra tan larga como controvertida denominada “desprofesionalización” se imagina inmediatamente una escena en donde hay un movimiento social atrincherado en contra de las universidades o colegios profesionales para detener que sigan produciendo más psicólogos y hasta quizá quemando títulos. Pues, eso es lo más probable que se nos cruza al pensar en dicho término, no necesariamente es así. Hoy trataremos de entender el término y les aseguro que no involucra tomar ninguna facultad.
Dicho término nace a partir de la reflexión académica de la disciplina psicológica necesaria para poder dar cuenta de aquellos problemas que nos han dificultado convertirnos en una actividad académica popular ante los ojos de la sociedad. Porque es innegable observar que la Psicología precisamente buena fama no tiene. Es por más conocido la desconfianza ante sus hallazgos o el aire esotérico que acompaña gran parte del conocimiento que suele adjetivar como “psicológico”. Para muestra basta ver la sección de psicología de los diarios o las páginas web.
Ante la cómoda postura de decir “la culpa la tiene la sociedad por no considerar…”, “no valoran el trabajo del psicólogo”, y demás frases acompañantes, se podría tomar una actitud crítica hacia la misma Psicología y revisar las razones de esto. Opiniones van desde la falta de investigación empírica, la falta de test validados hasta frases como: la falta de profesionales bien formados... ya en futuras oportunidades habrá momento para situarnos en cada una, pero por el momento iremos por el “Big Boss”, la pregunta: “¿y por qué la Psicología es una profesión?”.
Una profesión puede definirse fácilmente como la actividad que se desempeña para ganarse la vida. Suelen distinguirse a las profesiones de los oficios, los primeros requieren de formación especial y de ciertos conocimientos relativamente especializados (Peña, 2011). Estos conocimientos generalmente son técnicos sobre las mismas problemáticas, los cuales a su vez sistematizan el conocimiento que provienen de las ciencias para resolver las demandas sociales. Por ejemplo, la medicina se define a partir de la solución de los problemas de salud, lo cual logra con investigación e incorporación de conocimiento de la química y la biología (en su mayor parte) o en el caso de las ingenierías fácilmente adquieren un adjetivo para hacerle frente al universo de dificultades que la sociedad les exige (civil, industrial, geográfica, mecatrónica). Ya entendiendo esto, nadie en su sano juicio iría con un biólogo para que le cure alguna enfermedad por más capo que sea en su materia. Simplemente hay conocimientos que escapan de su disciplina para poder resolver problemas relacionados con la salud.
En palabras más técnicas, Ribes (2011) cataloga a las profesiones como interdisciplinas y señala: “las interdisciplinas carecen de teoría en sentido estricto, y se nutren del conocimiento de otras ciencias, tecnologías y del propio saber práctico. El criterio de conjugación de los diversos tipos de conocimiento está determinado por el campo de problemas establecido socialmente: salud, educación, y otros más” (p. 88). Entonces desde este punto de vista, las profesiones articulan conocimiento, más que generar alguno nuevo en el sentido estricto cumplen un rol de conexión con la sociedad.
Una profesión, tendría un rango de situaciones problemáticas potencialmente definibles ostensiblemente por la sociedad, es decir que ya otra profesión no deba solucionarlas. ¿Esto sucede con la psicología? Lo señalado por Ribes, de similar manera lo plantean Diaz-Gonzalez y Carpio (1992) quienes defienden que no existe responsabilidad social, que habitualmente sea atribuible a la Psicología, que no requiera de la combinación explícita de conocimiento técnico de otras profesiones y de otras ciencias distintas al conocimiento psicológico. No es casual que a la Psicología se le suela adjetivar términos que ya resumen a otras profesiones o sus campos de acción: Psicología clínica, psicología deportiva, psicología de las organizaciones. Entonces, no es descabellado formular las siguientes preguntas que devienen de los contextos donde un ser humano participa y por lo tanto pretende ser materia de estudio: ¿cómo elevar la autoestima de los niños?, ¿cómo erradicar pensamientos obsesivos?, ¿cómo lograr ambientes educativos más útiles para el aprendizaje?, ¿cómo seleccionar mejor al personal de una empresa? Dichas preguntas son completamente válidas. Sin embargo, ¿qué vinculación tienen con la Psicología?
Al respecto, Kantor (1990) al realizar un examen de la historia de la Psicología observa que dichas preguntas ya habían tratado de resolverse por las profesiones vigentes, aunque socialmente sin éxito aparente. Por ejemplo, la Biología y la Química de la época (finales de siglo XIX y principios del siglo XX) eran insuficientes para ofrecer eficazmente conocimiento a la Medicina para tratar los comportamientos anormales; por lo cual fue de crucial relevancia el conocimiento psicológico que estaba proviniendo de (paradójicamente) estudios de fisiólogos o médicos entrenados en procedimientos de investigación básica. A diferencia de otros conocimientos, que rápidamente eran absorbidos por la tecnología médica, el contexto económico-político de la época mostraba otras prioridades para las profesiones de la salud por lo que los conocedores del reciente conocimiento psicológico se vieron obligados a rápidamente aplicar “directamente” lo que sabían (de forma inadvertida adquiriendo los métodos y formas, saberes técnicos, de la profesión que asumía previamente dicha responsabilidad). Un caso anecdótico es la contratación de enfermeras y psicólogos como terapeutas de excombatientes en las guerras, por falta de profesionales en la materia. Pues la eficacia de la aplicación, descuido social y la formación de gremios prontamente hicieron lo suyo.
El conocimiento psicológico ¿por gusto?
En el párrafo anterior mencioné que el “conocimiento psicológico” salió a la luz gracias a experimentos de fisiólogos. Bastó un ejemplar específico de éste para nutrir varias ramas aplicadas.
El conocimiento psicológico es un grupo de saberes obtenidos por investigación y teorización, siguiendo una disciplina compartida por una comunidad para el análisis de una dimensión o nivel concreto de la realidad. A diferencia de las profesiones, responde a preguntas aparentemente sin ningún interés aplicativo y dependiendo de ciertos criterios (coherencia con otras ciencias, uso de métodos replicables y definición de objeto de estudio) las respuestas podrían ser consideradas científicas o no. Preguntas tales como ¿qué efecto tiene el control instruccional sobre las operantes generalizadas?, ¿qué relación existe entre la derivación de funciones aversivas y las propiedades isomórficas de los estímulos discriminativos?, ¿qué condiciones generan un mayor nivel de control cognitivo?
Así es, seguramente estimado lector estás pensando en la utilidad de responder dichas interrogantes. Pues, a diferencia del campo profesional, estas preguntas solo cobran sentido partiendo de un sistema teórico definido (eso da para otra entrada). Las preguntas de este grupo parecen alinearse en un postulado en común: conocer por conocer vale la pena y que la Psicología pertenece, al menos potencialmente, a las disciplinas científicas.
Ribes (1992) sostiene que la Psicología cuenta con un lugar privilegiado entre la Biología y la Sociología al contar con una dimensión presente en todo evento en el cual un organismo interactúe con su ambiente: “cada ciencia aísla analíticamente dimensiones y propiedades específicas de una misma y sola realidad, y la abstracción de esas dimensiones y propiedades respecto de los fenómenos y entidades concretas constituye su objeto de conocimiento” (p.87).
El gato de Schrödinger en la Psicología: dos lenguajes
Aunque a estas alturas, resulte más fácil decir que justamente la Psicología es disciplina y profesión, es una tentadora salida, empero, ser juez y parte genera muchos problemas. Al contar con al menos dos lenguajes distintos, las confusiones comienzan a aparecer rápidamente (también podríamos decir “el que reparte se lleva la mejor parte” pero ya hablaremos luego del reduccionismo psicológico).
El siguiente enunciado podría ilustrar muy bien el asunto: “La Psicología es ciencia”. Pues dependiendo la lógica de lenguaje que usemos puede ser cierto o falso. Una especie de gato de Schrodinger. Si nos encontramos en el contexto disciplinar, podríamos decir que varias teorías son científicas; mientras que en el contexto de las aplicaciones, ninguna teoría o modelos que se usen en ellas pueden ser ciencia porque no tienen como objetivo convertirse en una. Entonces nos encontramos con la sociedad con una gran interrogante e inconformidad con lo ofrecido: un gran grupo que dice hacer ciencia pero en verdad realizan intervenciones valiéndose de conocimiento de otras disciplinas (o exclusivamente del conocimiento psicológico), otro grupo que no conoce para nada el conocimiento psicológico existente por lo que recurre exclusivamente a saberes de dudosa procedencia y un grupo minúsculo de investigadores que sienten que sus preguntas son menospreciadas por los grupos anteriores o en el mejor de los casos mal entendidas.
Para solucionar el asunto de los lenguajes en Psicología han existido diversos caminos; entre los vigentes se encuentran, por mencionar algunos: la diferenciación entre ciencia básica y tecnología (Skinner, 19878), el modelo multinivel que diferencia diversos campos de investigación en psicología (Staats, 1979), la diferenciación entre 4 tipos de lenguajes en escala de grises entre el analítico y el sintético (Diaz-Gonzalez y Carpio, 1992), la definición de una ingeniería comportamental (Montgomery, 2002), la propuesta de 3 niveles de términos psicológicos de la Psicología contextual (Barnes-Holmes, Hussey, McEnteggart, Barnes-Holmes & Foody, 2016), entre otros.
A pesar de que casi todas las mencionadas nacen con un interés de devolverle a la Psicología su estatus de disciplina del conocimiento autónoma, sin lugar a dudas la propuesta de desprofesionalización de la psicología es la más arriesgada y crítica. Pues abrazando la idea radical “que no existe modo de conocimiento que no tenga, directa o indirectamente, algún tipo de repercusión en lo social y la Psicología no es la excepción” se encamina a la necesidad de planificar dicha repercusión creando modelos de comunicación que articulen el conocimiento, los cuales reciben el nombre de modelos puentes (Ibañez, 2007; Ribes, 2011). Estos no son ni formas de aplicación, ni teorías de “ciencia básica”, más bien formas sistematizadas de entendimiento de problemáticas específicas que sirven para pensarlas mejor, conectarlas con conocimiento de otras disciplinas y de esta manera servir de armazón a las técnicas y/o procedimientos. Una especie de versión más económica de mesas multi o transdisciplinarias.
"El siguiente enunciado podría ilustrar muy bien el asunto: “La Psicología es ciencia”. Pues dependiendo la lógica de lenguaje que usemos puede ser cierto o falso. Una especie de gato de Schrodinger"
Luego de estos enormes párrafos aburridos ya podemos contemplar el contexto en el que se desarrolla la propuesta en cuestión. En primera instancia, los intelectuales que la defienden señalan que la “profesión de psicólogo” es un ámbito prestado y que la responsabilidad social debería hacer que el verdadero conocimiento psicológico circulara por las profesiones competentes, al mismo tiempo que advierten un cuello de botella al tener tan poco conocimiento disciplinar, por un lado y tantas preguntas de las áreas aplicativas pendientes, por otro (incluso algunas áreas sin descubrir), combinadas con un poco o nula comunicación sistemática con otros campos. Abogan por una posición humilde, alegando que el conocimiento psicológico es minúsculo comparado con todo el conjunto generado por la humanidad. Adoptando la figura de un grano de arena en una playa. En suma, lo más conveniente para la sociedad, no para un gremio en específico, es generar modos-modelos creativos y sistemáticos de coordinación con otros saberes (prácticos y no científicos) definidos a partir de las problemáticas, sin descuidar la necesidad de incrementar el tamaño de dicho grano de arena, al cual todos los que reciben el nombre de psicólogos, nos aferramos fuertemente, incluso, sin saberlo. Parafraseando a Aristóteles: “soy amigo de la psicología, pero más amigo soy de la verdad”.
Referencias:
Barnes-Holmes, Y., Hussey, I., McEnteggart, C., Barnes-Holmes, D., & Foody, M. (2016). The relationship between Relational Frame Theory and Middle-level Terms in Acceptance and Commitment Theory. In R. D. Zettle, S. C. Hayes, D. Barnes-Holmes, & A. Biglan (Eds.), The Wiley Handbook of Contextual Behavioral Science (pp. 365–382). EEUU: John Wiley & Sons.
Díaz González, E. y Carpio, C. (1992). Criterios para la aplicación del conocimiento psicológico. En Sánchez, J., Carpio, C. y Díaz-González, E. (compiladores). Aplicaciones del conocimiento psicológico. Facultad de Psicología, ENEP-Iztacala, Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM y Sociedad Mexicana de Psicología A.C.
Ibañez, C. (2007). Problemas de aplicación del conocimiento disciplinario de la psicología interconductual. Acta comportamentalia 15 (1), 81-92.
Kantor, J. R. (1990). La evolución científica de la psicología. México: Trillas.
Montgomery, W. (2002). Ingeniería del comportamiento: Aplicaciones clínicas y educativas. Lima: Asociación Peruana de Psicología Interconductual.
Peña, T. (2011). La investigación en el contexto de la formación de psicólogos. I Encuentro Internacional de Psicología Interconductual. Realizado en la reunión de la Sociedad Peruana de Psicología Interconductual, Lima.
Ribes, E. (2011). La psicología: cuál, cómo y para qué. Revista Mexicana de Psicología 28 (1), 85-92
Skinner (1978). Algunas relaciones entre la modificación de conducta y la investigación fundamental. En Bijou S. W. y Ribes I. E. Modificación de Conducta: Problemas y Extensiones. México: Trillas.
Staats, A. A. (1979). Conductismo social. México: Manual Moderno.
Cuando uno escucha la palabra tan larga como controvertida denominada “desprofesionalización” se imagina inmediatamente una escena en donde hay un movimiento social atrincherado en contra de las universidades o colegios profesionales para detener que sigan produciendo más psicólogos y hasta quizá quemando títulos. Pues, eso es lo más probable que se nos cruza al pensar en dicho término, no necesariamente es así. Hoy trataremos de entender el término y les aseguro que no involucra tomar ninguna facultad.
Dicho término nace a partir de la reflexión académica de la disciplina psicológica necesaria para poder dar cuenta de aquellos problemas que nos han dificultado convertirnos en una actividad académica popular ante los ojos de la sociedad. Porque es innegable observar que la Psicología precisamente buena fama no tiene. Es por más conocido la desconfianza ante sus hallazgos o el aire esotérico que acompaña gran parte del conocimiento que suele adjetivar como “psicológico”. Para muestra basta ver la sección de psicología de los diarios o las páginas web.
Ante la cómoda postura de decir “la culpa la tiene la sociedad por no considerar…”, “no valoran el trabajo del psicólogo”, y demás frases acompañantes, se podría tomar una actitud crítica hacia la misma Psicología y revisar las razones de esto. Opiniones van desde la falta de investigación empírica, la falta de test validados hasta frases como: la falta de profesionales bien formados... ya en futuras oportunidades habrá momento para situarnos en cada una, pero por el momento iremos por el “Big Boss”, la pregunta: “¿y por qué la Psicología es una profesión?”.
Una profesión puede definirse fácilmente como la actividad que se desempeña para ganarse la vida. Suelen distinguirse a las profesiones de los oficios, los primeros requieren de formación especial y de ciertos conocimientos relativamente especializados (Peña, 2011). Estos conocimientos generalmente son técnicos sobre las mismas problemáticas, los cuales a su vez sistematizan el conocimiento que provienen de las ciencias para resolver las demandas sociales. Por ejemplo, la medicina se define a partir de la solución de los problemas de salud, lo cual logra con investigación e incorporación de conocimiento de la química y la biología (en su mayor parte) o en el caso de las ingenierías fácilmente adquieren un adjetivo para hacerle frente al universo de dificultades que la sociedad les exige (civil, industrial, geográfica, mecatrónica). Ya entendiendo esto, nadie en su sano juicio iría con un biólogo para que le cure alguna enfermedad por más capo que sea en su materia. Simplemente hay conocimientos que escapan de su disciplina para poder resolver problemas relacionados con la salud.
En palabras más técnicas, Ribes (2011) cataloga a las profesiones como interdisciplinas y señala: “las interdisciplinas carecen de teoría en sentido estricto, y se nutren del conocimiento de otras ciencias, tecnologías y del propio saber práctico. El criterio de conjugación de los diversos tipos de conocimiento está determinado por el campo de problemas establecido socialmente: salud, educación, y otros más” (p. 88). Entonces desde este punto de vista, las profesiones articulan conocimiento, más que generar alguno nuevo en el sentido estricto cumplen un rol de conexión con la sociedad.
Una profesión, tendría un rango de situaciones problemáticas potencialmente definibles ostensiblemente por la sociedad, es decir que ya otra profesión no deba solucionarlas. ¿Esto sucede con la psicología? Lo señalado por Ribes, de similar manera lo plantean Diaz-Gonzalez y Carpio (1992) quienes defienden que no existe responsabilidad social, que habitualmente sea atribuible a la Psicología, que no requiera de la combinación explícita de conocimiento técnico de otras profesiones y de otras ciencias distintas al conocimiento psicológico. No es casual que a la Psicología se le suela adjetivar términos que ya resumen a otras profesiones o sus campos de acción: Psicología clínica, psicología deportiva, psicología de las organizaciones. Entonces, no es descabellado formular las siguientes preguntas que devienen de los contextos donde un ser humano participa y por lo tanto pretende ser materia de estudio: ¿cómo elevar la autoestima de los niños?, ¿cómo erradicar pensamientos obsesivos?, ¿cómo lograr ambientes educativos más útiles para el aprendizaje?, ¿cómo seleccionar mejor al personal de una empresa? Dichas preguntas son completamente válidas. Sin embargo, ¿qué vinculación tienen con la Psicología?
Al respecto, Kantor (1990) al realizar un examen de la historia de la Psicología observa que dichas preguntas ya habían tratado de resolverse por las profesiones vigentes, aunque socialmente sin éxito aparente. Por ejemplo, la Biología y la Química de la época (finales de siglo XIX y principios del siglo XX) eran insuficientes para ofrecer eficazmente conocimiento a la Medicina para tratar los comportamientos anormales; por lo cual fue de crucial relevancia el conocimiento psicológico que estaba proviniendo de (paradójicamente) estudios de fisiólogos o médicos entrenados en procedimientos de investigación básica. A diferencia de otros conocimientos, que rápidamente eran absorbidos por la tecnología médica, el contexto económico-político de la época mostraba otras prioridades para las profesiones de la salud por lo que los conocedores del reciente conocimiento psicológico se vieron obligados a rápidamente aplicar “directamente” lo que sabían (de forma inadvertida adquiriendo los métodos y formas, saberes técnicos, de la profesión que asumía previamente dicha responsabilidad). Un caso anecdótico es la contratación de enfermeras y psicólogos como terapeutas de excombatientes en las guerras, por falta de profesionales en la materia. Pues la eficacia de la aplicación, descuido social y la formación de gremios prontamente hicieron lo suyo.
El conocimiento psicológico ¿por gusto?
En el párrafo anterior mencioné que el “conocimiento psicológico” salió a la luz gracias a experimentos de fisiólogos. Bastó un ejemplar específico de éste para nutrir varias ramas aplicadas.
El conocimiento psicológico es un grupo de saberes obtenidos por investigación y teorización, siguiendo una disciplina compartida por una comunidad para el análisis de una dimensión o nivel concreto de la realidad. A diferencia de las profesiones, responde a preguntas aparentemente sin ningún interés aplicativo y dependiendo de ciertos criterios (coherencia con otras ciencias, uso de métodos replicables y definición de objeto de estudio) las respuestas podrían ser consideradas científicas o no. Preguntas tales como ¿qué efecto tiene el control instruccional sobre las operantes generalizadas?, ¿qué relación existe entre la derivación de funciones aversivas y las propiedades isomórficas de los estímulos discriminativos?, ¿qué condiciones generan un mayor nivel de control cognitivo?
Así es, seguramente estimado lector estás pensando en la utilidad de responder dichas interrogantes. Pues, a diferencia del campo profesional, estas preguntas solo cobran sentido partiendo de un sistema teórico definido (eso da para otra entrada). Las preguntas de este grupo parecen alinearse en un postulado en común: conocer por conocer vale la pena y que la Psicología pertenece, al menos potencialmente, a las disciplinas científicas.
Ribes (1992) sostiene que la Psicología cuenta con un lugar privilegiado entre la Biología y la Sociología al contar con una dimensión presente en todo evento en el cual un organismo interactúe con su ambiente: “cada ciencia aísla analíticamente dimensiones y propiedades específicas de una misma y sola realidad, y la abstracción de esas dimensiones y propiedades respecto de los fenómenos y entidades concretas constituye su objeto de conocimiento” (p.87).
El gato de Schrödinger en la Psicología: dos lenguajes
Aunque a estas alturas, resulte más fácil decir que justamente la Psicología es disciplina y profesión, es una tentadora salida, empero, ser juez y parte genera muchos problemas. Al contar con al menos dos lenguajes distintos, las confusiones comienzan a aparecer rápidamente (también podríamos decir “el que reparte se lleva la mejor parte” pero ya hablaremos luego del reduccionismo psicológico).
El siguiente enunciado podría ilustrar muy bien el asunto: “La Psicología es ciencia”. Pues dependiendo la lógica de lenguaje que usemos puede ser cierto o falso. Una especie de gato de Schrodinger. Si nos encontramos en el contexto disciplinar, podríamos decir que varias teorías son científicas; mientras que en el contexto de las aplicaciones, ninguna teoría o modelos que se usen en ellas pueden ser ciencia porque no tienen como objetivo convertirse en una. Entonces nos encontramos con la sociedad con una gran interrogante e inconformidad con lo ofrecido: un gran grupo que dice hacer ciencia pero en verdad realizan intervenciones valiéndose de conocimiento de otras disciplinas (o exclusivamente del conocimiento psicológico), otro grupo que no conoce para nada el conocimiento psicológico existente por lo que recurre exclusivamente a saberes de dudosa procedencia y un grupo minúsculo de investigadores que sienten que sus preguntas son menospreciadas por los grupos anteriores o en el mejor de los casos mal entendidas.
Para solucionar el asunto de los lenguajes en Psicología han existido diversos caminos; entre los vigentes se encuentran, por mencionar algunos: la diferenciación entre ciencia básica y tecnología (Skinner, 19878), el modelo multinivel que diferencia diversos campos de investigación en psicología (Staats, 1979), la diferenciación entre 4 tipos de lenguajes en escala de grises entre el analítico y el sintético (Diaz-Gonzalez y Carpio, 1992), la definición de una ingeniería comportamental (Montgomery, 2002), la propuesta de 3 niveles de términos psicológicos de la Psicología contextual (Barnes-Holmes, Hussey, McEnteggart, Barnes-Holmes & Foody, 2016), entre otros.
A pesar de que casi todas las mencionadas nacen con un interés de devolverle a la Psicología su estatus de disciplina del conocimiento autónoma, sin lugar a dudas la propuesta de desprofesionalización de la psicología es la más arriesgada y crítica. Pues abrazando la idea radical “que no existe modo de conocimiento que no tenga, directa o indirectamente, algún tipo de repercusión en lo social y la Psicología no es la excepción” se encamina a la necesidad de planificar dicha repercusión creando modelos de comunicación que articulen el conocimiento, los cuales reciben el nombre de modelos puentes (Ibañez, 2007; Ribes, 2011). Estos no son ni formas de aplicación, ni teorías de “ciencia básica”, más bien formas sistematizadas de entendimiento de problemáticas específicas que sirven para pensarlas mejor, conectarlas con conocimiento de otras disciplinas y de esta manera servir de armazón a las técnicas y/o procedimientos. Una especie de versión más económica de mesas multi o transdisciplinarias.
"El siguiente enunciado podría ilustrar muy bien el asunto: “La Psicología es ciencia”. Pues dependiendo la lógica de lenguaje que usemos puede ser cierto o falso. Una especie de gato de Schrodinger"
Luego de estos enormes párrafos aburridos ya podemos contemplar el contexto en el que se desarrolla la propuesta en cuestión. En primera instancia, los intelectuales que la defienden señalan que la “profesión de psicólogo” es un ámbito prestado y que la responsabilidad social debería hacer que el verdadero conocimiento psicológico circulara por las profesiones competentes, al mismo tiempo que advierten un cuello de botella al tener tan poco conocimiento disciplinar, por un lado y tantas preguntas de las áreas aplicativas pendientes, por otro (incluso algunas áreas sin descubrir), combinadas con un poco o nula comunicación sistemática con otros campos. Abogan por una posición humilde, alegando que el conocimiento psicológico es minúsculo comparado con todo el conjunto generado por la humanidad. Adoptando la figura de un grano de arena en una playa. En suma, lo más conveniente para la sociedad, no para un gremio en específico, es generar modos-modelos creativos y sistemáticos de coordinación con otros saberes (prácticos y no científicos) definidos a partir de las problemáticas, sin descuidar la necesidad de incrementar el tamaño de dicho grano de arena, al cual todos los que reciben el nombre de psicólogos, nos aferramos fuertemente, incluso, sin saberlo. Parafraseando a Aristóteles: “soy amigo de la psicología, pero más amigo soy de la verdad”.
Referencias:
Barnes-Holmes, Y., Hussey, I., McEnteggart, C., Barnes-Holmes, D., & Foody, M. (2016). The relationship between Relational Frame Theory and Middle-level Terms in Acceptance and Commitment Theory. In R. D. Zettle, S. C. Hayes, D. Barnes-Holmes, & A. Biglan (Eds.), The Wiley Handbook of Contextual Behavioral Science (pp. 365–382). EEUU: John Wiley & Sons.
Díaz González, E. y Carpio, C. (1992). Criterios para la aplicación del conocimiento psicológico. En Sánchez, J., Carpio, C. y Díaz-González, E. (compiladores). Aplicaciones del conocimiento psicológico. Facultad de Psicología, ENEP-Iztacala, Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM y Sociedad Mexicana de Psicología A.C.
Ibañez, C. (2007). Problemas de aplicación del conocimiento disciplinario de la psicología interconductual. Acta comportamentalia 15 (1), 81-92.
Kantor, J. R. (1990). La evolución científica de la psicología. México: Trillas.
Montgomery, W. (2002). Ingeniería del comportamiento: Aplicaciones clínicas y educativas. Lima: Asociación Peruana de Psicología Interconductual.
Peña, T. (2011). La investigación en el contexto de la formación de psicólogos. I Encuentro Internacional de Psicología Interconductual. Realizado en la reunión de la Sociedad Peruana de Psicología Interconductual, Lima.
Ribes, E. (2011). La psicología: cuál, cómo y para qué. Revista Mexicana de Psicología 28 (1), 85-92
Skinner (1978). Algunas relaciones entre la modificación de conducta y la investigación fundamental. En Bijou S. W. y Ribes I. E. Modificación de Conducta: Problemas y Extensiones. México: Trillas.
Staats, A. A. (1979). Conductismo social. México: Manual Moderno.
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