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sábado, 10 de marzo de 2018

MEMORIA: UNA ACCIÓN OBJETIVA TRIFÁSICA

The Journal of Philosophy, Vol. 19, No. 23 (Nov. 9, 1922), pp. 624-639


J. R. KANTOR
Indiana University

Traducción; Irving Pérez Méndez
Miembro Liceo Contextual

Deplorable es que la encomiable empresa de intentar estudiar los hechos de la psicología de una manera objetiva no se ha desarrollado sin aspectos lamentables. Para mencionar solo una de las condiciones desafortunadas, ¿por qué debería ser necesario, con el fin de ser objetivo, reducir la conducta humana compleja a procesos extremadamente simples? Encontramos tal reducción en la descripción de la memoria como acciones habituales simples. En consecuencia, en el siguiente artículo intentamos realizar un análisis objetivo de la conducta memorial sin transformar tal actividad en procesos simples fácilmente descritos pero que realmente no constituyen una parte del equipamiento conductual humano.

I.               La naturaleza de las reacciones memoriales

Las reacciones memoriales constituyen aquellas respuestas demoradas o pospuestas ante los estímulos en las que (1) el estímulo de ajuste ya no está presente cuando se realiza la respuesta y consecuentemente debe ser sustituido; es decir, un objeto-estímulo o una condición sustituta debe servir para invocar la fase reactiva o responsiva demorada de la conducta memorial, o (2) el objeto de estímulo en si debe nuevamente estar disponible después de cierta ausencia. En el último caso, aunque la ausencia pueda ser una ausencia excesivamente breve, aún debemos considerar al objeto-estimulo efectivo como un sustituto del estímulo de ajuste que en este caso puede ser el mismo objeto pero en un escenario temporal diferente.
Definitivamente podemos caracterizar las reacciones memoriales refiriéndonos a ellas como reacciones suspendidas o continuas. Probablemente la última descripción va mucho más al grano. La característica fundamental de las verdaderas reacciones memoriales es que inician en algún periodo de tiempo, pasan a través de otro intervalo de tiempo que es una etapa menos activa o suspendida, y finalmente se completan en una etapa tercera y activa. O cuando esta última parte de la reacción no ocurre tenemos el hecho opuesto, a saber, olvidar. Sin embargo, el énfasis principal en todos los casos se ubica en el hecho de la continuidad temporal, aunque existe un periodo de acciones indiscernible entre las dos fases más activas. El énfasis en la continuidad de las reacciones memoriales se realiza, primero, porque existe un periodo de no-acción aparente antes de que se ejecute la fase final del acto de memoria, y en segundo lugar, porque estamos lidiando con la conducta real de una persona que cubre un periodo de tiempo. En consecuencia, las fases o actor parciales pueden ser considerados erróneamente como siendo actividades discontinuas independientes. Que un segmento de conducta memorial sea una acción continua única sin importar cuanto tiempo se requiera para su transpiración es claro cuando aceptamos que una reacción memorial inicia en el momento en que realizamos un compromiso con alguien para reunirnos con él en un tiempo definido y terminar cuando realmente nos encontremos con él en el tiempo y lugar comprometidos. Es decir, la acción memorial continúa de un periodo a otro.
Encontramos excesivamente útil si estudiamos las reacciones memoriales como las respuestas reales y concretas de las personas. Por un lado, nos permite ver cómo es posible para una persona que, a pesar de que hace otras cosas al mismo tiempo que realiza una cita, y también mientras mantiene ello tan igual como entre estos dos puntos del tiempo, la acción memorial idéntica no es menos continua a lo largo de toda la serie de periodos de tiempo. ¿No es la situación muy similar al caso de una persona que va a alguna parte, pero quien en el mismo intervalo de tiempo puede saludar a un amigo en el camino? La hipótesis de la continuidad temporal de la acción memorial se fortalece más que debilitarse por la analogía entre estos tipos de conducta, por lo demás, muy diferentes cuando la persona puede de hecho dejar de conversar con su amigo.
Mientras que naturalmente elegimos por propósitos ilustrativos tipos de conducta memorial que se prestan ventajosamente a la presentación de nuestra concepción, seguimos insistiendo en que el caso de la memoria no es diferente cuando consideramos reacciones informacionales en vez de tipos de conducta más burdos. Sin embargo, aquí debemos ser muy cuidadosos en evitar los simples hábitos lingüísticos o el aprendizaje informacional, los cuales son tipos de fenómenos bastante diferentes de la acción memorial, como señalaremos pronto.
Una reacción memorial, se deduce entonces, no puede ser estudiada y entendida a menos que consideremos la acción desde el punto de vista de todos los periodos de tiempo involucrados. De estos periodos de tiempo podemos observar la existencia distinta de tres, a saber, (1) el inicio, (2) la etapa intermedia y (3) la etapa consumatoria. A estas tres unidades de tiempo les corresponden tres fases de una acción unitaria, esto es, (1) la fase de proyección o iniciadora, (2) la fase intermedia y (3) la fase recordatoria o consumatoria. A la fase intermedia, debido a su invisibilidad relativa y a su operación sumergida, podemos prácticamente descuidarla aunque sea una fase genuina de toda la conducta memorial. En las descripciones generales de la memoria hacemos caso omiso de la fase intermedia, aunque es presupuesta tanto en la fase de proyección como en la recordatoria. Por consiguiente, el breve examen de cada una de las dos fases finales, en nuestra opinión, no solo revelará evidencia de que un segmento de conducta memorial requiere para su operación un intervalo definido de tiempo, sean minutos o meses, sino también revelará que la memoria consiste en una acción continua trifásica única.
Cada vez que iniciamos una reacción memorial, se implica invariablemente que la conducta iniciada será continuada o suspendida hasta algún tiempo posterior especificado. Se inicia el acto inmediato con el fin de que ocurra alguna acción relacionada. Realizamos compromisos con el fin de mantenerlos, memorizamos con el fin de recitar después de cierto intervalo de tiempo intermedio más largo o más corto.
Además, la fase intermedia de la acción, la cual parece superficialmente como de no acción, debe ser considerada como un modo positivo de adaptación psicológica, ya que la conducta memorial necesita este intervalo entre la iniciación de la acción y  su consumación final. Un instante de reflexión respecto a la inhibición de la reacción es un argumento convincente del carácter real positivo de la fase suspendida de la conducta memorial, y aquí la fase consumatoria de la acción está inhibida o pospuesta solo temporalmente. Después de firmar el contrato, la espera de noventa días para pagar la cantidad nominada en el bono es una gran parte de la acción memorial total involucrada.
Cuando opera la fase final o de compleción de un segmento de conducta memorial, su modo de acción está condicionado por e implica el funcionamiento de la fase intermedia. La acción final debe ocurrir únicamente después de un periodo determinado y adecuado que está condicionado por las circunstancias estimulantes de la acción entera. Las dos acciones terminales no son solamente incompletas e insignificantes a menos que estén inextricablemente intercorrelacionadas, sino que también deben estar vinculadas de la misma manera con las fases intermedias. De hecho, mientras que las tres fases aparecen como morfológicamente distintas, funcionalmente no son distintas en absoluto.
Otro punto importante para la comprensión de la conducta memorial y uno que argumenta a favor de la continuidad de tal reacción es el hecho de que las reacciones memoriales involucran conexiones muy cercanas entre respuestas específicas y estímulos particulares coordinados con ellas. Un estímulo determinado puede invocar directamente un nombre específico o un acto especificado de algún tipo no verbal. Ninguna sustitución responsiva, ningún acto nuevo no iniciado ni pospuesto previamente puede ocurrir ahora o no recordaremos o recordaremos de manera defectuosa o inefectiva. Con respecto a la directividad o conexión entre estímulos y respuestas, la conducta memorial difiere del pensamiento (otro tipo de conducta demorada) en que la acción, cuando ocurre, puede estar determinada indefinidamente por un procedimiento anterior de ensayo y error.
A los puntos importantes que acabamos de realizar concernientes a los segmentos de conducta memorial, a saber, que operan entre dos puntos de tiempo finales y definidos, y que a lo largo de este tiempo está operando una coordinación particular de estímulo y respuesta, podemos agregar ahora un tercer punto, a saber, que el tiempo a lo largo del cual opera la acción continua puede ser más o menos prolongado. Es decir, incluso cuando las reacciones memoriales son proyectadas intencionalmente, estas pueden operar finalmente solo después de cierto periodo indefinido de tiempo. Esta situación es ilustrada por la persona que está memorizando algún material para un examen aunque no está informado completamente sobre cuándo se llevará a cabo ese examen.
Queda ahora por señalar que lo que podría parecer suficientemente plausible al discutir el carácter continuo o pospuesto de las reacciones memoriales, cuando se considera tal conducta demorada como una reacción final (es decir, cuando el acto memorial es el ajuste o la adaptación en cuestión), también puede ser cierto cuando el acto memorial es precurrente a otro acto. En otras palabras, incluso cuando la acción memorial es solo preliminar a algún otro acto, el funcionamiento pospuesto o continuo es una característica integral de la situación conductual total. Este punto es realmente muy importante porque ilumina en gran medida el carácter general del comportamiento memorial. Es bueno apreciar el hecho de que las reacciones memoriales constituyen tipos definidos de conducta psicológica en el sentido de que el acto memorial puede ser un recordatorio preliminar de información sobre el cual se basa una acción posterior, o ese acto puede ser en si la adaptación completa como en la reminiscencia. En esta conexión puede ser bueno señalar que, una vez que la segunda fase activa de un segmento de conducta esté operando, surge el problema adicional de si habrá un resultado prospectivo o simplemente uno retrospectivo, es decir, uno que meramente se refiera nuevamente a o repita la etapa de proyección de la memoria.
Correspondientes al carácter precurrente y final de las reacciones memoriales son los caracteres simples y complejos de tal conducta. Claramente, las reacciones precurrentes serán por mucho las más simples de los dos tipos. De hecho, los segmentos conductuales memoriales finales complejos pueden estar repletos de todo tipo de respuestas componentes, muchas de las cuales, si funcionan solas, estarían muy alejadas de la descripción y el nombre de la conducta memorial.

II.            Conducta memorial contrastada con otros tipos

El hecho de que las reacciones memoriales sean demoradas y consecuentemente requieran de estímulos de sustitución constituye el criterio esencial para distinguir tales reacciones de, digamos, las respuestas perceptuales. Pero ¿por qué contrastar la memoria con la percepción? Respondemos, debido a que se ha sostenido tradicionalmente que como en la conducta perceptual reaccionamos a objetos totales aunque estemos en contacto directo solo con alguna fase o cualidad de ellos, por lo tanto debemos tener una reacción memorial en cada respuesta perceptual. Ahora sostenemos que, debido a la completa ausencia en la conducta perceptual de las características continuas y temporalmente distribuidas de la acción memorial, las dos son totalmente diferentes.
Asumimos que la característica fundamental de las respuestas perceptuales es el hecho de que una reacción diferencial específica es invocada por un objeto-estímulo específico o una condición específica y que cualesquiera cambios en el objeto-estimulo o en su entorno producirán o resultarán en algún cambio correspondiente en el sistema reactivo perceptual. Por supuesto, es muy cierto que la reacción realizada ahora hacia un objeto perceptual es una reacción que se erigió en muchos casos ante un objeto completo, cuya única parte ahora invoca a la respuesta original, pero esto de ningún modo involucra alguna respuesta memorial. Puesto concisamente, normalmente no recordamos que el libro que percibimos tiene tales y tales características en el lado que ahora no podemos ver, aunque este contacto con el libro puede involucrar, como en cualquier otra situación perceptual, una conducta memorial definida. Parece en seguida que esta observación es sólida cuando tomamos el caso de una naranja u otro objeto particular ante el cual reaccionamos sin haber tenido contacto con él antes. El acto en este ejemplo es un acto perceptual pero no puede ser un acto memorial porque en el primer caso estamos reaccionando ante un objeto con un sistema reactivo desarrollado para estas cualidades (tamaño, forma, color) presentes entre otras (sabor, masa, textura), etc. Mientras que en el caso de la memoria el objeto original no está presente en absoluto y es sustituido. Además, en el caso de la memoria tenemos una reacción demorada o pospuesta. Ya que la memoria depende de un estímulo sustituto, la reacción nunca es exactamente como una anterior y se desvanece gradualmente. Además, debido al hecho de que se puede reaccionar simultáneamente ante una cantidad de objetos ausentes diferentes, nuestras respuestas memoriales pueden ser extremadamente poco confiables. Cuando ocurren reacciones perceptuales defectuosas (ilusiones), ellas se deben a condiciones completamente diferentes, aunque algunas reacciones perceptuales imperfectas (alucinaciones) pueden ser explicadas sobre la misma base.
Por lo tanto, se implican dos tipos de hechos en nuestra conceptualización de la conducta memorial. En primer lugar, no tenemos espacio en nuestra descripción para el restablecimiento mágico de los estados mentales en la mente recordante mediante una asociación misteriosa de ideas, un proceso que se hace generalmente más misterioso todavía por medio de diversas formas de neurología imaginaria. Y en segundo lugar, abjuramos de la noción de que la conducta memorial consiste en el mero hecho de haber adquirido previamente un sistema reactivo, que funcione luego siempre que se presente el estímulo de ajuste. El último hecho es simplemente una propiedad o condición general de los organismos psicológicos y es la base para todas las respuestas psicológicas y no simplemente de la conducta memorial. Este proceso de reacción que acabamos de describir es un hecho mucho más simple que aquel involucrado en la memoria y no puede ser posible que se confunda con la demora o la posposición de un sistema reactivo. Permítasenos observar entonces que la conducta memorial no puede ser identificada ni con respuestas habituales ni con el aprendizaje. Pues las primeras son segmentos de conducta que constituyen respuestas y estímulos estrechamente integrados; de modo que la aparición de los estímulos evoca inmediatamente las respuestas correlacionadas. De hecho, los hábitos como son caracterizados desde el punto de vista de la prontitud  y la inmediatez de la respuesta total son casi opuestos en tipo a la conducta memorial.
Ahora, en lo que respecta al aprendizaje, además de ser simplemente una coordinación de respuestas y estímulos, se presume que tal reacción es una adquisición más o menos permanente y la condición más usual es que debería ser así. Mientras que la memoria es en un sentido único un asunto temporal diseñado para operar únicamente por un periodo especifico de tiempo. De hecho, el aprendizaje incompetente más bien inusual y universalmente aclamado conocido como estudio atiborrado[1] responde mucho más a la descripción de la memoria que a cualquier otro tipo. Además, mientras que el aprendizaje involucra una única coordinación entre estímulos y respuestas, la conducta memorial comprende una combinación especial del ajuste y los estímulos sustitutos con las respuestas determinadas. Nuevamente, se presumen que la coordinación de las respuestas y los estímulos del aprendizaje opera periódicamente mientras que las reacciones memoriales funcionan continuamente. Podemos decir adicionalmente que las reacciones de aprendizaje involucran mucha conducta memorial y siempre comprenden algunas reacciones memoriales, pero no son idénticas a las reacciones memoriales, pues la conducta de aprendizaje incluye muchos otros tipos de reacción, por ejemplo, pensar, razonar, percibir, imaginar, voluntad, etc.
Incidentalmente, podemos introducir aquí una advertencia contra la suposición de que las respuestas memoriales representan procesos orgánicos elementales, referidos muy a menudo hoy en día como procesos mnémicos. Además de conectar la memoria con una abstracción que carece mucho de contenido, esta suposición nos conduce a pasar por alto las condiciones tremendamente complejas que encuentran un lugar en cada situación memorial. Casi cualquier respuesta memorial tomada al azar nos indicará una gran serie de condiciones humanas, necesidades adaptativas y estímulos ambientales, todas las cuales en sus combinaciones e interacciones desempeñan un papel en los fenómenos proyectivos y recordatorios de la memoria.

III.         Memoria proyectiva y recordatoria

A lo largo de toda la serie de miles de reacciones memoriales podemos rastrear una diferencia funcional que puede aprovecharse como una marca distintiva para dividir las reacciones memoriales en dos tipos amplios que llamaremos (1) memoria proyectiva y (2) memoria recordatoria, respectivamente. El primer tipo se caracteriza por el hecho de que su operación depende principalmente del lado responsivo de la coordinación estímulo-respuesta; es decir, la iniciación del acto depende en gran medida de las necesidades y deseos y otras actividades de la persona. El segundo tipo, por otra parte, depende de manera un poco más definida de las condiciones estimulantes. Debido a la intensidad o lo impactante de un evento en el que la persona participa, la actividad memorial se inicia y opera continuamente. Las formas extremas de este tipo de memoria son aquellos casos en los que, debido a una experiencia temible, cualquier situación que se parezca ligeramente trae a la mente, algunas veces de manera impactante, el evento original. Obviamente, esta distinción debe ser relativa, pero en la práctica es suficientemente observable para proporcionar un criterio.
Puede introducirse otra distinción e incluso más relativa entre la memoria proyectiva y la recordatoria. Podemos separarlas sobre la base de una operación, aparentemente más prominente, de la fase iniciadora y consumatoria de la conducta total. En el primer caso (proyectiva), la acción parece involucrar principalmente la iniciación o proyección de una conducta memorial, mientras que en el otro caso (recordatoria), el factor importante parece ser la fase recordatoria o lo que popularmente se llama el recordar o rememorar. Naturalmente en cada caso ambas fases deben estar igualmente presentes funcionalmente. Ya que estamos lidiando con una acción continua, la prominencia aparente de una u otra fase puede ser aparentemente solo una diferencia, pero por propósitos de clasificación en cualquier caso, aceptamos la distinción como una diferencia practica real en los tipos de conducta memorial. Procedemos, entonces, a discutir los dos tipos de acción memorial separadamente.
(1)     Actos memoriales proyectivos. – En esta clase podemos considerar dos tipos: (a) la respuesta memorial proyectiva intencional y (b) la no intencional. (a) Por memoria proyectiva intencional nos referimos las acciones en las cuales la persona deliberadamente pospone, suspende o proyecta una respuesta en el futuro para ser realizada luego. Como ejemplos podemos considerar las situaciones en la que la persona realiza una cita, o planea hacer algo luego, o memoriza alguna información a ser usada en una fecha futura.
(b) Por memoria proyectiva no intencional nos referimos a las situaciones en las que la persona no se involucra espontáneamente en la acción memorial; ya sea que no esté interesado o lo hace meramente por medio de la influencia de una convención grupal, aunque la persona en sí y no los estímulos juegan un papel predominante en el segmento de conducta total. Típico de tales reacciones memoriales es la conducta informativa casual que implica adquirir materiales memoriales por puro contacto con las cosas.
(2)     Actos memoriales recordatorios. – Bajo la rúbrica de conducta memorial recordatoria podemos incluir tres tipos, a saber: (a) rememoración casual o reminiscencia, (b) recordación directa y (c) recuperación memorial.
(a)     Por rememoración casual nos referimos al tipo de actividad en la que algún estimulo no importante e incluso oscuro inicia una sucesión de acciones memoriales ante cosas y eventos ausentes. El procedimiento total no está condicionado por alguna cosa necesaria o necesitada, pero una vez que el proceso se inicia, gana impulso y avanza rápidamente. Cada elemento recuperado sirve para excitar un factor adicional. En general, la acción es pasiva en el momento y no se gana ningún valor práctico especial para la persona, aunque puede ser la fuente de un sin fin de diversión o malestar depresivo. Es decir, el curso de esta actividad puede ser de tremenda importancia en la vía de estimular a la persona. Sin embargo, en lo que concierne a los objetos circundantes, ningún cambio en ellos necesita ser efectuado. Nuevamente, el procedimiento total puede ser grandemente facilitado por la condición relajada e inactiva de la persona. En este momento no podemos dejar de mencionar nuevamente que la acción representa la consumación de una conexión de estímulo y respuesta previamente organizada.
(b)     En la recordación directa la necesidad de tener alguna información, tal como un nombre o un evento, o cuando debemos recuperar un artículo perdido, nos estimula para producir la operación de la fase consumatoria de una conducta memorial. Aquí el énfasis principal se ubica en el recuerdo con el propósito de lograr algún resultado práctico, a pesar de que cuando se empezó la fase iniciadora de la acción no existía ningún énfasis en la participación de la persona en la situación. Este tipo de memoria se ejemplifica bien por el recuerdo de un testigo en un juicio, aunque en este caso particular la conducta memorial puede no resultar en alguna consecuencia directa aparente. Sin embargo, el criterio para este tipo de memoria sigue siendo un criterio recordatorio instrumental.
(c)     En contraste con el tipo de memoria recién discutido, la recuperación memorial representa la actividad en la que se hace que la fase consumaría de una reacción memorial opere principalmente con el propósito de la acción en así en vez de efectuar algún cambio en los objetos circundantes. En la recuperación memorial el objetivo es efectuar algún cambio de condición en la persona, la remoción de un peso en la conciencia propia, como en la confesión ritualista o en el psicoanálisis médico. Fue en conexión con esta capacidad de revivir experiencias que Aristóteles desarrollo su teoría de la catarsis estética.

IV.         Actos memoriales informacionales y performativos

Implícita en nuestra distinción de la conducta memorial recién discutida, así como en el resto de nuestra descripción, se encuentra otra diferenciación que debemos traer a la superficie. Es, a saber, la distinción entre los actos memoriales que constituyen cierto trabajo real a ser hecho (performativo) y la conducta memorial que adapta simplemente a la persona a algún evento o acción pasada (informacional). En el último caso, la persona simplemente puede saber algo sobre las condiciones pasadas. En algunos casos, por supuesto, la reacción memorial de información puede ser un paso preliminar hacia una acción futura que data desde el momento del período último o consumatorio del segmento conductual memorial informacional, pero en este caso asumimos que la nueva acción pertenece a un segmento de conducta diferente. La entera distinción que estamos realizando depende del carácter funcional del segmento de conducta en el que la acción memorial desempeña un papel. Así, la memorización podría considerarse como una acción memorial a medio camino entre el tipo informacional y el performativo.
En un grado considerable podemos usar la distinción que recién hemos realizado como una diferenciación entre la memoria en la que somos definitivamente concientes de la operación y el propósito del acto entero (informacional) y los casos en los que recordamos sin emplear definitivamente la actividad memorial para producir un resultado adicional necesario o deseable (performativo). Simplemente es correcto decir aquí que la memoria informacional puede considerarse como de un grado máximo de conciencia mientras que la memoria performativa puede ser tan extremadamente carente de conciencia o intención que se ajusta al término popular de inconciente.

V.           Como operan las reacciones memoriales

La operación de las respuestas memoriales consiste principalmente en la operación de las dos fases más definitivamente observables de las tres descritas en una parte anterior de este artículo, a saber, las etapas iniciadora y consumatoria. La primera fase inicia o proyecta respuestas demoradas o continuas, mientras que la segunda consiste en la consumación de las respuestas suspendidas por medio del funcionamiento de un estímulo sustituto. Este segundo proceso consiste en la excitación de las respuestas demoradas por algún objeto-estimulo o condición que opera en lugar del estímulo original o de ajuste y que invoca la respuesta al estímulo original. Podemos tomar ventaja de esta división funcional del segmento de conducta memorial y discutir a su vez cada fase.
(1)     La fase iniciadora o proyectiva. – En general, esta fase consiste en conectar tres cosas, en organizar una asociación tripartita. Esta asociación conecta cierto acto con un estímulo de ajuste y uno sustituto. En situaciones diferentes la una u la otra de estas características destaca más prominentemente. Por ejemplo, en algunos casos la asociación de la respuesta con el estímulo de ajuste es más prominente. Esto sería cierto en todos los casos en los que la respuesta memorial demorada consiste en realizar una cita (respuesta proyectiva típica). Nuevamente, en otros casos la asociación entre los estímulos de ajuste y sustitutos parece ser más prominente como ocurre cada vez que empleamos un sistema mnemotécnico; es decir, cuando recordamos los días en el mes mediante un verso. Aquí el verso constituye el estímulo sustituto, y los días del mes el, el estímulo de ajuste. Aun en otros casos la conexión entre la respuesta y el estímulo sustituto parece más prominente. Esto es verdad en el caso de una cita en la que la respuesta parece estar conectada con el día de la semana en vez de con la persona, la situación o el evento ante los cuales nos estamos preparando para ajustarnos.
Esta afirmación sumaria puede ser considerada obviamente como el tipo más escueto de esbozo de la iniciación de una reacción continua o memorial. De hecho, una descripción más completa del contenido incluiría necesariamente detalles concernientes a la naturaleza del acto futuro específico involucrado, además de la descripción de los objetos, personas y eventos exactos que sirven como los estímulos de ajuste y sustitutos.
El punto de la triple asociación es claro y se desprende de la naturaleza general de la acción memorial. Ya que la acción se proyecta y luego se completará cuando el estímulo de ajuste ya no esté presente, es esencial que haya conexiones hechas entre la que ha de ser la acción consumatoria y otros estímulos capaces de excitar la acción hacia el estímulo de ajuste. Pero con el fin de que un objeto o condición sea capaz de sustituir a otro objeto o condición, es necesario que los dos objetos se conecten el uno con el otro así como con el acto proyectado. El entero proceso de conexión mencionado aquí es simplemente el proceso ordinario de asociación psicológica.
(2)     La fase consumatoria o recordatoria. – La operación de la fase demorada de la reacción memorial consiste esencialmente en su excitación por parte de la aparición del objeto que sirve como un estímulo sustituto o por parte de la persona reactiva que, de otro modo, entra en contacto con un estímulo sustituto. En consecuencia, este contacto con el estímulo sustituto puede ser un asunto definitivamente arreglado como en el caso de emplear un libro de memorandos para este propósito, o puede consistir en un contacto muy casual.
Todo este asunto de la consumación de un acto memorial es bien ejemplificado por el hecho de que olvidar es una función directa de la deliberación o casualidad del contacto de la persona con el estímulo sustituto. Este punto también puede ser ejemplificado al observar que la posibilidad de recordar es una función del número de estímulos sustitutos conectados con el estímulo de ajuste. Cuanto más estímulos sustitutos funcionen en cualquier situación específica, es más probable que no exista olvido, es más probable, en otras palabras, que la respuesta memorial opere.
La razón por la que una respuesta memorial es más propensa a ocurrir cuando existen más estímulos sustitutos que cuando los hay menos es debido a la obvia y mayor posibilidad de contacto entre la persona y el estímulo. Es decir, el estímulo de ajuste es representado más a fondo. Este hecho de posibilitar la operación de la fase consumatoria de una reacción memorial, o digamos, en resumen, de recordar en absoluto, es denominado usualmente como retención[2]. El hecho de que se retenga cierta información depende del número de objetos y otros hechos con los que se conecta. Por esta razón generalmente se reconoce que, cuanto más sistemáticamente organizado está el conocimiento propio, es decir, a más conexiones realizadas entre estímulos sustitutos y respuestas de conocimiento, más capaz es uno en este tipo de situación y mayor es la facilidad que uno tiene en el empleo de tal información.
Podríamos resaltar aquí que este factor de retención es decididamente un asunto de conexión asociativa y así se justifica la creencia tradicional de que la conducta memorial es en gran medida un hecho de asociación. Sin embargo, es más importante observar que el proceso asociativo es en cada punto una serie de sucesos exhaustiva y completamente objetiva. La conducta memorial, repetimos, es sin duda un asunto de conexión asociativa, incluso si es verdad que en algunos casos como en el estudio atiborrado o el recuerdo de una cosa pero por un periodo breve, existe y opera solamente un número muy limitado de estímulos sustitutos retentivos.
En la operación de los segmentos de conducta memorial puede observarse que ocurre una serie de formas específicas de operación. Estas formas pueden involucrar principalmente o bien el estímulo o bien la respuesta y pueden ser descritas de la siguiente manera.

(a)          Formas del estímulo

(1)     Cierto objeto o evento opera a lo largo de todo el segmento conductual. – Aquí los estímulos de sustitución y de ajuste son ambos el mismo objeto, es decir, recuerdo reaccionar ante algún objeto porque ahora lo veo o recuerdo decirle a alguna persona algo que acordé decirle porque su presencia misma me hace recordar el hecho. Probablemente esta forma de acción memorial sería la más común en los segmentos que hemos acordado denominar reacciones recordatorias.
(2)     Otro objeto se convierte en el estímulo adecuado. – En estos segmentos un objeto diferente de aquel ante el cual la respuesta ha de realizarse inicia la fase consumatoria de la respuesta. Esta forma de memoria puede llamarse con seguridad el tipo típico y constituye sin duda una serie mayor de segmentos conductuales memoriales reales. Además, las reacciones de este tipo constituyen las reacciones más efectivas de nuestra conducta memorial. Debido a la gama de objetos que pueden servir para excitar la reacción, la conducta memorial puede llevarse a cabo durante grandes períodos de tiempo y lugar. Un ejemplo impactante del poder de tales acciones memoriales, ya que estamos discutiéndolo ahora, nos es proporcionado en la operación de la conducta extremadamente compleja en la que usamos registros impresos y otros simbólicos para incitar a que las reacciones memoriales funcionen.

(b)          Formas de la reacción

(1)         Mismos sistemas reactivos. – Muchas de nuestras reacciones memoriales operan por medio de un funcionamiento diferido del mismo sistema reactivo o patrón de respuesta. Este sistema o patrón reactivo es la acción original proyectada que se conecta con un estímulo especifico sea el mismo objeto o uno diferente. Ilustrativo de esta forma de reacción memorial es el recuerdo de un nombre, una fecha o cualquier tipo de información. La efectividad de la reacción depende enteramente de la literalidad con la que el acto proyectado original opera después de su periodo de demora real. Posiblemente este tipo de reacción no abarca a las más importantes de nuestras reacciones memoriales, ya que incluimos aquí a la serie completa de respuestas memoriales repetitivas.
(2)         Sistemas reactivos diferentes o parcialmente diferentes. – Un gran número de nuestras reacciones memoriales no involucran necesariamente la simple repetición exacta de un sistema reactivo especifico. Más bien, una libertad más o menos mayor se nos está permitida en la acción. Este hecho surge a partir de las circunstancias en las que estos tipos de conducta memorial representan una adaptación a las condiciones y objetos culturales y no a objetos físicos específicos. Estas reacciones no son adaptaciones muy definidas y directas, tal como ir a cierto lugar en un momento determinado, más bien involucran situaciones en las que una acción novedosa o constructiva lleva a cabo el propósito de la situación. La proyección y la realización posterior de una investigación científica, la ejecución de una comisión literaria y otra artística, en la medida en que impliquen la proyección y la operación posterior de una reacción memorial, todas ilustran las formas extremas de las reacciones memoriales de la presente clase. A partir de estas respuestas sustituibles más complejas podemos trazar una serie descendente que puede reducirse a reacciones sustituidas que difieren muy poco en carácter morfológico de la acción que opera en el momento en que la conducta memorial se encuentra en la etapa de proyección.

VI.         Reconocimiento y memoria

Los psicólogos siempre han reconocido que la conducta memorial esencial e íntimamente involucra reconocimiento. La relación de hecho es una cercana aunque el reconocimiento no es exclusivamente una característica de la memoria. Las reacciones perceptuales no están conectadas de manera menos estrecha con la conducta reconocedora. Sin embargo, que se haya presumido históricamente que las reacciones reconocedoras se conecten más estrechamente con la memoria se explica, creemos, por el hecho de que en la conducta memorial compleja el reconocimiento ocupa ciertamente una posición muy estrategia y prominente. A menos que vayamos dejar nuestra descripción de la memoria en una forma demasiado fragmentaria, debemos entonces indicar la operación exacta de la función de reconocimiento en la memoria.
Pero primero permítanos señalar por qué el reconocimiento parece ser un factor tan importante en dicha conducta. Tanto la pista como la solución se encuentran en el carácter continuo y prologando de las reacciones memoriales. En otras palabras, debe haber algunas marcas o signos de conexión de la segunda fase con la tercera. El punto es que la segunda fase, aunque una parte integral del segmento de conducta memorial, puede todavía estar separada en su totalidad o en parte de la primera fase de la acción. Ahora, aparte del hecho esencial o universal de que las dos fases deben ocurrir para que un acto memorial sea completado, frecuentemente es necesario que la persona que ejecuta la acción deba apreciar abiertamente la conexión entre las dos fases. Con que frecuencia es necesaria que ocurra esta apreciación manifiesta de la continuidad de la conducta memorial depende de la apertura general de la acción memorial. Es decir, cada vez que la persona es completamente conciente de la necesidad de una operación de la reacción memorial, entonces el factor de reconocimiento es esencial. Incidentalmente surgen aquí dos puntos relacionados que deben ser al menos inspeccionados brevemente. En primer lugar, no toda la conducta memorial requiere un factor de reconocimiento; solamente los tipos más elaborados de memoria lo requieren. Y en la segunda fase, la característica de reconocimiento puede ser de grados diferentes. Nos queda ahora describir brevemente el proceso de reconocimiento e indicar cómo varía en su operación.
El reconocimiento en general es una reacción significadora; es decir, la acción final ante un estímulo es precedida por una acción determinante que le brinda color y dirección al acto sucesor o final. Ya que una acción memorial implica un mínimo de dos operaciones (de proyección y consumatoria) y también dos estímulos (ajustativo y sustituto), la etapa está bien establecida para la realización de la acción de reconocimiento. Para ilustrar con el caso más simple, cuando aparece el estímulo sustituto, puede producirse una única respuesta directa ante estímulo de ajuste; aquí tenemos memoria sin reconocimiento. Pero si en este segmento de conducta alguna respuesta implícita o manifiesta precede ya sea necesaria o fortuitamente a la reacción ante el estímulo de ajuste, porque entonces asumimos que el individuo reconoce o bien la reacción o bien ante que se realiza la reacción. En otras palabras, el objeto-estimulo de sustitución se convierte en un signo de cualquier cosa que presumimos ha de ser significado (acto u objeto de ajuste). Como en cualquier otro caso de la conducta significadora, los factores o sistemas reactivos de reconocimiento son en gran medida, aunque por supuesto no exclusivamente, repuestas implícitas y reacciones verbales, y posiblemente las últimas son las más características en la conducta memorial. Muy familiar es el funcionamiento de las reacciones exclamatorias en el reconocimiento memorial, siendo “Ya veo” la reacción significadora más frecuente, aunque no menos potentes son las respuestas lingüísticas subvocales.
Además de la apreciación por parte de la persona de que el objeto-estimulo que inicia la conducta memorial y el objeto-estimulo (sustitución) que opera en la culminación del acto están relacionados el uno con el otro y con el acto, hay todavía otros factores involucrados en las formas más complejas de reconocimientos. En adición a esas características enumeradas, el individuo también puede darse cuenta de su propio lugar en la situación memorial total. Para ser explicito, la persona misma se convierte en un estímulo adicional o, de manera más frecuente, asume la función de la disposición de uno o más de los estímulos involucrados. La forma más compleja de reconocimiento es el caso en el que el individuo continúa proyectándose en cada característica de la respuesta memorial continua. Es en casos tales como estos que las propias respuestas de la persona constituyen una buena parte de la conducta memorial y condicionan directamente las características de continuidad de tal conducta.
Ahora podemos señalar que en las reacciones memoriales de reconocimiento complejo la persona puede no solamente desempeña un papel en la conducta total cuando opera la fase recordatoria, sino también desempeña tal papel en la fase iniciadora. En vez de que la persona aprecie que la respuesta de hecho ha sido continuada, ha alcanzado la culminación y que la respuesta final ha respondido al propósito, del mismo modo podría apreciar la necesidad y la ocurrencia real de un acto proyección. El reconocimiento de la naturaleza y las necesidades de proyectar una respuesta a ser consumada más tarde depende, por su puesto, de las experiencias previas con situaciones similares.

VII.      Los estímulos para las reacciones memoriales

En las descripciones de la conducta memorial las especificaciones de los estímulos y las condiciones estimulantes parecen ser de mayor significado que en otros tipos de acción, aunque los estímulos son necesariamente factores integrales en todos los actos psicológicos. En primer lugar, ya que la retención memorial consiste en la interconexión de respuestas con estímulos de ajuste y sustitutos, los estímulos son fases mucho más únicas de la situación conductual total. En segundo lugar, ya que la conducta memorial abarca dos fases que operante en diferentes momentos, las características de los estímulos de tales reacciones ocupan un lugar preponderante. Y finalmente, las reacciones memoriales son respuestas de ocasión; de modo que las combinaciones de respuestas funcionan juntas y por esa razón los estímulos se imponen sobre el estudiante que intenta analizar tal conducta. Para ejemplificar, cuando se da un examen, el hecho de que estamos siendo sometidos a un examen es en general un estímulo para la conducta memorial, mientras que las ideas o hechos específicos recordados son evocados por las preguntas particulares que podemos llamar estímulos sustitutos para los objetos y eventos sobre los que se centra el examen.
En general, entonces, encontramos a los factores estimulares extremadamente conspicuos en las descripciones de la conducta memorial. Podemos proceder ahora a señalar algunas de las formas más prominentes de estímulos memoriales y podemos, debido a la prominencia de la fase recordatoria en la conducta memorial, poner el problema de la siguiente forma. ¿Qué tipo de objetos y condiciones pueden servir como estímulos sustitutos?
Entre tales estímulos encontramos, por supuesto, objetos y eventos. Cualquier objeto o evento conectado con algún otro objeto o evento ante el cual respondemos sin que esté presente puede servir ahora para excitar una respuesta a ese objeto no presente[3]. La misma cosa es cierta del escenario de un objeto o evento. Un escenario temporal, de lugar u objetual puede servir como un estímulo sustituto para inducir una reacción ante algún objeto-estimulo de ajuste que estuvo conectado en algún tiempo anterior con ese escenario. Muy instructiva es la observación aquí de que una cosa puede servir como une simulo sustituto para sí mismo, como en el caso de algún objeto que estimula el recuerdo de alguna experiencia pasada con él.
Nuevamente, las personas constituyen una gran parte de nuestros estímulos memoriales. Eso es cierto por varias razones; primero, una gran parte de nuestra conducta en general involucra contactos con personas y en consecuencia las ultimas pueden sustituirse entre sí como estímulos memoriales. Por otra parte, dado que mucha de nuestra actividad memorial consiste en reacción informacionales, los estímulos ante esas reacciones consisten en las actividades lingüísticas de las personas. Además de las reacciones lingüísticas de otras personas, las reacciones lingüísticas propias son una fuente potente de conducta memorial. Los actos lingüísticos no agotan la lista de estímulos sustitutos, ya que nuestra observación revela muchas otras de nuestras reacciones que sirven a capacidades similares.











[1] En inglés se utiliza la palabra cramming para referirse a la situación en la que un estudiante estudia intensivamente muchas cantidades de información en un breve periodo de tiempo. No existe una palabra en español que pueda designar este fenómeno por lo que se optó por estudio atiborrado.
[2] El autor aquí desea rendir un justo tributo a toda la línea de psicólogos que han observado el funcionamiento serial (tres o cuatro miembros) de un segmento de conducta memorial, aunque no enfatizan la continuidad funcional de los miembros, ni los describen de una manera objetiva.
[3] En este punto encontramos en la operación real de los hechos psicológicos una justificación de la afirmación de Dewey de que el conocimiento involucra una continuidad de objetos y eventos. Cf. “Realism without Monism or Dualism” de Dewey, en esta revista, XIX, pp. 309-351.

martes, 6 de marzo de 2018

Notas de publicación


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Diego Torres-Marruffo