Ensayo escrito por Darwin Gutiérrez Guevara, miembro de Liceo Contextual.
“No estoy loca ni muerta, pero estoy muy enojada” señaló
Deborah Skinner Buzan en el periódico inglés The Guardian como una
respuesta a la publicación del libro “Opening Skinner’s Box: Great Psychological
Experiments of the Twentieth Century”, con el cual se volvió a propagar el
conjunto de rumores que la ha perseguido a lo largo de los años. Aunque siempre
estuvo acostumbrada a las imprecisiones sobre su vida familiar como un efecto
colateral de la fama de su padre, el reconocido psicólogo B.F. Skinner; en el
2004 se sintió agredida al encontrar la reseña del libro, hecha por la propia
autora, en un prestigioso diario. Por lo cual creyó que era necesario aclarar
el asunto de forma definitiva.
El origen de los rumores
Skinner se encontraba trabajando en la Universidad de
Minnesota cuando se convirtió en padre, por segunda vez, de una saludable hija,
Deborah. Su esposa Yvonne, conocedora del talento inventor del psicólogo le
pidió que diseñe y construya una cuna que redujera la labor doméstica y haga
más confortable la experiencia infantil de su hija. Julie S. Vargas (2004), su
hija mayor, lo recuerda:
“Cuando tenía cinco años, mi madre estaba embarazada de
nuevo. Ella le preguntó a mi padre si podía hacer una cuna mejor que la que yo
había usado. Cuando era un bebé, la había preocupado cuando mi ropa de cama
terminó sobre mi cabeza. A mi padre le encantaba construir "equipos",
así que se puso a trabajar feliz” (p. 138)
Comenzó el diseño y la construcción teniendo en cuenta las
sugerencias de su esposa, su propia experiencia con su hija mayor y los
comentarios generales de los padres que conocía. En 1945 estuvo lista la cuna
que bautizó “aircrib” o cuna de aire y contó con las siguientes características:
un clima que controle la temperatura y la humedad adecuada para que no se
requieran mantas o abrigos, solo el pañal; un colchón fácilmente cambiable
mediante una manivela que movía horizontalmente el piso haciendo que salga el
usado y entre uno limpio; una altura media que facilita a los padres dejar o
sacar al niño sin dañarse la espalda; techo y paredes aislantes del sonido y un
vidrio delantero que deje fuera las interferencias del exterior y los
microorganismos permitiendo, al mismo tiempo, al niño observar su alrededor
mejor que la cuna tradicional; entre las principales.
A partir de los buenos resultados obtenidos en su casa se
animó a escribir un artículo en una revista de crianza: Ladies Home Journal,
en el cual presenta al “aircrib” de la siguiente forma:
“Cuando decidimos tener otro hijo,
mi esposa y yo sentimos que era hora de aplicar un poco de invención y diseño
que ahorre trabajo a los problemas de la guardería. Comenzamos repasando el
desalentador calendario de la joven madre, paso a paso. Solo hicimos una
pregunta: ¿Es esta práctica importante para la salud física y psicológica del
bebé? Cuando no fue así, lo marcamos para su eliminación. Entonces comenzó el
"gadgeteering". El resultado fue un aparato de bajo costo en el que
nuestra pequeña hija ha estado viviendo durante once meses. Su extraordinaria
buena salud y felicidad y el placer de mi esposa han superado nuestras
predicciones más optimistas, y estamos convencidos de que hay un nuevo trato
para la madre y el bebé” (Skinner, 1945).
Originalmente el título del artículo era “Baby Care Can be
Modernized” (El cuidado de los bebés se puede modernizar). Los editores
decidieron modificarlo a “Baby in a Box” (Bebé en una caja), lo cual, junto a
la elección de la foto (una en donde Deborah aparecía con sus manos sobre el
vidrio como queriendo escapar), sirvió para generar una actitud negativa hacia
la cuna y eventualmente vincular las cámaras de condicionamiento operante de
ratas con el condicionamiento de niños. Había nacido el primer rumor: “Skinner
condicionó a su hija”. Julie Skinner Vargas (2004) recuerda:
“El resultado fue el ‘baby tender’, una cuna cerrada que se
calentó lo suficiente como para no necesitar sábanas ni mantas. Complacido con
su nuevo invento, mi padre escribió un artículo para el Ladies Home Journal.
El editor cambió su título a "Baby in a Box", comenzando así la
confusión entre la cámara experimental que todos, excepto mi padre, llamaron la
"Skinner box", y el ‘baby tender’. De hecho, la nueva cuna fue
utilizada como otras cunas, para dormir. Mi hermana tenía un parque infantil
como otros bebés de la década de 1940” (p.138).
Una prueba o un experimento
Los defensores del hombre de
ciencia enfatizaron abiertamente que siempre se trató de la prueba de un
artefacto y no de un experimento sobre la conducta humana. En palabras de
Skinner (1945, p.1): “En ese valiente nuevo mundo que la ciencia está
preparando para la ama de casa del futuro, la joven madre aparentemente ha sido
olvidada. Casi nada se ha hecho para aliviar su problema al simplificar y
mejorar el cuidado de los bebés”.
Si bien en términos estrictos nunca hubo un control sobre la
conducta a partir de consecuencias ambientales (el estudio de la conducta
operante, campo en el cual se especializaba), la forma de describir su
experiencia con el artefacto y los efectos positivos colaterales en la conducta
hicieron más ambiguas sus intenciones:
“La libertad de vestimenta también
fomenta una mayor variedad y comportamiento. Por ejemplo, nuestro bebé absolvió
una habilidad divertida, casi parecida a la del uso de sus pies. Hemos ideado
una serie de juguetes, que en ocasiones se suspenden del techo del
compartimiento. Ella a menudo juega con estos con sus pies solos y con sus
manos y pies en estrecha cooperación” (Skinner, 1945, p.2).
Tampoco ayudaron a despejar las dudas el uso de términos propios
de un ámbito de investigación como “experimentación” o “aparato”, o su interés
en “replicar los resultados”:
“Por supuesto, no podemos garantizar que todos los bebés
criados de esta manera prosperarán con tanto éxito. Pero hay una conexión
plausible entre la salud y la felicidad y el entorno que hemos proporcionado, y
estoy bastante seguro de que nuestro éxito no es un accidente. El experimento debe, por
supuesto, repetirse una y otra vez con diferentes bebés y diferentes padres.
Sin embargo, un caso es suficiente para refutar la afirmación plana de que no
se puede hacer” (Skinner, 1945, p.4).
Aunque se pueden entender de un hombre de ciencia poco hábil
en materia de relaciones públicas, su redacción hace posible sacar a relucir
que el objetivo no era solo el perfeccionamiento de un artefacto sino la mejora
en las habilidades infantiles a partir de la cuna como parte de la crianza.
Esto se puede observar en los lugares comunes de la respuesta del propio
psicólogo en una conferencia (Aparicio, 2018) y el empleado por sus defensores,
que hacen énfasis, además de la “normalidad” de Deborah y la tranquilidad que
trajo a la familia Skinner, en las habilidades intelectuales que desarrolló de
adulta.
Dejando de lado la famosa publicación, según un reporte del Psychology
Today, el “aircrib” tuvo apreciaciones como: “¡La era de la máquina viene a
la guardería!” y "una idea tremendamente interesante". La novedosa
cuna llegó a comercializarse y alrededor de 300 niños la usaron, sobre todo
personas vinculadas al mundo académico. Los autores del reporte lograron ubicar
a 50 niños que usaron la cuna, los cuales señalaron resultados positivos
(Epstein, 1995).
Es relevante señalar que ambos objetivos, el vinculado al
probar la cuna en sí misma y el relacionado a la cuna como una tecnología de
crianza, cuentan con intenciones loables y nunca pusieron en riesgo la
integridad del niño. Sin embargo, resaltar los beneficios positivos de la cuna
en las futuras habilidades adultas tiene como efecto colateral abrir la puerta
a supuestos efectos negativos sobre las mismas, caras de la misma moneda que
comparten un fatalismo “freudiano” en donde las vivencias infantiles otorgan el
éxito o fracaso al individuo. Es importante tener en cuenta el papel
fundamental de las vivencias de los primeros años, solo que el fatalismo al
caricaturizar dicha relación cierra la puerta a la investigación científica
seria, incluso dentro del conductismo operante, que busca el papel facilitador
de las experiencias de cada etapa de la vida, con relaciones más complejas que
un sí o no y que ameritan tiempo y dedicación. De esta manera, tanto críticos
como defensores han colaborado inadvertidamente en fabricar una “cuna” para los
rumores que siguen presentes hasta nuestros días.
El rumor libre y la respuesta definitiva
Una vez abierta la posibilidad de efectos negativos de la
cuna, como tecnología de crianza, poco a poco se agregaron diversas tramas que
supuestamente describían dichas afectaciones. Entre las más conocidas se
encuentran una psicosis, una denuncia en contra de su padre y un suicidio; en
algunos casos cada uno de forma individual y en otros mezclados, con agregados
según amerite la situación. Deborah señala que los rumores estuvieron rondando
desde hace mucho tiempo:
“Mi padre regresaba a casa de las conferencias para
informarle que tres personas le habían preguntado cómo estaba yendo su pobre
hija. Recuerdo a amigos de mi familia que regresaban de Europa para contarles
que alguien que habían conocido allí les había dicho que yo había muerto el año
anterior. El rumor, luego supe, estuvo presente en las clases de psicología en
todo Estados Unidos. Una tímida compañera de escuela me dijo, años después, que
ella había sorprendido a su profesor de psicología de la universidad contando
el rumor sobre mí…” (Skinner-Buzzan, 2004)
En el nuevo milenio llegó un libro que no solo propagaba los
rumores, sino que le daban un supuesto aire de rigurosidad al provenir de una
autora de prestigio (Lauren Slater), con diversos premios, y un estilo de
redacción en forma de cuentos.
Aunque en el libro se aclara que se trataron de
rumores, la reseña en el diario The Observer daba pie a la ambigüedad.
Deborah escribió una contundente aclaración en The Guardian:
“El libro sensacionalista de Slater repite algunas de las
cosas antiguas, pero ofrece algunos rumores que son completamente nuevos para
mí. Según mis primeros dos años, informa, mi padre me mantuvo en una pequeña
jaula cuadrada que estaba equipada con campanas y bandejas de comida, y
organizó experimentos que entregaron recompensas y castigos. Luego está la
historia de que después de que mi padre me "soltó", me volví
psicótica. Bueno, no lo hice. Que lo demandé en un tribunal de justicia también
es falso. Y, al contrario de lo que se dice, no me disparé en una bolera en
Billings, Montana. Nunca he estado en Billings, Montana (…) ¿Por qué las
reseñas no deberían dar los rumores como hechos, ya que eso es lo que el libro
hizo en sí mismo? La simple realidad es que Lauren Slater nunca se molestó en
comprobar la verdad de ellos (aunque afirma haber intentado rastrearme). En
cambio, ella optó por perjudicar a mi familia ya mí y, al mismo tiempo,
degradar la historia intelectual de la psicología.” (Skinner-Buzzan, 2004).
Pese a lo anterior el libro fue nominado para un premio Kirsch
del Los Angeles Times por escritura de ciencia y tecnología, y fue
nombrado como el libro Bild Der Wissenschaft del año 2005 en Alemania.
¿Skinner amaba a sus hijos?
Uno de los puntos más interesantes para Alexandra Rutherford,
autora del libro Beyond The Box, de la polémica cuna tiene que ver en cómo
“las ideas de Skinner dejaron el laboratorio para convertirse en parte de la
vida cotidiana del público de posguerra”, y “cómo las teorías de comportamiento
enfrentaron problemas de la vida real” (Rutherford, 2009). Debido al estatus de
celebridad de Skinner, que le había otorgado con recelo la sociedad, todo
debate aparentemente académico terminó enredándose en la vida personal del
científico. La sociedad buscaba alguna excusa para mantener su estilo de vida,
amenazada por los descubrimientos de un científico. El “american way”
estaba en peligro.
De esta forma toda discusión implícitamente desvío su
atención hacia el amor que Skinner sentía hacia sus hijos. Ante la pregunta: ¿un
científico que cotidianamente investiga sobre el control de la conducta
(control en su sentido negativo, propio de los gobiernos totalitarios) puede
evitar ejercerlo sobre sus seres queridos?, si la respuesta era “no” la
complementación con los rumores anteriormente mencionados era inevitable.
Los defensores nuevamente tuvieron que acceder a las reglas
de juego, es decir, evidenciar el amor de Skinner y sus buenas intenciones.
Deborah señaló:
“Mi infancia temprana, es cierto, fue ciertamente inusual,
pero estaba lejos de no ser amado. Yo era un bebé muy mimado. Llámelo como
quiera, "aircrib", "baby box", "heredero" (no es
el término de mi padre) fue una maravillosa alternativa a la cuna con forma de
jaula. Las intenciones de mi padre eran simples y se basaban en eliminar lo que
él y mi madre consideraban los peores aspectos de los arreglos para dormir
típicos de un bebé: ropa, sábanas y mantas. Estos no solo tienen que lavarse,
sino que restringen el movimiento de brazos y piernas y son un método muy
imperfecto para mantener a un bebé cómodo. Mi madre estaba feliz. Tenía que
darme menos baños y, por supuesto, tenía que lavar menos ropa y mantas, por lo
que le daba más tiempo para disfrutar a su bebé” (Skinner-Buzzan, 2004).
De igual forma su hija mayor, también en el 2004, destino un
artículo completo para relatar sus experiencias durante su infancia. En algunas
secciones abogando por el carácter noble de su padre:
“Mi padre amaba a los niños, especialmente a los suyos.
Pasaba mucho tiempo con mi hermana y conmigo mientras crecíamos. Tal vez debido
a sus propias frustraciones al aprender a usar herramientas cuando era niño,
nos enseñó a mi hermana ya mí a usar herramientas manuales. Nos enseñaron cómo
taladrar un agujero antes de colocar un tornillo. Deborah y yo teníamos
nuestras propias herramientas manuales cuando éramos niños pequeños, y mi padre
incluso me construyó una mesa de trabajo separada en nuestra casa de verano
cuando tenía alrededor de 13 años. Tenía un tornillo de banco y un juego de
herramientas Craftsman ordenadas por correo a Sears (…) A menudo mi padre me
llevaba a mí o a Deborah a dar un paseo por allí. En la otra dirección, un
camino de cuatro kilómetros a través de bosques y prados rodeaba el embalse de
Cambridge. Las caminatas alrededor del embalse tomaron más tiempo. Mi padre usó
las caminatas más largas para explicar el material en el que estaba trabajando
para un libro o artículo. Años después, cuando leí las publicaciones de mi
padre, reconocí las discusiones, como las del "homúnculo" o el
"operacionismo" de las conversaciones durante esos paseos” (Vargas,
2004, p. 138)
¿Es necesario que el psicólogo científico sea, además de
competente en sus labores investigativas, una ‘buena persona’? Todos estamos
seguros de que en el mundo nunca sobrarán ‘buenas personas’ (lo que sea que se
entienda) pero qué hubiese pasado si, a diferencia de Skinner, esto no hubiera
sido así. ¿Toda una empresa investigativa en psicología tendría que haberse
cerrado o, en el mejor de los casos, pospuesto? ¿cuánto esfuerzo de los
estudiantes para seleccionar qué o no leer en el campo de la investigación
depende del historial de “buena intención” de los autores o, simplemente su
popularidad, (como el que quizá a movilizado a algunos a leer este escrito) en
vez de una búsqueda genuina por la rigurosidad, lógica o sistematicidad del
contenido? ¿Qué hubiera pasado si solo uno de los niños que usó la cuna sí
hubiese desarrollado una psicosis o algún otro problema de salud mental? Mientras
tanto el “aircrib” de Skinner, cuna de aire o “Baby Box”, sigue en la galería
del Centro de Historia de la Psicología en Akron (Ohio) para recordarnos la
fragilidad de los programas de investigación (Joyce & Faye, 2010).
Referencias
Aparicio, D. (2018). La cuna de Skinner, el invento que lo
persiguió por el resto de su vida. Recuperado de https://www.psyciencia.com/la-cuna-de-skinner-el-invento-que-lo-persiguio-por-el-resto-de-su-vida/
Epstein, R.
(1995, November 1). Babies in boxes. Psychology Today. Recuperado de http://psychologytoday.com/articles/pto-19951101-000010.html
Joyce, N.,
& Faye, C. (2010). Skinner Air Crib. Recuperado de https://www.psychologicalscience.org/observer/skinner-air-crib
Laura Slater (s.f.). En Wikipedia. Recuperado el 20
de junio de https://en.wikipedia.org/wiki/Lauren_Slater#cite_note-LATimes1-2
Rutherford,
A. (2009). Interview with author of Beyond the Box. Avances en la
historia de la psicología. Recuperado de https://ahp.apps01.yorku.ca/2009/05/interview-with-author-of-beyond-the-box/
Skinner, B. F. (1945). Baby in a box: The mechanical baby-tender. The
Ladies Home Journal, 62, 30-31, 135-136, 138. En: https://www.aubreydaniels.com/sites/default/files/institute/skinner_baby_in_a_box-Ladies-Home-Journal.pdf
Skinner-Buzan,
D. (2004, March 12). I was not a lab rat. Guardian. Recuperado de http://www.guardian.co.uk/education/2004/mar/12/highereducation.uk
Vargas, J.
S. (2004). A Daughter’s Retrospective of B. F. Skinner. The Spanish Journal of
Psychology 7, (2). 135-140. En: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15581234
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