Contenidos

jueves, 15 de agosto de 2019

El aircrib de Skinner: Una cuna para los rumores


Ensayo escrito por Darwin Gutiérrez Guevara, miembro de Liceo Contextual.

“No estoy loca ni muerta, pero estoy muy enojada” señaló Deborah Skinner Buzan en el periódico inglés The Guardian como una respuesta a la publicación del libro “Opening Skinner’s Box: Great Psychological Experiments of the Twentieth Century”, con el cual se volvió a propagar el conjunto de rumores que la ha perseguido a lo largo de los años. Aunque siempre estuvo acostumbrada a las imprecisiones sobre su vida familiar como un efecto colateral de la fama de su padre, el reconocido psicólogo B.F. Skinner; en el 2004 se sintió agredida al encontrar la reseña del libro, hecha por la propia autora, en un prestigioso diario. Por lo cual creyó que era necesario aclarar el asunto de forma definitiva.

El origen de los rumores
Skinner se encontraba trabajando en la Universidad de Minnesota cuando se convirtió en padre, por segunda vez, de una saludable hija, Deborah. Su esposa Yvonne, conocedora del talento inventor del psicólogo le pidió que diseñe y construya una cuna que redujera la labor doméstica y haga más confortable la experiencia infantil de su hija. Julie S. Vargas (2004), su hija mayor, lo recuerda:
“Cuando tenía cinco años, mi madre estaba embarazada de nuevo. Ella le preguntó a mi padre si podía hacer una cuna mejor que la que yo había usado. Cuando era un bebé, la había preocupado cuando mi ropa de cama terminó sobre mi cabeza. A mi padre le encantaba construir "equipos", así que se puso a trabajar feliz” (p. 138)

Comenzó el diseño y la construcción teniendo en cuenta las sugerencias de su esposa, su propia experiencia con su hija mayor y los comentarios generales de los padres que conocía. En 1945 estuvo lista la cuna que bautizó “aircrib” o cuna de aire y contó con las siguientes características: un clima que controle la temperatura y la humedad adecuada para que no se requieran mantas o abrigos, solo el pañal; un colchón fácilmente cambiable mediante una manivela que movía horizontalmente el piso haciendo que salga el usado y entre uno limpio; una altura media que facilita a los padres dejar o sacar al niño sin dañarse la espalda; techo y paredes aislantes del sonido y un vidrio delantero que deje fuera las interferencias del exterior y los microorganismos permitiendo, al mismo tiempo, al niño observar su alrededor mejor que la cuna tradicional; entre las principales.

A partir de los buenos resultados obtenidos en su casa se animó a escribir un artículo en una revista de crianza: Ladies Home Journal, en el cual presenta al “aircrib” de la siguiente forma:
“Cuando decidimos tener otro hijo, mi esposa y yo sentimos que era hora de aplicar un poco de invención y diseño que ahorre trabajo a los problemas de la guardería. Comenzamos repasando el desalentador calendario de la joven madre, paso a paso. Solo hicimos una pregunta: ¿Es esta práctica importante para la salud física y psicológica del bebé? Cuando no fue así, lo marcamos para su eliminación. Entonces comenzó el "gadgeteering". El resultado fue un aparato de bajo costo en el que nuestra pequeña hija ha estado viviendo durante once meses. Su extraordinaria buena salud y felicidad y el placer de mi esposa han superado nuestras predicciones más optimistas, y estamos convencidos de que hay un nuevo trato para la madre y el bebé” (Skinner, 1945).

Originalmente el título del artículo era “Baby Care Can be Modernized” (El cuidado de los bebés se puede modernizar). Los editores decidieron modificarlo a “Baby in a Box” (Bebé en una caja), lo cual, junto a la elección de la foto (una en donde Deborah aparecía con sus manos sobre el vidrio como queriendo escapar), sirvió para generar una actitud negativa hacia la cuna y eventualmente vincular las cámaras de condicionamiento operante de ratas con el condicionamiento de niños. Había nacido el primer rumor: “Skinner condicionó a su hija”. Julie Skinner Vargas (2004) recuerda:
“El resultado fue el ‘baby tender’, una cuna cerrada que se calentó lo suficiente como para no necesitar sábanas ni mantas. Complacido con su nuevo invento, mi padre escribió un artículo para el Ladies Home Journal. El editor cambió su título a "Baby in a Box", comenzando así la confusión entre la cámara experimental que todos, excepto mi padre, llamaron la "Skinner box", y el ‘baby tender’. De hecho, la nueva cuna fue utilizada como otras cunas, para dormir. Mi hermana tenía un parque infantil como otros bebés de la década de 1940” (p.138).

Una prueba o un experimento
Los defensores del hombre de ciencia enfatizaron abiertamente que siempre se trató de la prueba de un artefacto y no de un experimento sobre la conducta humana. En palabras de Skinner (1945, p.1): “En ese valiente nuevo mundo que la ciencia está preparando para la ama de casa del futuro, la joven madre aparentemente ha sido olvidada. Casi nada se ha hecho para aliviar su problema al simplificar y mejorar el cuidado de los bebés”.
Si bien en términos estrictos nunca hubo un control sobre la conducta a partir de consecuencias ambientales (el estudio de la conducta operante, campo en el cual se especializaba), la forma de describir su experiencia con el artefacto y los efectos positivos colaterales en la conducta hicieron más ambiguas sus intenciones:
“La libertad de vestimenta también fomenta una mayor variedad y comportamiento. Por ejemplo, nuestro bebé absolvió una habilidad divertida, casi parecida a la del uso de sus pies. Hemos ideado una serie de juguetes, que en ocasiones se suspenden del techo del compartimiento. Ella a menudo juega con estos con sus pies solos y con sus manos y pies en estrecha cooperación” (Skinner, 1945, p.2).
Tampoco ayudaron a despejar las dudas el uso de términos propios de un ámbito de investigación como “experimentación” o “aparato”, o su interés en “replicar los resultados”:
“Por supuesto, no podemos garantizar que todos los bebés criados de esta manera prosperarán con tanto éxito. Pero hay una conexión plausible entre la salud y la felicidad y el entorno que hemos proporcionado, y estoy bastante seguro de que nuestro éxito no es un accidente. El experimento debe, por supuesto, repetirse una y otra vez con diferentes bebés y diferentes padres. Sin embargo, un caso es suficiente para refutar la afirmación plana de que no se puede hacer” (Skinner, 1945, p.4).

Aunque se pueden entender de un hombre de ciencia poco hábil en materia de relaciones públicas, su redacción hace posible sacar a relucir que el objetivo no era solo el perfeccionamiento de un artefacto sino la mejora en las habilidades infantiles a partir de la cuna como parte de la crianza. Esto se puede observar en los lugares comunes de la respuesta del propio psicólogo en una conferencia (Aparicio, 2018) y el empleado por sus defensores, que hacen énfasis, además de la “normalidad” de Deborah y la tranquilidad que trajo a la familia Skinner, en las habilidades intelectuales que desarrolló de adulta.
Dejando de lado la famosa publicación, según un reporte del Psychology Today, el “aircrib” tuvo apreciaciones como: “¡La era de la máquina viene a la guardería!” y "una idea tremendamente interesante". La novedosa cuna llegó a comercializarse y alrededor de 300 niños la usaron, sobre todo personas vinculadas al mundo académico. Los autores del reporte lograron ubicar a 50 niños que usaron la cuna, los cuales señalaron resultados positivos (Epstein, 1995).

Es relevante señalar que ambos objetivos, el vinculado al probar la cuna en sí misma y el relacionado a la cuna como una tecnología de crianza, cuentan con intenciones loables y nunca pusieron en riesgo la integridad del niño. Sin embargo, resaltar los beneficios positivos de la cuna en las futuras habilidades adultas tiene como efecto colateral abrir la puerta a supuestos efectos negativos sobre las mismas, caras de la misma moneda que comparten un fatalismo “freudiano” en donde las vivencias infantiles otorgan el éxito o fracaso al individuo. Es importante tener en cuenta el papel fundamental de las vivencias de los primeros años, solo que el fatalismo al caricaturizar dicha relación cierra la puerta a la investigación científica seria, incluso dentro del conductismo operante, que busca el papel facilitador de las experiencias de cada etapa de la vida, con relaciones más complejas que un sí o no y que ameritan tiempo y dedicación. De esta manera, tanto críticos como defensores han colaborado inadvertidamente en fabricar una “cuna” para los rumores que siguen presentes hasta nuestros días.

El rumor libre y la respuesta definitiva
Una vez abierta la posibilidad de efectos negativos de la cuna, como tecnología de crianza, poco a poco se agregaron diversas tramas que supuestamente describían dichas afectaciones. Entre las más conocidas se encuentran una psicosis, una denuncia en contra de su padre y un suicidio; en algunos casos cada uno de forma individual y en otros mezclados, con agregados según amerite la situación. Deborah señala que los rumores estuvieron rondando desde hace mucho tiempo:
“Mi padre regresaba a casa de las conferencias para informarle que tres personas le habían preguntado cómo estaba yendo su pobre hija. Recuerdo a amigos de mi familia que regresaban de Europa para contarles que alguien que habían conocido allí les había dicho que yo había muerto el año anterior. El rumor, luego supe, estuvo presente en las clases de psicología en todo Estados Unidos. Una tímida compañera de escuela me dijo, años después, que ella había sorprendido a su profesor de psicología de la universidad contando el rumor sobre mí…” (Skinner-Buzzan, 2004)
En el nuevo milenio llegó un libro que no solo propagaba los rumores, sino que le daban un supuesto aire de rigurosidad al provenir de una autora de prestigio (Lauren Slater), con diversos premios, y un estilo de redacción en forma de cuentos. 
Aunque en el libro se aclara que se trataron de rumores, la reseña en el diario The Observer daba pie a la ambigüedad. Deborah escribió una contundente aclaración en The Guardian:
“El libro sensacionalista de Slater repite algunas de las cosas antiguas, pero ofrece algunos rumores que son completamente nuevos para mí. Según mis primeros dos años, informa, mi padre me mantuvo en una pequeña jaula cuadrada que estaba equipada con campanas y bandejas de comida, y organizó experimentos que entregaron recompensas y castigos. Luego está la historia de que después de que mi padre me "soltó", me volví psicótica. Bueno, no lo hice. Que lo demandé en un tribunal de justicia también es falso. Y, al contrario de lo que se dice, no me disparé en una bolera en Billings, Montana. Nunca he estado en Billings, Montana (…) ¿Por qué las reseñas no deberían dar los rumores como hechos, ya que eso es lo que el libro hizo en sí mismo? La simple realidad es que Lauren Slater nunca se molestó en comprobar la verdad de ellos (aunque afirma haber intentado rastrearme). En cambio, ella optó por perjudicar a mi familia ya mí y, al mismo tiempo, degradar la historia intelectual de la psicología.” (Skinner-Buzzan, 2004).
Pese a lo anterior el libro fue nominado para un premio Kirsch del Los Angeles Times por escritura de ciencia y tecnología, y fue nombrado como el libro Bild Der Wissenschaft del año 2005 en Alemania.

¿Skinner amaba a sus hijos?
Uno de los puntos más interesantes para Alexandra Rutherford, autora del libro Beyond The Box, de la polémica cuna tiene que ver en cómo “las ideas de Skinner dejaron el laboratorio para convertirse en parte de la vida cotidiana del público de posguerra”, y “cómo las teorías de comportamiento enfrentaron problemas de la vida real” (Rutherford, 2009). Debido al estatus de celebridad de Skinner, que le había otorgado con recelo la sociedad, todo debate aparentemente académico terminó enredándose en la vida personal del científico. La sociedad buscaba alguna excusa para mantener su estilo de vida, amenazada por los descubrimientos de un científico. Elamerican way” estaba en peligro.

De esta forma toda discusión implícitamente desvío su atención hacia el amor que Skinner sentía hacia sus hijos. Ante la pregunta: ¿un científico que cotidianamente investiga sobre el control de la conducta (control en su sentido negativo, propio de los gobiernos totalitarios) puede evitar ejercerlo sobre sus seres queridos?, si la respuesta era “no” la complementación con los rumores anteriormente mencionados era inevitable.

Los defensores nuevamente tuvieron que acceder a las reglas de juego, es decir, evidenciar el amor de Skinner y sus buenas intenciones. Deborah señaló:
“Mi infancia temprana, es cierto, fue ciertamente inusual, pero estaba lejos de no ser amado. Yo era un bebé muy mimado. Llámelo como quiera, "aircrib", "baby box", "heredero" (no es el término de mi padre) fue una maravillosa alternativa a la cuna con forma de jaula. Las intenciones de mi padre eran simples y se basaban en eliminar lo que él y mi madre consideraban los peores aspectos de los arreglos para dormir típicos de un bebé: ropa, sábanas y mantas. Estos no solo tienen que lavarse, sino que restringen el movimiento de brazos y piernas y son un método muy imperfecto para mantener a un bebé cómodo. Mi madre estaba feliz. Tenía que darme menos baños y, por supuesto, tenía que lavar menos ropa y mantas, por lo que le daba más tiempo para disfrutar a su bebé” (Skinner-Buzzan, 2004).

De igual forma su hija mayor, también en el 2004, destino un artículo completo para relatar sus experiencias durante su infancia. En algunas secciones abogando por el carácter noble de su padre:
“Mi padre amaba a los niños, especialmente a los suyos. Pasaba mucho tiempo con mi hermana y conmigo mientras crecíamos. Tal vez debido a sus propias frustraciones al aprender a usar herramientas cuando era niño, nos enseñó a mi hermana ya mí a usar herramientas manuales. Nos enseñaron cómo taladrar un agujero antes de colocar un tornillo. Deborah y yo teníamos nuestras propias herramientas manuales cuando éramos niños pequeños, y mi padre incluso me construyó una mesa de trabajo separada en nuestra casa de verano cuando tenía alrededor de 13 años. Tenía un tornillo de banco y un juego de herramientas Craftsman ordenadas por correo a Sears (…) A menudo mi padre me llevaba a mí o a Deborah a dar un paseo por allí. En la otra dirección, un camino de cuatro kilómetros a través de bosques y prados rodeaba el embalse de Cambridge. Las caminatas alrededor del embalse tomaron más tiempo. Mi padre usó las caminatas más largas para explicar el material en el que estaba trabajando para un libro o artículo. Años después, cuando leí las publicaciones de mi padre, reconocí las discusiones, como las del "homúnculo" o el "operacionismo" de las conversaciones durante esos paseos” (Vargas, 2004, p. 138)

¿Es necesario que el psicólogo científico sea, además de competente en sus labores investigativas, una ‘buena persona’? Todos estamos seguros de que en el mundo nunca sobrarán ‘buenas personas’ (lo que sea que se entienda) pero qué hubiese pasado si, a diferencia de Skinner, esto no hubiera sido así. ¿Toda una empresa investigativa en psicología tendría que haberse cerrado o, en el mejor de los casos, pospuesto? ¿cuánto esfuerzo de los estudiantes para seleccionar qué o no leer en el campo de la investigación depende del historial de “buena intención” de los autores o, simplemente su popularidad, (como el que quizá a movilizado a algunos a leer este escrito) en vez de una búsqueda genuina por la rigurosidad, lógica o sistematicidad del contenido? ¿Qué hubiera pasado si solo uno de los niños que usó la cuna sí hubiese desarrollado una psicosis o algún otro problema de salud mental? Mientras tanto el “aircrib” de Skinner, cuna de aire o “Baby Box”, sigue en la galería del Centro de Historia de la Psicología en Akron (Ohio) para recordarnos la fragilidad de los programas de investigación (Joyce & Faye, 2010).



Referencias
Aparicio, D. (2018). La cuna de Skinner, el invento que lo persiguió por el resto de su vida. Recuperado de https://www.psyciencia.com/la-cuna-de-skinner-el-invento-que-lo-persiguio-por-el-resto-de-su-vida/
Epstein, R. (1995, November 1). Babies in boxes. Psychology Today. Recuperado de http://psychologytoday.com/articles/pto-19951101-000010.html
Joyce, N., & Faye, C. (2010). Skinner Air Crib. Recuperado de https://www.psychologicalscience.org/observer/skinner-air-crib
Laura Slater (s.f.). En Wikipedia. Recuperado el 20 de junio de  https://en.wikipedia.org/wiki/Lauren_Slater#cite_note-LATimes1-2
Rutherford, A. (2009). Interview with author of Beyond the Box. Avances en la historia de la psicología. Recuperado de https://ahp.apps01.yorku.ca/2009/05/interview-with-author-of-beyond-the-box/

Skinner-Buzan, D. (2004, March 12). I was not a lab rat. Guardian. Recuperado de http://www.guardian.co.uk/education/2004/mar/12/highereducation.uk
Vargas, J. S. (2004). A Daughter’s Retrospective of B. F. Skinner. The Spanish Journal of Psychology 7, (2). 135-140. En: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15581234



No hay comentarios.:

Publicar un comentario