Ensayo escrito por Alberto Valencia Aponte y Darwin Gutiérrez Guevara, miembros de Liceo Contextual.
Se
realiza una breve presentación y análisis de los puntos más relevantes del
artículo “El supuesto de la continuidad conductual entre especies y la
comprensión de la conducta humana” publicado por los psicólogos Ricardo Pérez
Almonacid y Telmo Peña.
Respecto
a la continuidad entre la conducta humana y no humana, es decir, una supuesta
semejanza de los principios psicológicos en ambos grupos, podemos encontrar
tres posturas dentro de la comunidad conductual: a) procontinuidad, en la cual
se acepta que principios y procesos de la conducta animal explican la conducta
humana; b) anticontinuidad, en la cual se señala que se requieren principios y/o
procesos propiamente humanos; y c) agnosticismo, en el cual se puede plantear
nuevos principios para dar cuenta de la conducta humana, pero no se consideran
necesariamente exclusivos de la especie (Dymond et al., 2003, citado por Pérez-Almonacid
y Peña, 2011).
Skinner
(1953) argumentando a favor de la tesis procontinuidad ofrece dos razones: a)
continuidad filogenética: existe continuidad evolutiva entre humanos y no
humanos; y b) simplicidad: la ciencia avanza de lo simple a lo complejo (y lo
más simple es asumir que los procesos son los mismos). Pérez-Almonacid y Peña (2011),
empleando el análisis de argumento propuesto por Toulmin (2007), señaló que el
argumento skinneriano procontinuidad sintetizado en: “la conducta humana se
distingue por su complejidad, su variedad y sus mayores logros, pero los
procesos básicos no tienen porque ser necesariamente diferentes” (Skinner,
1953, p.38), no es concluyente sino simplemente estratégica para el momento
histórico en el cual se encontraba dejando espacio para excepciones, en las
cuales la representatividad del fenómeno se contraponga a la simplificación.
Para esto se hace énfasis en la diferencia entre procesos y principios, entendiendo
por los primeros las relaciones entre la actividad del organismo y condiciones
o características de eventos ambientales; y por principio, la síntesis de
regularidades producto del estudio sistemático de estos procesos. De esta
forma, se podría tomar al argumento de Skinner como un principio práctico y
provisional que sea útil para posteriores investigaciones.
Figura 1.
Esquema argumentativo de la postura skinneriana a la relación entre conducta
humana y no humana, tomado de Pérez-Almonacid y Peña (2011)
Los
contraargumentos ante la postura procontinuidad se presentan en tres
componentes:
a)
Aceptar el origen común de todos los animales no implica aceptar que no haya
diferencias entre los procesos conductuales humanos y no humanos: los procesos
conductuales son relaciones funcionales entre la actividad de los organismos y
los eventos ambientales, ante lo cual queda abierta la posibilidad de
diferentes procesos conductuales dependiendo de las circunstancias ambientales
de cada taxón evolutivo.
b)
La identidad de los principios genéticos (de origen) de los procesos
conductuales no excluye que puedan identificarse diferencias: Entendemos por
asunto u origen genético los procesos conductuales de adquisición y
mantenimiento de funciones y respuestas de estímulo. En el estudio de procesos
conductuales humanos se ha privilegiado aquellos que tienen semejanza con el
patrón de origen y mantenimiento que se observa en el laboratorio animal; esto
ha llevado a concluir que el principio genético en animales equivale a todos
los procesos conductuales concebibles en la conducta humana (Pérez-Almonacid y
Peña, 2011)
c)
La simplicidad científica puede ser una falacia si riñe con la
representatividad del fenómeno: comúnmente son dos los usos del criterio de
simplicidad: 1) el metodológico, tomar un fenómeno más simple para facilitar su
estudio, pero que contenga las propiedades relevantes del fenómeno que
interesa; 2) interpretativo: frente a la posibilidad de dos o más hipótesis es
más conveniente apelar a la menor cantidad de entidades, causas o procesos. Esto
ha llevado a que se busque en las investigaciones de conductas más complejas la
misma perspectiva que se usó para la investigación inicial (simple), descuidando
que aquellas diferencias de complejidad, variedad y logros pueden requerir
nuevas categorías.
Ante
esto, los autores señalan la manera en cómo abordarían dicho problema, dejando
en claro que obedece a una confusión categorial que no ha permitido a las
posturas antes mencionadas llegar a un estudio sólido de la continuidad
conductual entre especies. De esta manera se apuesta, y ofrece como posible
solución, por optar por procesos conductuales de diversa complejidad (y no
quedarse solo en el estudio de la conducta señalada históricamente como operante)
mediante situaciones experimentales simplificadas que no descuiden la
representatividad del fenómeno, siendo en el caso humano de índole social,
recalcando que cada nivel de complejidad funcional no es describible en
términos de variación cuantitativa sino que conforma un nuevo tipo
cualitativamente distinguible de organización funcional.
Referencias
Pérez-Almonacid,
R., & Peña, T. (2011). El supuesto de la continuidad conductual entre
especies y la comprensión de la conducta humana. Suma Psicológica,18(1), 17-34.
Skinner,
B.F. (1953). Science and human behavior.
New York: The Macmillan Company.
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