C. B. Ferster (1974) La diferencia entre la psicología conductual y la convencional (Pérez, Irving, trad.) The Journal of Nervous and mental disease, 159(3).
La psicología
conductual es descrita como un complemento en lugar de un sustituto para la
psicología clínica. Los aspectos contradictorios provienen de los
procedimientos que usan reforzadores arbitrarios en vez de naturales. El
lenguaje y los conceptos conductuales sirven para volver comunicables los
procedimientos clínicos y afinan y definen la práctica clínica. La teoría
clínica lidia con los aspectos desarrollistas de la vida, mientras que la
teoría conductual proporciona los medios para una descripción meticulosa.
La utilidad de la psicología conductual
para aliviar los problemas humanos se describe mejor a través de los modos en
los que ha sido aplicada y como estas aplicaciones se han solapado o han diferido
de los enfoques convencionales, particularmente psicodinámicos. La conclusión
que se buscará es que no será necesario reconciliar la perspectiva conductual y
la psicodinámica ya que son complementarias en lugar de modos exclusivos de
develar los eventos actuales de la psicopatología y de los procedimientos de
terapia.
Debido a que la psicología conductual
tiene varias connotaciones posibles, será de utilidad describir algunas de sus
características únicas así como las áreas de similitud con la psicología
convencional. El modo más útil de entender la distinción entre los enfoques
conductual y psicodinámico es trazar la historia reciente de los individuales
que han realizado importantes contribuciones a la psicología conductual. La
mayoría de la psicología conductual, tal como es aplicada a los problemas
humanos hoy en día, le debe sus orígenes a B. F. Skinner. Su estudio del
proceso de aprendizaje en animales lo condujo a la convicción de que la
conducta humana era una parte de la ciencia natural. Skinner y aquellos que lo
seguían tenían confianza en la utilidad de los principios derivados de los
estudios de la conducta animal porque eran filogenéticamente generales y la
relevancia de estos para los problemas humanos parecía valida a partir de la
observación cotidiana de la conducta humana.
Skinner mostró evidencia para la
extensa aplicabilidad de los principios conductuales a la conducta humana en Ciencia y Conducta Humana (16), la cual
extendió sistemáticamente los principios de la conducta como un medio para
entender el auto-control, las leyes y el gobierno, la religión, la
psicoterapia, la educación, la cultura, y los eventos privados. La
aplicabilidad de los principios de la conducta a los procesos verbales
manifiestos y encubiertos fue elaborada en Conducta
Verbal.
La dramática experiencia de condicionar
a un animal, compartida por igual por el novato y el profesional; en la que el
experimentador, mediante el contacto con el animal solo a través de un botón
que opera el mecanismo dispensador de alimento, incrementa la frecuencia de una
ejecución y la moldea en una forma compleja y nueva todo en cuestión de unos
pocos minutos, es una de las fuentes más importantes de la creencia de que la
psicología conductual puede contribuir a la solución de los problemas humanos. El
experimento tiene un fuerte sabor clínico porque la persona que opera el
interruptor se ajusta continuamente a los detalles meticulosos de la conducta
del animal, se toman en cuenta los factores responsables del carácter único de
cada animal, no se descartan automáticamente a los animales desviados, y el
cambio en la conducta es práctico y obviamente visible. La persona que llevó a
cabo tal demostración adquiere la convicción de que la conducta de su organismo
es plástica e ilimitada si puede únicamente aprender a arreglar un ambiente que
es apropiadamente reactivo. La experiencia de condicionar un animal es poderosa
tanto para el estudiante como para el profesional porque produce un sentimiento
de haber producido personalmente la conducta del animal. La convicción que se
adquiere a partir de tal experiencia exitosa de laboratorio – que el mismo
nivel de control puede extenderse a los problemas sociales – retó a los
psicólogos experimentales a aplicar sus conocimientos para aliviar los males
humanos justo como la emoción de los descubrimientos de Freud ha desafiado a
muchos de esa perspectiva. Walden Dos
de Skinner (18) es una declaración temprana de la creencia de que un hombre
puede diseñar una estructura social para convertirlo en el tipo de ser humano
que quiere ser. Ferster (9) expresó la misma esperanza cuando escribió sobre el
potencial en el ambiente cotidiano para evitar el malestar de la enfermedad
mental:
Existe para todos un
ambiente reforzante si ellos emitirán las ejecuciones requeridas en las ocasiones
apropiadas. Cuando uno pinta el cuadro, escribe la sinfonía, produce la
máquina, cuenta una historia divertida, brinda afecto ingeniosamente, el mundo
responde con prestigio, dinero, respuesta social y amor.
Los experimentos con sujetos humanos, emulados
a partir de los paradigmas de laboratorio animal, continuaron reforzando la
creencia en la importancia de los principios del reforzamiento para modificar
la conducta humana. Las extensiones de la investigación animal de Ferster (8,
11) al problema del autismo infantil ilustran muchas características de las
transiciones del laboratorio a la clínica. Los niños autistas se comportaban
únicamente de los modos más simples y más primitivos al comienzo del
experimento. Hacia el final del experimento, estaban ganando centavos para
usarlos en un dispositivo que entregaba una toalla con la cual podían ir a
nadar luego; estaban igualando a la muestra con estímulos complejos; estaban
ahorrando dinero para utilizarlo luego; y se estaban enfrascando en otras
tareas que requerían prestar atención a una gran cantidad de estímulos y
ajustarse a procedimientos complicados, muchos de estos reforzados por medio de
comida o fichas.
Además, los niños mantenían estas actividades complejas durante
2 o 3 horas a la vez, aunque no eran capaces de hacer ello durante 5 minutos en
alguna otra parte. El principal logro expresado en estos primeros experimentos no fue el tratamiento clínico representado por
los repertorios literales que surgían. El tratamiento se realizaba mejor en una
esfera social. Sin embargo, los experimentos sí demostraron que el paciente, la
construcción acumulativa de un ambiente reactivo y la habilidad del
experimentador, parecían ser los factores críticos en lugar de cualquier
limitación inherente del niño.
Experimentos posteriores confirmaron
tanto el poder técnico del reforzamiento como la sensibilidad del niño a los
ambientes cuidadosamente diseñados. Usando comida como reforzador, Lovaas (15)
pacientemente, a través de miles de ensayos, enseñó a varios niños autistas
mudos primero a imitar palabras y frases y a describir objetos alrededor de
ellos cuando se les mandaba a realizar ello, y luego a pedir comida y otras
necesidades verbalmente. Cientos de reportes en la literatura corroboraban la efectividad
técnica de los experimentos y la susceptibilidad de la conducta del niño más
perturbado, ante la modificación de la conducta.
El interés en tal modificación
conductual aumentó porque hay una escasez tal de trabajadores clínicos
entrenados; porque las conductas blanco eran ítemes diarios de conducta que
aliviarían la carga del cuidado tutelar de los niños, tal como usar el inodoro,
vestirse o comer con cucharas y tenedores; y porque había una promesa de que
podía enseñársele a las personas a realizar una terapia efectiva sin años de
entrenamiento.
No obstante, los aspectos indeseables de
la comida, las fichas u otros recursos motivacionales tangibles parecían obvios
a pesar de la utilidad de estas para establecer contacto con un niño que no
parece sensible a la influencia social ordinaria o para enseñar a niños
retardados para quienes de otro modo no existiría un cuidado adecuado. El
condicionamiento del habla ilustra los problemas asociados con el reforzamiento
arbitrario (5, 6). El habla reforzada mediante comida no puede tener las
sutilezas dinámicas de la actividad interpersonal porque el reforzador que
mantiene el habla normal es la influencia de un oyente. Hablar por comida
carece de la relación esencial entre el hablante y el oyente en un encuentro
humano, y un niño que habla o, por lo demás, actúa para conseguir comida no es
propenso a continuar posteriormente cuando no esté hambriento.
El análisis de
Skinner de la conducta verbal (17) dirige nuestra atención de una manera muy
convincente a la complejidad del repertorio del oyente para dar cuenta de la
conducta del hablante ya que hablar es principalmente una actividad
interpersonal reforzada por su influencia en el oyente.
Los procedimientos alimenticios y los de
fichas también plantean problemas morales porque requieren que los terapeutas
tengan un poder arbitrario para privar al niño con el fin de volver efectivo al
reforzador. Los peligros son el de una lucha de poder o el de la coerción del
paciente. El énfasis en los objetivos conductuales enunciados por el terapeuta
puede conducir a metas que pueden hablar más por los intereses del terapeuta
que por los del niño. Sin embargo, sería injusto ubicar muchos de los peligros
del control arbitrario, la coercitividad, y las luchas de poder en las terapias
conductuales. La explicitud de sus procedimientos hace que los peligros sean
más obvios que en otros tipos de terapias en los que la coerción y la lucha de
poder pueden ser menos obvias debido a que son encubiertas o tácitas.
Aún estamos obligados a dar cuenta de
aquellas situaciones en las que los procedimientos alimenticios y de fichas
parecen ser efectivos a pesar de sus obvias limitaciones (1-3, 19, 20). La
respuesta a la discrepancia yace en los efectos colaterales e indirectos,
aparte de las conductas específicas que están destinadas a ser reforzadas.
Un
resultado colateral de los procedimientos de reforzamiento es que la profesora
que entrega fichas en un salón de clases tiene que observar incrementos muy
pequeños, de otro modo, inadvertidos, en la ejecución del niño con el fin de
entregar las fichas. Ella tiene que reaccionar a niños individuales en donde
antes les había dado una clase como grupo. De este modo, la atención o
reactividad personal, particularmente en tanto ello le ocurre únicamente a la
persona individual, puede servir como un poderoso reforzador, algunas veces más
efectivo o relevante que la comida o la ficha. La versión más clara del
individuo que emerge instigará nuevas interacciones con los niños quizás no relacionadas
con los objetivos conductuales originales.
Un sistema de fichas en un pabellón
de un hospital mental administrado por personas con habilidades interpersonales
es propenso a ser reactivo a muchos ítemes pequeños de la conducta del
paciente, en contraste con la no reactividad y la “inmovilidad ambiental” del
descuidado pabellón trasero. Las consecuencias indirectas de un sistema de
fichas parecen tener muchas de las características de la terapia ambiental[2].
No hay garantía, por supuesto, de que
una persona que pueda ver los detalles pequeños de la conducta de un paciente
interactúe con ellos de una manera más humana y cercana de lo que sería el
caso. Sin embargo, ser capaz de notar los aspectos meticulosos de la
interacción de un paciente con el ambiente social y físico parecería ser un
paso necesario para incrementar los repertorios interpersonales. La observación
de pequeños cambios en la conducta del paciente es también necesaria para reforzar
la participación del terapeuta. La terapia a menudo ocurre como un desarrollo
continuo de la conducta del paciente en una semana, tres meses, un año o más.
Los clínicos neófitos se desalientan frecuentemente porque los cambios globales
en la conducta suceden lentamente. Los procedimientos de reforzamiento
visualizan pequeños cambios los que a su vez sostienen al terapeuta a medida
que se acumulan cambios más grandes.
Muchos complementos estándares para la
práctica clínica están empezando a surgir a partir del trabajo de los
terapeutas que práctica una psicoterapia desde el punto de vista de la
modificación de la conducta (13, 14, 20). Aunque se afirma que estas terapias
derivan de la teoría del aprendizaje, no siempre es posible estar seguros de
que partes de los procedimientos de un practicante están basadas en una
experiencia acumulada y cuales son una clara deducción de la postura teórica de
estos. Esperaríamos que la orientación conductual del terapeuta de la conducta
vuelva sus prácticas más susceptibles de descripción objetiva que las del
terapeuta psicodinámico, pero este no es necesariamente el caso. Para algunos
practicantes, las diferencias entre la terapia conductual y psicodinámica
pueden ser considerablemente menores de lo que parecen desde sus propias
descripciones de sus prácticas (7).
Esto es parcialmente cierto porque la
necesidad práctica de las necesidades diarias del paciente influirá en un
terapeuta exitoso sea o no consistente el resultado con una teoría o la otra.
Esta convergencia de la práctica terapéutica, a pesar de las diferencias en la
orientación teórica, probablemente ocurra más en los terapeutas que son
sensibles a la evidencia inmediata de la interacción con el paciente. La
experiencia inmediata entre el terapeuta y el paciente, reminiscente de la
caricatura del condicionamiento operante que apareció en un periódico
estudiantil mostrando una rata en una Caja de Skinner diciéndole a otra
mientras presionaba la palanca: “Muchacho, tengo condicionado a este sujeto;
cada vez que presiono la palanca deja caer un trozo de comida”, es otra
conexión entre la psicología conductual y la psicología clínica.
Otra característica del trabajo del
conductista en el campo clínico es el uso de un análisis funcional y
experimental de la conducta como un lenguaje para describir objetivamente y de
manera comunicable los datos de la práctica clínica (10, 12). La teoría de la
conducta se vuelve complementaria a la práctica clínica en vez de
contradictoria cuando es usada para develar los eventos reales que el terapeuta
está observando.
Cuando vemos a un practicante experimentado y dedicado
tratando de comunicar algo, debemos asumir que es instigado por un evento
importante que ha influido en él. Al prestar atención a las observaciones, en
lugar de la teoría y la epistemología relacionadas con ellas, un analista de la
conducta puede descubrir dimensiones de situaciones humanas complejas que, de
otro modo, requieren una larga experiencia y una sensibilidad para ver y
entender. Al centrarse en los eventos objetivos y las descripciones científicas
del proceso conductual componente, los análisis funcionales de la conducta
pueden integrar la masa de insights clínicos actualmente disponibles sobre los fenómenos
clínicos y volverlos más comunicables (4, 6).
Aunque los enfoques conductuales han
sido asociados mayormente con el reforzamiento arbitrario en vez del
reforzamiento natural (5, 6), el uso complementario del conocimiento conductual
y clínico depende del uso de reforzadores que ocurren naturalmente en el
ambiente del paciente. Enseñar a un niño a cómo vestirse a sí mismo mediante la
sintetización de las ejecuciones por medio de aproximaciones sucesivas – un procedimiento
llevado a cabo frecuentemente con reforzamiento alimenticio o con fichas – es
un contexto conveniente en el cual ilustrar el reforzamiento natural. Si
empezamos con un niño que está inclinado a salir al exterior y jugar en un día
frio, tenemos dos eventos naturales – la actividad lúdica en el exterior, y la
temperatura – como reforzadores para mantener las ejecuciones.
Para empezar, el
reforzamiento ocurre cuando el niño es interceptado en el momento en que se
inclina a salir a jugar en el exterior. Se coloca su brazo en una manga del abrigo
y su otro brazo es colocado a la mitad en la otra manga, mientras se le deja
libre y con buen carácter cerca del terapeuta mediante la curvatura del brazo y
la posición del cuerpo. Bajo la mayoría de condiciones el niño empujará su mano
la distancia restante, quizás 3 centímetros, dentro de la manga del abrigo. A
medida que se puede poner el abrigo, el terapeuta dice: “Bien, Timmy, vayamos a afuera”, y sale en un instante. El reforzador es
inmediato, natural y efectivo. En la próxima ocasión para salir al exterior, la
mano del niño solo se inicia en la manga de modo que esta vez tiene que
extenderla más lejos con el fin de ponerse el abrigo. Paso a paso, una menor
parte de la actividad es proporcionada por el terapeuta y una mayor es
controlada por su contribución para ponerse el abrigo, hasta que el niño
eventualmente toma la completa responsabilidad de vestirse, reforzado por el
colocarse el abrigo, lo que a su vez es reforzante porque es una ocasión en la
que puede ir al patio de recreo abrigado.
El procedimiento enfatiza los
reforzadores derivados a partir de las propias inclinaciones naturales del
niño. La objetividad y la aplicación específica de los principios del
reforzamiento son las mismas con las consecuencias naturales de ponerse un
abrigo que con la comida y las fichas. La principal diferencia es que el
reforzador natural tiene que ser descubierto por medio de observar al niño
individual, mientras que la comida y las fichas usualmente pueden ser aplicadas
arbitrariamente. La aplicación de la psicología conductual a la terapia de
oficina entre dos personas es más complicada porque los reforzadores más
importantes que apoyan la vida del paciente ocurren fuera de la oficina,
inaccesibles al terapeuta. Los reforzadores más disponibles son aquellos
involucrados en las acciones y reacciones interpersonales entre el paciente y
el terapeuta. Estos reforzadores están dirigidos parcialmente a alentar una
observación y evaluación precisa del aquí-y-ahora, y parcialmente hacia el
desarrollo de una relación modelo.
La vía principal abierta al terapeuta para
poner al paciente en contacto con reforzadores naturales en la vida cotidiana
es aprender sobre su propio repertorio, incluyendo los procesos privados, su
reacción ante los demás, y sus observaciones de la conexión funcional entre su
conducta y la de los demás (15) al aprender a observar su interacción con el
terapeuta. Los detalles de estos procesos son mejor vistos conductualmente como
ejecuciones y reforzadores aunque el significado general de las conductas en la
historia de vida de la persona es el contexto desarrollista de estas.
Un entendimiento de la distinción entre
reforzamiento arbitrario y natural resuelve el conflicto sentido por los
clínicos y educadores sobre las características arbitrarias de los
procedimientos de reforzamiento. La aplicación más general es la de un lenguaje
y un concepto de la naturaleza humana que aclare la interacción entre la
conducta de… un individuo y los reforzadores que ya existen en el ambiente,
accesibles a él. En este sentido, los principios de la conducta complementan en
vez de sustituir a las aproximaciones clínicas empíricas a la terapia.
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[1] Departamento de Psicología, College of Arts and
Sciences, The American University, Washington, D. C. 20016. Este
artículo fue preparado con el apoyo de la Beca 5T02MH12060 del Center for Crime
and Delinquency.
Este
artículo fue contribuido por el Dr. Ferster, un miembro del consejo asesor de
la Journal, en respuesta a una
invitación para una reseña apropiada para el centésimo aniversario.
[2] Nota
del traductor: Del original en inglés, milieu
therapy.
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