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sábado, 5 de octubre de 2019

La diferencia entre la Psicología conductual y la convencional

C. B. Ferster (1974) La diferencia entre la psicología conductual y la convencional (Pérez, Irving, trad.) The Journal of Nervous and mental disease,  159(3).



La psicología conductual es descrita como un complemento en lugar de un sustituto para la psicología clínica. Los aspectos contradictorios provienen de los procedimientos que usan reforzadores arbitrarios en vez de naturales. El lenguaje y los conceptos conductuales sirven para volver comunicables los procedimientos clínicos y afinan y definen la práctica clínica. La teoría clínica lidia con los aspectos desarrollistas de la vida, mientras que la teoría conductual proporciona los medios para una descripción meticulosa.

La utilidad de la psicología conductual para aliviar los problemas humanos se describe mejor a través de los modos en los que ha sido aplicada y como estas aplicaciones se han solapado o han diferido de los enfoques convencionales, particularmente psicodinámicos. La conclusión que se buscará es que no será necesario reconciliar la perspectiva conductual y la psicodinámica ya que son complementarias en lugar de modos exclusivos de develar los eventos actuales de la psicopatología y de los procedimientos de terapia.
Debido a que la psicología conductual tiene varias connotaciones posibles, será de utilidad describir algunas de sus características únicas así como las áreas de similitud con la psicología convencional. El modo más útil de entender la distinción entre los enfoques conductual y psicodinámico es trazar la historia reciente de los individuales que han realizado importantes contribuciones a la psicología conductual. La mayoría de la psicología conductual, tal como es aplicada a los problemas humanos hoy en día, le debe sus orígenes a B. F. Skinner. Su estudio del proceso de aprendizaje en animales lo condujo a la convicción de que la conducta humana era una parte de la ciencia natural. Skinner y aquellos que lo seguían tenían confianza en la utilidad de los principios derivados de los estudios de la conducta animal porque eran filogenéticamente generales y la relevancia de estos para los problemas humanos parecía valida a partir de la observación cotidiana de la conducta humana. 
Skinner mostró evidencia para la extensa aplicabilidad de los principios conductuales a la conducta humana en Ciencia y Conducta Humana (16), la cual extendió sistemáticamente los principios de la conducta como un medio para entender el auto-control, las leyes y el gobierno, la religión, la psicoterapia, la educación, la cultura, y los eventos privados. La aplicabilidad de los principios de la conducta a los procesos verbales manifiestos y encubiertos fue elaborada en Conducta Verbal.
La dramática experiencia de condicionar a un animal, compartida por igual por el novato y el profesional; en la que el experimentador, mediante el contacto con el animal solo a través de un botón que opera el mecanismo dispensador de alimento, incrementa la frecuencia de una ejecución y la moldea en una forma compleja y nueva todo en cuestión de unos pocos minutos, es una de las fuentes más importantes de la creencia de que la psicología conductual puede contribuir a la solución de los problemas humanos. El experimento tiene un fuerte sabor clínico porque la persona que opera el interruptor se ajusta continuamente a los detalles meticulosos de la conducta del animal, se toman en cuenta los factores responsables del carácter único de cada animal, no se descartan automáticamente a los animales desviados, y el cambio en la conducta es práctico y obviamente visible. La persona que llevó a cabo tal demostración adquiere la convicción de que la conducta de su organismo es plástica e ilimitada si puede únicamente aprender a arreglar un ambiente que es apropiadamente reactivo. La experiencia de condicionar un animal es poderosa tanto para el estudiante como para el profesional porque produce un sentimiento de haber producido personalmente la conducta del animal. La convicción que se adquiere a partir de tal experiencia exitosa de laboratorio – que el mismo nivel de control puede extenderse a los problemas sociales – retó a los psicólogos experimentales a aplicar sus conocimientos para aliviar los males humanos justo como la emoción de los descubrimientos de Freud ha desafiado a muchos de esa perspectiva. Walden Dos de Skinner (18) es una declaración temprana de la creencia de que un hombre puede diseñar una estructura social para convertirlo en el tipo de ser humano que quiere ser. Ferster (9) expresó la misma esperanza cuando escribió sobre el potencial en el ambiente cotidiano para evitar el malestar de la enfermedad mental:

Existe para todos un ambiente reforzante si ellos emitirán las ejecuciones requeridas en las ocasiones apropiadas. Cuando uno pinta el cuadro, escribe la sinfonía, produce la máquina, cuenta una historia divertida, brinda afecto ingeniosamente, el mundo responde con prestigio, dinero, respuesta social y amor.

Los experimentos con sujetos humanos, emulados a partir de los paradigmas de laboratorio animal, continuaron reforzando la creencia en la importancia de los principios del reforzamiento para modificar la conducta humana. Las extensiones de la investigación animal de Ferster (8, 11) al problema del autismo infantil ilustran muchas características de las transiciones del laboratorio a la clínica. Los niños autistas se comportaban únicamente de los modos más simples y más primitivos al comienzo del experimento. Hacia el final del experimento, estaban ganando centavos para usarlos en un dispositivo que entregaba una toalla con la cual podían ir a nadar luego; estaban igualando a la muestra con estímulos complejos; estaban ahorrando dinero para utilizarlo luego; y se estaban enfrascando en otras tareas que requerían prestar atención a una gran cantidad de estímulos y ajustarse a procedimientos complicados, muchos de estos reforzados por medio de comida o fichas. 
Además, los niños mantenían estas actividades complejas durante 2 o 3 horas a la vez, aunque no eran capaces de hacer ello durante 5 minutos en alguna otra parte. El principal logro expresado en estos primeros experimentos  no fue el tratamiento clínico representado por los repertorios literales que surgían. El tratamiento se realizaba mejor en una esfera social. Sin embargo, los experimentos sí demostraron que el paciente, la construcción acumulativa de un ambiente reactivo y la habilidad del experimentador, parecían ser los factores críticos en lugar de cualquier limitación inherente del niño.
Experimentos posteriores confirmaron tanto el poder técnico del reforzamiento como la sensibilidad del niño a los ambientes cuidadosamente diseñados. Usando comida como reforzador, Lovaas (15) pacientemente, a través de miles de ensayos, enseñó a varios niños autistas mudos primero a imitar palabras y frases y a describir objetos alrededor de ellos cuando se les mandaba a realizar ello, y luego a pedir comida y otras necesidades verbalmente. Cientos de reportes en la literatura corroboraban la efectividad técnica de los experimentos y la susceptibilidad de la conducta del niño más perturbado, ante la modificación de la conducta. 
El interés en tal modificación conductual aumentó porque hay una escasez tal de trabajadores clínicos entrenados; porque las conductas blanco eran ítemes diarios de conducta que aliviarían la carga del cuidado tutelar de los niños, tal como usar el inodoro, vestirse o comer con cucharas y tenedores; y porque había una promesa de que podía enseñársele a las personas a realizar una terapia efectiva sin años de entrenamiento.
No obstante, los aspectos indeseables de la comida, las fichas u otros recursos motivacionales tangibles parecían obvios a pesar de la utilidad de estas para establecer contacto con un niño que no parece sensible a la influencia social ordinaria o para enseñar a niños retardados para quienes de otro modo no existiría un cuidado adecuado. El condicionamiento del habla ilustra los problemas asociados con el reforzamiento arbitrario (5, 6). El habla reforzada mediante comida no puede tener las sutilezas dinámicas de la actividad interpersonal porque el reforzador que mantiene el habla normal es la influencia de un oyente. Hablar por comida carece de la relación esencial entre el hablante y el oyente en un encuentro humano, y un niño que habla o, por lo demás, actúa para conseguir comida no es propenso a continuar posteriormente cuando no esté hambriento. 
El análisis de Skinner de la conducta verbal (17) dirige nuestra atención de una manera muy convincente a la complejidad del repertorio del oyente para dar cuenta de la conducta del hablante ya que hablar es principalmente una actividad interpersonal reforzada por su influencia en el oyente.
Los procedimientos alimenticios y los de fichas también plantean problemas morales porque requieren que los terapeutas tengan un poder arbitrario para privar al niño con el fin de volver efectivo al reforzador. Los peligros son el de una lucha de poder o el de la coerción del paciente. El énfasis en los objetivos conductuales enunciados por el terapeuta puede conducir a metas que pueden hablar más por los intereses del terapeuta que por los del niño. Sin embargo, sería injusto ubicar muchos de los peligros del control arbitrario, la coercitividad, y las luchas de poder en las terapias conductuales. La explicitud de sus procedimientos hace que los peligros sean más obvios que en otros tipos de terapias en los que la coerción y la lucha de poder pueden ser menos obvias debido a que son encubiertas o tácitas.
Aún estamos obligados a dar cuenta de aquellas situaciones en las que los procedimientos alimenticios y de fichas parecen ser efectivos a pesar de sus obvias limitaciones (1-3, 19, 20). La respuesta a la discrepancia yace en los efectos colaterales e indirectos, aparte de las conductas específicas que están destinadas a ser reforzadas. 
Un resultado colateral de los procedimientos de reforzamiento es que la profesora que entrega fichas en un salón de clases tiene que observar incrementos muy pequeños, de otro modo, inadvertidos, en la ejecución del niño con el fin de entregar las fichas. Ella tiene que reaccionar a niños individuales en donde antes les había dado una clase como grupo. De este modo, la atención o reactividad personal, particularmente en tanto ello le ocurre únicamente a la persona individual, puede servir como un poderoso reforzador, algunas veces más efectivo o relevante que la comida o la ficha. La versión más clara del individuo que emerge instigará nuevas interacciones con los niños quizás no relacionadas con los objetivos conductuales originales. 
Un sistema de fichas en un pabellón de un hospital mental administrado por personas con habilidades interpersonales es propenso a ser reactivo a muchos ítemes pequeños de la conducta del paciente, en contraste con la no reactividad y la “inmovilidad ambiental” del descuidado pabellón trasero. Las consecuencias indirectas de un sistema de fichas parecen tener muchas de las características de la terapia ambiental[2].
No hay garantía, por supuesto, de que una persona que pueda ver los detalles pequeños de la conducta de un paciente interactúe con ellos de una manera más humana y cercana de lo que sería el caso. Sin embargo, ser capaz de notar los aspectos meticulosos de la interacción de un paciente con el ambiente social y físico parecería ser un paso necesario para incrementar los repertorios interpersonales. La observación de pequeños cambios en la conducta del paciente es también necesaria para reforzar la participación del terapeuta. La terapia a menudo ocurre como un desarrollo continuo de la conducta del paciente en una semana, tres meses, un año o más. Los clínicos neófitos se desalientan frecuentemente porque los cambios globales en la conducta suceden lentamente. Los procedimientos de reforzamiento visualizan pequeños cambios los que a su vez sostienen al terapeuta a medida que se acumulan cambios más grandes.
Muchos complementos estándares para la práctica clínica están empezando a surgir a partir del trabajo de los terapeutas que práctica una psicoterapia desde el punto de vista de la modificación de la conducta (13, 14, 20). Aunque se afirma que estas terapias derivan de la teoría del aprendizaje, no siempre es posible estar seguros de que partes de los procedimientos de un practicante están basadas en una experiencia acumulada y cuales son una clara deducción de la postura teórica de estos. Esperaríamos que la orientación conductual del terapeuta de la conducta vuelva sus prácticas más susceptibles de descripción objetiva que las del terapeuta psicodinámico, pero este no es necesariamente el caso. Para algunos practicantes, las diferencias entre la terapia conductual y psicodinámica pueden ser considerablemente menores de lo que parecen desde sus propias descripciones de sus prácticas (7). 
Esto es parcialmente cierto porque la necesidad práctica de las necesidades diarias del paciente influirá en un terapeuta exitoso sea o no consistente el resultado con una teoría o la otra. Esta convergencia de la práctica terapéutica, a pesar de las diferencias en la orientación teórica, probablemente ocurra más en los terapeutas que son sensibles a la evidencia inmediata de la interacción con el paciente. La experiencia inmediata entre el terapeuta y el paciente, reminiscente de la caricatura del condicionamiento operante que apareció en un periódico estudiantil mostrando una rata en una Caja de Skinner diciéndole a otra mientras presionaba la palanca: “Muchacho, tengo condicionado a este sujeto; cada vez que presiono la palanca deja caer un trozo de comida”, es otra conexión entre la psicología conductual y la psicología clínica.
Otra característica del trabajo del conductista en el campo clínico es el uso de un análisis funcional y experimental de la conducta como un lenguaje para describir objetivamente y de manera comunicable los datos de la práctica clínica (10, 12). La teoría de la conducta se vuelve complementaria a la práctica clínica en vez de contradictoria cuando es usada para develar los eventos reales que el terapeuta está observando. 
Cuando vemos a un practicante experimentado y dedicado tratando de comunicar algo, debemos asumir que es instigado por un evento importante que ha influido en él. Al prestar atención a las observaciones, en lugar de la teoría y la epistemología relacionadas con ellas, un analista de la conducta puede descubrir dimensiones de situaciones humanas complejas que, de otro modo, requieren una larga experiencia y una sensibilidad para ver y entender. Al centrarse en los eventos objetivos y las descripciones científicas del proceso conductual componente, los análisis funcionales de la conducta pueden integrar la masa de insights clínicos actualmente disponibles sobre los fenómenos clínicos y volverlos más comunicables (4, 6).
Aunque los enfoques conductuales han sido asociados mayormente con el reforzamiento arbitrario en vez del reforzamiento natural (5, 6), el uso complementario del conocimiento conductual y clínico depende del uso de reforzadores que ocurren naturalmente en el ambiente del paciente. Enseñar a un niño a cómo vestirse a sí mismo mediante la sintetización de las ejecuciones por medio de aproximaciones sucesivas – un procedimiento llevado a cabo frecuentemente con reforzamiento alimenticio o con fichas – es un contexto conveniente en el cual ilustrar el reforzamiento natural. Si empezamos con un niño que está inclinado a salir al exterior y jugar en un día frio, tenemos dos eventos naturales – la actividad lúdica en el exterior, y la temperatura – como reforzadores para mantener las ejecuciones. 
Para empezar, el reforzamiento ocurre cuando el niño es interceptado en el momento en que se inclina a salir a jugar en el exterior. Se coloca su brazo en una manga del abrigo y su otro brazo es colocado a la mitad en la otra manga, mientras se le deja libre y con buen carácter cerca del terapeuta mediante la curvatura del brazo y la posición del cuerpo. Bajo la mayoría de condiciones el niño empujará su mano la distancia restante, quizás 3 centímetros, dentro de la manga del abrigo. A medida que se puede poner el abrigo, el terapeuta dice: “Bien, Timmy, vayamos a afuera”, y sale en un instante. El reforzador es inmediato, natural y efectivo. En la próxima ocasión para salir al exterior, la mano del niño solo se inicia en la manga de modo que esta vez tiene que extenderla más lejos con el fin de ponerse el abrigo. Paso a paso, una menor parte de la actividad es proporcionada por el terapeuta y una mayor es controlada por su contribución para ponerse el abrigo, hasta que el niño eventualmente toma la completa responsabilidad de vestirse, reforzado por el colocarse el abrigo, lo que a su vez es reforzante porque es una ocasión en la que puede ir al patio de recreo abrigado. 
El procedimiento enfatiza los reforzadores derivados a partir de las propias inclinaciones naturales del niño. La objetividad y la aplicación específica de los principios del reforzamiento son las mismas con las consecuencias naturales de ponerse un abrigo que con la comida y las fichas. La principal diferencia es que el reforzador natural tiene que ser descubierto por medio de observar al niño individual, mientras que la comida y las fichas usualmente pueden ser aplicadas arbitrariamente. La aplicación de la psicología conductual a la terapia de oficina entre dos personas es más complicada porque los reforzadores más importantes que apoyan la vida del paciente ocurren fuera de la oficina, inaccesibles al terapeuta. Los reforzadores más disponibles son aquellos involucrados en las acciones y reacciones interpersonales entre el paciente y el terapeuta. Estos reforzadores están dirigidos parcialmente a alentar una observación y evaluación precisa del aquí-y-ahora, y parcialmente hacia el desarrollo de una relación modelo. 
La vía principal abierta al terapeuta para poner al paciente en contacto con reforzadores naturales en la vida cotidiana es aprender sobre su propio repertorio, incluyendo los procesos privados, su reacción ante los demás, y sus observaciones de la conexión funcional entre su conducta y la de los demás (15) al aprender a observar su interacción con el terapeuta. Los detalles de estos procesos son mejor vistos conductualmente como ejecuciones y reforzadores aunque el significado general de las conductas en la historia de vida de la persona es el contexto desarrollista de estas.
Un entendimiento de la distinción entre reforzamiento arbitrario y natural resuelve el conflicto sentido por los clínicos y educadores sobre las características arbitrarias de los procedimientos de reforzamiento. La aplicación más general es la de un lenguaje y un concepto de la naturaleza humana que aclare la interacción entre la conducta de… un individuo y los reforzadores que ya existen en el ambiente, accesibles a él. En este sentido, los principios de la conducta complementan en vez de sustituir a las aproximaciones clínicas empíricas a la terapia.


REFERENCIAS

1.        Ayllon, R., and Azrin, N. Token Economy: A Motivational System for Therapy and Rehabilitation. Appleton-Century-Crofts, New York, 1968.
2.        Bijou, S. W. Application of operant principles to the teaching of reading, writing and arithmetic to retarded children. New Frontiers in Special Education, pp. 1-6- National Education Association, Washington, D.C., 1965.
3.        Bijou, S. W., Birnbrauer, J. S., Kidder, J. D., and Tague, C. Programmed instruction as an approach to teaching of reading, writing and arithmetic to retarded children. Psychol. Rec., 16: 505-522, 1966.
4.        Ferster, C. B. An experimental analysis of depression. Am. Psychol. 28: 857-869, 1973.
5.        Ferster, C. B. Arbitrary and natural reinforcement. Psychol. Rec., 17: 341-347, 1967.
6.        Ferster, C. B. Clinical reinforcement. Semin. Psychiatry, 4: 101-111, 1972.
7.        Ferster, C. B. Experimental analysis of clinical phenomena. Psychol. Rec., 22: 1-16, 1972.
8.        Ferster, C. B. Positive reinforcement and behavior defects in autistic children. Child Devel. 32: 437-450, 1961.
9.        Ferster, C. B. Reinforcement and punishment in the control of human behavior by social agencies. Psychol. Rec., 10: 101-118, 1958.
10.    Ferster, C. B. Transition from laboratory to clinic Psychol. Rec., 17: 145-150, 1967.
11.    Ferster, C. B., and DeMyer, M. K. The development of performances in autistic children in an automatically controlled environment. J. Chronic Dis. 13: 312-345. 1961.
12.    Ferster, C. B., Culbertson, S. A., and Perrott, M. C. Behavior Principles, 2nd Ed. Prentice-Hall, Englewood Cliffs, N.J. 1974.
13.    Franks, C. M., Ed. Behavior Therapy: Appraisal and Status. McGraw-Hill, New York, 1969.
14.    Lieberman, B. A behavioral approach to group dynamics. Behav. Ther., 1: 141-175, 1970.
15.    Lovaas, O. I., Berberich, J. P., Perloff, B. F., and Schaeffer, B. Acquisition of imitative speech by schizophrenic children. Science, 151: 705-707, 1966.
16.    Skinner, B. F. Science and Human Behavior. Macmillan, New York, 1953.
17.    Skinner, B. F. Verbal Behavior. Appleton-Century-Crofts. New York, 1957.
18.    Skinner, B. F. Walden Two. Macmillan, New York, 1948.
19.    Wolf, M., Risley, T., and Mees, H. Application of operant conditioning procedures to the behavior problems of an autistic child. Behav. Res. Ther., 1: 305-312, 1964.
20.    Wolpe, J. The Practice of Behavior Therapy. Pergamon Press, New York, 1969.



[1] Departamento de Psicología, College of Arts and Sciences, The American University, Washington, D. C. 20016. Este artículo fue preparado con el apoyo de la Beca 5T02MH12060 del Center for Crime and Delinquency.
Este artículo fue contribuido por el Dr. Ferster, un miembro del consejo asesor de la Journal, en respuesta a una invitación para una reseña apropiada para el centésimo aniversario.
[2] Nota del traductor: Del original en inglés, milieu therapy.

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