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domingo, 19 de marzo de 2017

El enemigo de mi enemigo es mi amigo: el caso de Vigotsky


Por: Darwin Gutierrez
Miembro de Liceo Contextual


La morfología del comportamiento resulta ser la descripción exhaustiva de los movimientos o cambios físicos que experimenta un organismo. No es casual que las primeras definiciones de conducta se resuman de forma conveniente en “todo lo que hace el organismo”, pero de forma inesperada pronto los investigadores experimentales encontraron serias dificultades.  ¿En verdad todo lo que hace el organismo es de interés científico?, ¿acaso la psicología no interferiría con la fisiología (tan experimentalmente sólida en aquellos momentos)?, ¿el habla de un loro y de un humano es el mismo por su efecto de cambio acústico?

Además de lo imposible que suena compendiar y enumerar todas las formas de comportarse del organismo (al igual que a un físico hacer lo mismo con toda la materia del mundo) gran parte de las definiciones morfológicas de las conductas dependen más del observador que del fenómeno en estudio, por ejemplo la mayor frecuencia de reportar cambios motores se debe a su fácil observación en comparación de las emanaciones químicas del organismo; por estas razones los experimentadores apelaron a definir la conducta a partir de la función que determinada respuesta del organismo entabla con el entorno (Ribes, 1994).

Mientras que diversas líneas de investigación compartían esta postura contestataria, esta tradición dentro de la psicología se autodenominó como conductista, teniendo como principal inspiración metodológica la reflexología pavloviana y la postura teórica de Watson (1913). Sin embargo, no todos los que compartían la crítica pertenecían al club cuyo enemigo público número uno era la morfología (Ribes, 1994); es decir si bien se familiarizaban con dicha preocupación no solo no se comprometían con la metodología y/o teoría conductual, sino la criticaban arduamente. Uno de ellos Lev Vigotsky, psicólogo ruso de principios de siglo XX interesado en el estudio experimental de los llamados procesos mentales superiores y uno de los principales teóricos de la psicología del desarrollo (número 83 en el ranking de psicólogos más influyentes elaborado por la APA, pueden ver más http://bit.ly/2n55ZpY),  quien mostró abiertamente su inconformidad con el análisis morfológico: “cuanto mayor es la organización y diferenciación de las estructuras psicológicas, más insuficiente resulta un puro análisis morfológico”, pero al mismo tiempo combate ferozmente las hipótesis iniciales de la postura conductista sobre el comportamiento complejo. Por ejemplo la posición inicial del pensamiento como habla subvocal “Watson dice que no sabemos en qué momento de la organización de su habla pasan los niños del habla abierta a la murmurada y finalmente a la interna, porque ese problema ha sido estudiado sólo incidentalmente. Nuestras propias investigaciones nos llevan a creer que Watson plantea el problema incorrectamente. No hay razones válidas para suponer que el habla interna se desarrolla de un modo mecánico, mediante la reducción gradual de la audibilidad del habla” (Vigotsky, 1986, p. 150). (Pueden ver más sobre este tema en: https://goo.gl/OLRkM3)

Vigotsky señalaba: cuanto mayor es la organización y diferenciación de las estructuras psicológicas, más insuficiente resulta un puro análisis morfológico

Un detalle cronológico relevante es que el mencionado club, o “cartel” con un enemigo en común no se consolida hasta la aparición del conductismo radical (sí, la imagen de Skinner como el Pablo Escobar del grupo puede aparecer) por las décadas de 1940 y 1950. Las repercusiones extra-académicas a un nivel cultural sin precedentes para la psicología se recopilan posteriormente en “Más allá de la libertad y dignidad” (Skinner, 1971); material que bien podría considerarse como un discurso político para dar respuesta a los ataques provenientes de los académicos de ciencias sociales y humanidades, sus más fervientes perseguidores; una especie de DEA que defendía los postulados de libre albedrío y derechos civiles haciendo ver una supuesta incompatibilidad entre el proyecto de ciencia conductual y los pilares de la sociedad norteamericana. Tomando el bien documentado interés de Skinner de afectar y contribuir a la sociedad a un nivel cultural (y por lo tanto político) como un peligro potencial.


Otro ejemplo de la cercanía del autor ruso, citado en un párrafo anterior, con la causa anti-morfología podemos observarla en su desconfianza en catalogar al habla como un criterio de complejidad comportamental. “El desarrollo (morfológico) del habla en los animales, señala Bastian Schmid, no se puede usar como medida de su comportamiento o inteligencia. En lo relativo al habla, la gallina y el cerdo son animales más avanzados que el caballo y el elefante” (Vigotsky, 1986, p. 158). Mostrando una postura alternativa funcional y genética de cómo el organismo se va a ajustando a los requerimientos ambientales, tanto físico pero sobretodo sociales en el caso del ser humano.


Al observar la producción literaria de Vigotsky se evidencia una cercanía en las críticas innegable, a tal punto en que fácilmente podrían confundirse con las reflexiones conductuales contemporáneas (sí, de esos autores que ya citamos hasta el cansancio por este blog). Si bien ya en un terreno de su propuesta teórica (la suya vinculada fuertemente con el constructivismo) florecen por doquier las discrepancias, nos sirve para recordar que las críticas pueden ser valoradas y sostenibles por sí solas. En un contexto académico en donde la búsqueda de la verdad es el criterio último, las ideas se vuelcan como las únicas protagonistas sin importar el grupo (corriente, escuela, etc.) del cual provengan o su posible efecto social (criterio lógico que obedece a un plano tecnológico). Como en antaño, cuando eras fiel lector de Sócrates : Las ideas tienen que aprender a defenderse por sí solas.


Por último, podemos recalcar que la amenaza de la morfología como criterio suficiente en el estudio de la conducta es constante. Por ejemplo (Skinner, 1979) en “La conducta de los organismos” reconocía que quizá el comportamiento verbal era una de las formas de conducta que no se podrían ajustar a la clasificación respondiente-operante, al parecer basándose en la morfología de la respuesta. Posteriormente, en su propuesta funcional para estudiar el lenguaje: “Conducta Verbal” (Skinner, 1957), vuelve a aparecer el fantasma de la morfología al seleccionar las categorías definitorias a partir de las características físicas de los estímulos discriminativos (estímulos verbales y no verbales). Ni que hablar en la distinción entre conducta gobernada por la regla (gobernada por estímulos verbales) y moldeada por las contingencias (gobernada por estímulos no verbales). Al parecer la historia nos demuestra que estaremos constantemente tropezando así que más vale contar con buenos críticos alrededor. Ya saben el conocido refrán: “mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca”.


Referencias:
Ribes, E. (1994). El análisis de la conducta humana: la morfología como enemigo público número uno. En: Hayes, L., Ribes, E. y López, F. Psicología interconductual: Contribuciones en honor a J. R. Kantor. México: Universidad de Guadalajara.
Skinner, B. F (1979). La conducta de los organismos: un análisis experimental. Barcelona, Fontanella.
Skinner, B. F. (1957). Conducta verbal. Mexico: Trillas
Skinner, B. F. (1971). Beyond freedom and dignity. EE.UU: Ackett Publishing Company.
Vigotsky, L. (1986). Pensamiento y lenguaje. España: Paidós.
Watson, J.B. (1913). Psychology as the behaviorist views it. The Psychological Review, 20 (2), 158-177. Recuperado de http://pages.pomona.edu/~rt004747/lgcs11read/Watson13.pdf








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