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domingo, 5 de abril de 2020

¿POR QUÉ NO SOY UN PSICÓLOGO COGNITIVO? PORQUE LO PSICOLÓGICO ES DISPOSICIONAL IV A


IV. A: “Aportes Wittgensteinianos y la comparación teórica”

BRYAN FÉLIX AGUIRRE JAQUI

50.   En esta cuarta parte, trataré sobre tres tópicos: (i) los alcances del pensamiento de Ludwig Wittgenstein al fenómeno de la disposición con el análisis de la disposición del “dolor” como ejemplo de reflexión; (ii) luego el fenómeno disposicional bajo la mirada de una postura en psicología y, (iii) finalmente, una propuesta basada en estos alcances. Por motivos de amplitud, se dividió estos en A: puntos i y ii; y B: punto iii.

51.   Para tener claridad y amplitud de lo escrito previamente, detallamos primero los alcances importantes que hizo Ludwig Wittgenstein en su obra cumbre “Investigaciones filosóficas” para el entendimiento de lo disposicional. Primero es necesario precisar la cercanía de su pensamiento con el de Gilbert Ryle: no sólo coincidieron en analizar la gramática del lenguaje para aclarar los conceptos filosóficos y demás, sino también tuvieron algunas similitudes que, para los objetivos del presente ensayo, en necesario precisar para seguir con el análisis de lo disposicional. Establezco estas semejanzas fruto de la lectura de sus obras “El concepto de lo mental” de Ryle, e “Investigaciones filosóficas” de Wittgenstein:

Criterios/Autores
G. Ryle
L. Wittgenstein
Gramática o lógica del concepto
Geografía lógica
Juego de lenguaje
Parecidos prácticos que guardan dos conceptos
Lógica familiar
Semejanzas de familia
Tratar a un concepto bajo una lógica que no le pertenece
Error categorial
Cambio de reglas de los juegos de lenguaje

52.   Los aportes del “segundo Ludwig Witgenstein”: el libro “Investigaciones filosóficas” al fenómeno de lo disposicional consiste en mejorar la comprensión que tenemos de la vida mental. El autor amplía la comprensión de las disposiciones mentales en lenguaje de primera persona: “yo pienso”, “yo quiero, “yo siento este dolor”. Generalmente este lenguaje está referido a los fenómenos de lo sensorial, afectivo y perceptivo. Por otro lado, de manera explícita Gilbert Ryle no aclaró esta diferencia entre los fenómenos en primera personas respecto de la tercera persona. Veamos la diferencia entre ellos:
-      
          Situación: Yo estuve muy amoroso con mi pareja hoy.
-        
          Ryle diría: “Ha ocurrido la disposición de estar amoroso con la pareja, esto se le puede identificar con las conductas que se ha desplegado tales como a, b, c, etc. El identificar estos criterios forma parte de identificar este concepto, este fenómeno”.
-          
     En cambio, Wittgenstein llamaría la atención sobre algo importante. Citemos algunos párrafos del II Wittgenstein (el cual se encuentra ordenado en números):

“300. Al juego de lenguaje con las palabras «él tiene dolor» no pertenece sólo — se quisiera decir — la figura de la conducta, sino también la figura del dolor. O: no sólo el paradigma de la conducta, sino también el del dolor. — Decir «La figura del dolor interviene en el juego de lenguaje con la palabra 'dolor'» es un malentendido. La imagen del dolor no es una figura y esta imagen tampoco es reemplazable en el juego de lenguaje por algo que llamaríamos una figura. — La imagen del dolor interviene perfectamente en cierto sentido en el juego de lenguaje; sólo que no como figura”.

Wittgenstein nos quiere decir primero que se pretende o “es tentador” decir que el fenómeno de “tener dolor” está compuesto por una figura de la conducta de dolor, y una figura del dolor “en sí”. El autor nos dice que esta imagen del dolor no se presenta como una “figura en sí”. En definitiva interviene el dolor pero no en forma como figura “mental”. Luego su análisis prosigue en el mito de pensar que todo pensamiento debe de indicar o informar sobre algo, cuando hace ello y muchas otras cosas. ¿Pero cómo identifico eso que “él solamente siente”? Pues no se puede, sólo él lo padece.

- En Zettel el autor nos dice que nadie puede decirle a otro de qué forma o manera tiene que “vivir la sensación de algo”: 52 en Zettel: “… De igual manera: se puede decir "¡Cáusate dolor!", pero no "¡Ten dolor!" Se dice: "¡Ponte en este estado!", pero no: "¡Está en este estado!".

- En Investigaciones filosóficas, siguiendo con las reflexiones de ensayos anteriores, el autor nos enseña que el aprendizaje de las palabras mentales, estrictamente, no significan estas conductas, como si para saber si tengo un dolor debería revisar este diccionario de lo mental primero. Es todo lo contrario, que primero han aparecido estos fenómenos y de manera “aproximada” y “por semejanzas de familia”, se ha “reemplazado” con la palabra “siento dolor”, “presto atención”, “te quiero”, etc., estas reacciones primitivas con estas expresiones verbales. Esto no sólo sucede con el fenómeno del dolor, sino con las otras disposiciones de alusión mental, la cual notamos que su aprendizaje siempre es aprendido de otros, por tanto es público. Por ende, lo que “uno siente”, es sólo el lenguaje de estos conceptos en primera persona, pero que bajo este pretexto, el modelo cognitivo ha justificado la creación de sus fantasmas sea inmateriales como materiales, criticando al Conductismo de no “tenerlo en cuenta”, “ignorarlo”, “reduciendo el comportamiento”.

Veamos:
 “244. ¿Cómo se refieren las palabras a las sensaciones? - En eso no parece haber problema alguno; ¿pues no hablamos cotidianamente de sensaciones y las nombramos? ¿Pero cómo se establece la conexión del nombre con lo nombrado? La pregunta es la misma que ésta, ¿cómo aprende un hombre el significado de los nombres de sensaciones? Por ejemplo, de la palabra «dolor». Aquí hay una posibilidad: Las palabras se conectan con la expresión primitiva, natural, de la sensación y se ponen en su lugar. Un niño se ha lastimado y grita; luego los adultos le hablan y le enseñan exclamaciones y más tarde oraciones. Ellos le enseñan al niño una nueva conducta de dolor. “¿Dices, pues, que la palabra 'dolor' significa realmente el gritar?” - Al contrario; la expresión verbal del dolor reemplaza al gritar y no lo describe”.

Luego el autor nos llama la atención sobre la característica que amplía para la comprensión del fenómeno de la disposición: la asimetría existente de las disposiciones mentales formuladas en primera persona y aquellas formuladas en tercera persona. Del mundo mental de los otros puedo decir que “lo puedo saber de acuerdo a estos criterios”; y de mi mundo mental “no lo sé en base a criterio, simplemente lo padezco, lo sufro, lo vivo, lo siento, lo tengo, lo gozo, etc.” El concepto de “saber” no se atribuye a este mundo sensitivo pues “se sabe con criterios observables”, pero en estos casos, “de por sí se siente, es suficiente ello y no hay duda”.

“246. ¿Hasta qué punto son mis sensaciones privadas? - Bueno, sólo yo puedo saber si realmente tengo dolor; el otro sólo puede presumirlo. - Esto es en cierto modo falso y en otro un sin sentido. Si usamos la palabra “saber” cómo se usa normalmente (¡y cómo si no debemos usarla!) entonces los demás saben muy frecuentemente cuándo tengo dolor. - Sí, ¡pero no, sin embargo, con la seguridad con que yo mismo lo sé! - De mí no puede decirse en absoluto (excepto quizá en broma) que sé que tengo dolor. ¿Pues qué querrá decir esto, excepto quizá que tengo dolor? No puede decirse que los demás saben de mi sensación sólo por mi conducta - pues de mí no puede decirse que sepa de ella. Yo la tengo. Esto es correcto: tiene sentido decir de otros que están en duda sobre si yo tengo dolor; pero no decirlo de mí mismo”.

53.   Esto es, yo no puedo dudar de mi dolor pues lo siento. Pero otros sí pueden hacerlo pues se basan irremediablemente en los criterios observables para ello. Para proseguir con el análisis, es necesario recordar dos cosas fundamentales en todo esto:

(1) La lectura del segundo Wittgenstein (su libro Investigaciones filosóficas) está constituido de párrafos que contienen la estructura:

- Primero: Alter ego del I Wittgenstein (Obra Tractatus Logico-Philosóphicus) esencialista, nominalista, dualista que pregunta, afirma, en son de desafiar al segundo o actual Wittgenstein.

- Segundo: Preguntas del Wittgenstein actual para desafiar la postura nominalista.

- Tercero: Esclarecimiento en forma de preguntas, afirmaciones o sentencias.

(2) Las personas usan el lenguaje cotidiano para muchas cosas, para comunicarse y tener éxito en esto:

11. Piensa en las herramientas de una caja de herramientas: hay un martillo, unas tenazas, una sierra, un destornillador, una regla, un tarro de cola, cola, clavos y tornillos.- Tan diversas como las funciones de estos objetos son las funciones de las palabras. (Y hay semejanzas aquí y allí).
(…)
23. ¿Pero cuántos géneros de oraciones hay? ¿Acaso aserción, pregunta y orden?— Hay innumerables géneros: innumerables géneros diferentes de empleo de todo lo que llamamos «signos», «palabras», «oraciones». Y esta multiplicidad no es algo fijo, dado de una vez por todas-, sino que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (Una figura aproximada de ello pueden dárnosla los cambios de la matemática). La expresión «juego de lenguaje» debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida. Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos ejemplos y en otros:
Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes
- Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas- Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)
— Relatar un suceso
— Hacer conjeturas sobre el suceso
— Formar y comprobar una hipótesis
— Presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas
— Inventar una historia; y leerla
— Actuar en teatro
— Cantar a coro
— Adivinar acertijos
— Hacer un chiste; contarlo
— Resolver un problema de aritmética aplicada
— Traducir de un lenguaje a otro
— Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar.
(…)
27. «Nombramos las cosas y podemos entonces hablar de ellas, referirnos a ellas en el discurso.»— Como si con el acto de nombrar ya estuviera dado lo que hacemos después. Como si sólo hubiera una cosa que se llama: «hablar de cosas». Mientras que en realidad hacemos las cosas más heterogéneas con nuestras oraciones. Pensemos sólo en las exclamaciones. Con sus funciones totalmente diversas.
¡Agua!
¡Fuera!
¡Ay!
¡Auxilio!
¡Bien!
¡No!
¿Estás aún inclinado a llamar a estas palabras «denominaciones de objetos»?

Para concluir sobre lo mencionado, si cada oración, frase, palabra o ademán (también, escritura) posee una lógica única y semejante a otras dada en un contexto determinado, entonces el significado de cada una de esas palabras en dicho enunciado está dado dentrodel mismo y su contexto. Por ello, el significado de las palabras no las da un diccionario (a lo mucho este trata de capturar lo común en ellos), sino cada uso de dicha palabra en el contexto de su formulación, escritura, expresión, etc. Esto es, el significado de las palabras o los términos de alusión mental, se significan en el contexto cotidiano de la enunciación de las personas. Tal cual Ryle nos llamaba la atención diciendo que hay que analizar las conductas con que denominamos los términos mentales en los usos originales de las personas.

54.   Esto trae como consecuencias que el enunciar la palabra “atención” en dos situaciones distintas: (a) aunque se den en dos situaciones diferentes es probable que por sus semejanzas de familia sean parte del mismo juego de lenguaje; (b) o puede darse que aunque sean los mismo términos, se constituyan dos términos de dos juegos de lenguaje distintos con semejanzas de familia distantes. Este ejemplo confirma la estrecha relación del análisis de lo disposicional de Ryle y Wittgenstein.

55.   Continuando con el análisis del “dolor”, como ejemplo principal para el análisis de los aportes de Wittgenstein a las disposiciones psicológicas, ya tenemos por sentado que los términos de alusión mental, en primer lugar, no pertenecen a las teorías psicológicas de manera originaria ni original, sino al lenguaje de la gente: Pregúntate a ti mismo… ¿Qué podría ser más o menos el dolor? ¿A qué nos referimos con la palabra dolor? Pues podríamos que, más o menos, cuando decimos que algo nos duele, es porque ocurre algo que sentimos, “sensaciones que se sienten”. Entonces, de acuerdo a lo que hemos expresando anteriormente, el dolor nos lo enseñan en función a lo que estamos sintiendo y expresando a otros y sobre ello, otras personas nos dicen que se refiere a la sensación de dolor. Como primera conclusión: “Utilizar correctamente la palabra “dolor” consiste en atribuir a alguien una sensación sentida por alguien con base en su conducta”.
56.   La regla de la definición para el “dolor” es del tipo vago (Arrington, en Conducta y Lenguaje de Ribes y Harzem), en donde “los criterios” pueden ser varios, y por ende, el término es vago puesto que el contexto y las semejanzas de familia determinarían, para estos casos, su uso correcto. Hasta se diría que este concepto podría carecer de estos “criterios” observacionales en la medida que alguien pueda fingir perfectamente estas sensaciones sin que quiera decir que no las esté sintiendo. Se puede fingir bien el dolor sin alguna expresión observable, por tanto podemos afirmar que “alguien está teniendo dolor sin que exprese criterios observables”. Podríamos también decir que no existen un conjunto determinado y limitado de conductas que encierren tal concepto del dolor, aunque con estos sea evidente que aprendemos a capturar el criterio del concepto.
57.   De los conceptos psicológicos sea los que se refieren estrictamente a las sensaciones y percepción como aquellos que no (de todos modos siempre está ocurriendo en el sujeto sensaciones y percepciones acompañadas de otras disposiciones), se puede decir que existen expresiones que, aunque las posean, no pueden en algunas ocasiones expresar criterios de conducta observables. Conceptos como pensar, voluntad, atención, querer, inteligencia, y principalmente términos referidos a las sensaciones y percepción, se asemejan a la naturaleza de este fenómeno expresadas en primera persona (esto se ampliará en la parte final).



58.   Iniciando el segundo punto de este ensayo, este dibujo sintetiza las posturas que han tenido estos enfoques, veamos lento y reflexivamente:
“El conductista, a su vez, tiene razón al subrayar la necesidad de recurrir a la conducta para determinar si alguien sufre de dolor pero no la tiene cuando iguala a los dos lógicamente. El análisis gramatical que hizo Wittgenstein nos muestra la razón por la que la posición de los conductistas resulta tan paradójica a la vez que nos revela por qué el modelo dualista es epistemológicamente inaceptable” (Arrington, en Emilio Ribes y Peter Harzem, 1990; Conducta y Lenguaje, p. 326).


59.   En un sentido amplio:
59.1.  El error del conductista es asumir que lo psicológico “son” los episodios de conducta que suceden uno-a-uno, no explicitando la lógica disposicional.
59.2.  Por otro lado, los cognitivos para evitarse el problema de los conductistas, tuvieron en cuenta que estos fenómenos “trascendían” los episodios uno-a-uno que los conformaban, y para ello tuvieron la necesidad de crear un ente “trascendental” física y temporalmente para que justifique este carácter extra-episódico (para los casos de los Cognitivismos clásicos, y no sofisticados actualmente). Por hacer ello, el cognitivismo calló en el problema epistemológico irresoluble de sustentar un objeto de estudio mecánico y para-mecánico.
59.3.  Con respecto a la teoría de campo, desde sus inicios concibió el carácter disposicional en el análisis de su objeto de estudio, siendo las lógicas del contexto aquellas que influirían en la actualización de la conducta. Emilio Ribes amplía este término a los fenómenos históricos y no sólo presentes. Luego de su acercamiento con la filosofía analítica, modifica muchas de sus ideas y entre ellas, analiza conceptualmente la mayoría de fenómenos que se aluden con terminología mental.

60. Siguiendo con el análisis, ¿se acuerdan cuando se dijo que el concepto de dolor podríamos identificarlos sin criterios observables pero con ellos se le aprende? En términos de Arrington (Ribes y Harzem, 2007, p. 324): “El dualista no alcanza a ver que las condiciones conductuales para la aplicación son, en gran medida, parte del significado de dolor. El conductista no alcanza a ver que estas condiciones no son necesarias ni suficientes para la existencia de este”. Afirma posteriormente: “No se pone en duda el autoconocimiento de nuestros propios dolores, porque aquí no hay conocimiento en absoluto. Uno los tiene, y puede o no expresarlos al utilizar la palabra “dolor” (p. 327). Estas implicancias agregadas por la obra “Investigaciones filosóficas” de Ludwig Wittgenstein agrega el eslabón perdido para complementar y completar el análisis de la tercera parte de este ensayo:

60.1.  “Los conceptos mentales pueden, algunas veces no mostrar criterios observables, pero estos son la única vía para su aprendizaje e identificación…

60.2.  Sin embargo, afirmar esto no justifica la existencia de una vida privada y exclusiva que cause lo público y compartido, pues esto último son las características principales de su mismo aprendizaje e identificación…

60.3.  Simplemente son las reacciones que se padecen propiamente en el sujeto que, con el tiempo en sociedad, se envuelve propiamente lingüístico”.

61.   ¿Entendiendo esto podríamos postular alguna atribución especial al mundo mental? Claramente no, pues mucho de lo los psicólogos decimos como mental son todas aquellas reacciones que vienen con nuestro sistema reactivo biológico como especie que, posteriormente, es dotado y complejizado con un sistema de respuesta sofisticado y socialmente elaborado a través de la historia del hombre por medio de su idioma y escritura en su cultura particular. Lo mental, en estos “usos” de sus términos para las sensaciones, percepciones así como también para otras disposiciones (puesto que la persona no deja de sentir o padecer de sensaciones en aquellas), son la conducta básica u otras veces compleja que tú sientes cuando…
-          
       Que tú sientes al hablar sobre la película de ayer,
-          que tú sientes cuando resuelves un problema de álgebra,
-          que tú sientes al jugar ajedrez,
-          que tú sientes al dibujar un paisaje visto anteriormente,
-          que tú sientes al leer esta palabras de este ensayo,

-          que tú sientes al tener la intención de hacer algo pero no la haces y por ende nadie mira nada,
-          que tú sientes cuando quieres algo o a alguien y no muestras algún indicio observable,
-          que tú sientes cuando estás motivado a decir o hacer algo y no lo haces,

Ryle y el Conductismo han pregonado correctamente que los criterios para “evidenciar” estos estados mentales son el conjunto de criterios observables de lo que hagamos o digamos con respecto a nosotros mismos, otras personas o circunstancias. Estos criterios son parte del fenómeno, son la expresión de aquel. No son la consecuencia, ni lo que se padece es la causa. Ambos son elementos de un mismo fenómeno entendido por medio de un concepto de alusión mental. Se concluye de todo esto lo siguiente:

Se lee de izquierda a derecha à à à à
Conceptos en primera persona: “Yo pienso que …”
Conceptos en tercera persona: “Está pensando eso…”
Lo que los cognitivos dicen que es
“La mente”: la causa de la conducta observable, puesto que es lo que “primero se siente” para “luego hacer”.
Participa como una variable Mediacional.
“La conducta”: la consecuencia de lo mental puesto que “viene después y lo observan los demás”. Llamado a veces conducta “motora”.
Lo que lógicamente es
Lo que padece el sujeto, la reactividad biológica y convencional que sólo afecta al sujeto. No es variable Mediacional sino parte del fenómeno.
Los criterios observables para la identificación del concepto de alusión mental, pero no criterios suficientes para su existencia.
El error que se cometió
No es lo primero que causa el fenómeno, pues de manera complementaria siempre existe y “se evidencia” con lo que viene luego que es observable. Esto se desarrolla en forma de sistema reactivo lingüístico por medio de los criterios de evidencia en “los otros”.
No es todo ni lo más relevante del fenómeno. Es aquella conducta que es observable y son las evidencias de que un estado mental esté ocurriendo. A veces pueden omitirse (los criterios), sin que signifique el estado mental no exista.

Concluimos que ambos aspectos son parte del fenómeno que el concepto abarca. La confusión de aquellos hizo posible la existencia de diversas perspectivas filosóficas en Psicología. Si bien propondré una clasificación “personal”, forzosa y aproximada de estas, lo relevante que digo aquí, es que la confusión conceptual que hemos parcialmente aclarado en todo el ensayo, ha aportado considerablemente en la amplia disparidad de posturas que existen alrededor de la disciplina de la Psicología y sus propuestas sobre “lo mental”. A pesar del tiempo transcurrido, aún no se ha tomado conciencia de este hecho: la confusión conceptual ha influido que los enfoques tomarán posturas con respecto a los conceptos en primera persona (“cognitivo”) y los conceptos en tercera persona (“conductual”):

     (a)    Algunos los dividen en diferentes aspectos y piensan que lo “único” en el concepto es uno de ellos en desmedro del otro: Cognitivos solipsistas (“Berkeley”), cognitivos puristas (“El pensamiento es o está en la mente”) / conductistas eliminativistas (“Lo mental no puede estudiarse y/o no existe”) ;
(        
      b)   Algunos los dividen en diferentes aspectos y piensan que lo “más relevante” en el concepto es uno de aquellos: Cognitivos-conductuales (“La cognición es anterior a la conducta”) / conductistas que apelan a “variables” mediacionales. Conductistas actuales (lo mental sólo es secundario, paralelo, consecuencia), Conductistas-cognitivos (“la conducta es primero a la cognición”).
(   
     c) Una tercera postura aparte sería aquellos que proponen al “cerebro” como una tercera variable fundamental o única (cognitivos-materialistas eliminativistas), o más relevante (cognitivos-materialistas).

62.   Se podría analizar cada perspectiva de lo mental de estas posturas filosóficas, sin embargo para mantener el curso del análisis de lo disposicional, se concluirá hasta el momento del ensayo los siguientes cinco puntos (que al mismo tiempo son críticos para las posturas anteriores descritas):
-         
     PRIMERO: Se tratan de “conceptos de alusión mental”, no de “hechos mentales”. Son tan reales y genuinos que “no pueden evitarse ni ignorarse”. Las personas hablan de lo mental, y toda teoría psicológica es “mentalista”, sólo que asumen de manera diversa estos conceptos.
-      
       SEGUNDO: Estos conceptos pertenecen a las personas, y no a las teorías. Cuando las personas usan estos conceptos no se equivocan pues logran comunicar por medio de un contexto (cuando es) pertinente, sus objetivos múltiples. Son los psicólogos que piensan erróneamente que “son sus términos”.
-    
      TERCERO: No son “una teoría” que deba ser “evitada”, “desarrollada”, “desplazada” o “superada”. Son conceptos que deben ser “analizados y categorizados” según su lógica gramatical o juego de lenguaje implicado. Estos son polisémicos, multívocos. El lenguaje de la teoría al ser técnico y unívoco, se ha entrampado en esta “traducción”.
-     
        CUARTO: El desconocimiento de los métodos analíticos y con ello el carácter disposicional de estos conceptos, hizo posible esa gran disparidad filosófica que es ontológicamente absurda, y epistémicamente sin consenso.
-      
        QUINTO: Se puede desde cualquier teoría usar este lenguaje, siempre y cuando se diga que se habla en su lógica de lenguaje cotidiano (disposicional). El desafío está en cómo teorizar esta lógica disposicional desde la ciencia, sabiendo que ambos lenguajes son gramaticalmente contrarios (y por ende no “deben ser equivalentes”, como lo piensan y hacen las teorías cognitivas). Hasta aquí acaba nuestro ensayo, en plantear una propuesta de cómo hacerlo.

63.   Podemos decir ahora que mientras la filosofía “analice qué es y qué no es el dolor, el pensar, el control, el conocer”; la ciencia empírica “explica las razones del porqué se da y cómo se da el dolor, el pensar, el control, el conocer”. Como se dijo en un principio, el análisis presente de lo disposicional es un análisis filosófico, no es un análisis de determinada teoría. Es un ensayo para luego desarrollar teoría, en este caso compararlas diferenciarlas y esclarecerlas. Existen diversos análisis que se han realizado al respecto de lo disposicional con diversos conceptos mentales, si bien esto escapa a los objetivos y limitaciones del presente ensayo, sólo trataremos de colocar brevemente la postura de B. F. Skinner, máximo representante del Conductismo Radical, a luces de las ideas expuestas hasta aquí (Cabe recordar que todo modelo teórico cognitivo, en la medida que estructure un modelo de conceptos especializados y técnicos “con” los conceptos de alusión mental, cometerá los diversos errores antes mencionados).
A continuación, colocaré una conclusión basada en algunas hipótesis sobre la postura de Skinner y los conceptos de lo disposicional:
-      
    PRIMERO: En su libro “Ciencia y Conducta Humana” de 1971, Skinner demuestra que prioriza la lógica disposicional de los criterios observables (conceptos en tercera persona), estando en lo correcto sobre la forma de identificar los estados mentales:

“Cuando decimos que un hombre come porque tiene hambre, que fuma mucho porque tiene el hábito de fumar, que pelea porque tiene un instinto belicoso, que actúa brillantemente a causa de su inteligencia, o que toca bien el piano a causa de su sentido musical, parece que nos estemos refiriendo a causas. Pero si se analizan estas frases resultan ser descripciones meramente redundantes. Se describe un solo conjunto de hechos en las dos afirmaciones: “come” y “tiene hambre”, uno solo en “fuma mucho” y “tiene el hábito de fumar”, así como en “toca bien” y “tiene sentido musical” (p. 47).

-        SEGUNDO: Skinner no rechazaba el lenguaje ordinario de lo mental, como se evidencia en todos sus libros, especialmente el libro “Sobre el Conductismo” donde “conceptualiza” varios de estos conceptos según los criterios observables en tercera persona. Skinner sí rechazaba la forma en que “los cognitivos” habían puesto como causa los conceptos en primera persona o aludidos a lo que “poseía el sujeto”, afirmando correctamente que estos conceptos “forman parte” del todo y no lo causan:

“La costumbre de explicar una afirmación en términos de otra es peligrosa porque sugiere que hemos encontrado ya la causa y que por tanto no hay necesidad de investigar más allá. Además, término como “hambriento”, “hábito” e “inteligencia” convierten lo que en realidad no son más que propiedades de un proceso o relación, en entidades independientes. De este modo, no prestamos atención a las cualidades que podrían eventualmente descubrirse en la conducta humana y continuamos buscando algo que quizás no existe” (Skinner, 1971, p. 47).

-      TERCERO: Este rechazo sistemático a la forma que se interpretó los conceptos en primera persona hizo que Skinner considerara fundamental los criterios con que se identifican las diversas disposiciones de lo mental, haciendo posible que en sus análisis, de manera correcta identifique estos criterios; pero por otro lado despojaba del carácter y la dinámica de lo que el sujeto sentía, padecía sufría. Por ejemplo, en la propuesta de lo disposicional sobre el concepto de “control”, lo despojó del carácter “intencional”. Arrington (Ribes y Harzem, 2007) realiza un análisis conceptual del “control” verificando el carácter “intencional desde la propia persona” del concepto. Comienza argumentando lo siguiente para concluir luego:

“…la libre acción es compatible con el determinismo (…) mi estrategia de ninguna manera implica poner en tela de juicio el argumento de que toda la conducta es causada. Más bien voy a preguntar si es correcto emplear el vocablo “control” cuando se d escribe la determinación de la acción humana (…) Control es un concepto mucho más limitado que el de determinación causal (p. 329).

Concluye entonces: “…Skinner utiliza el término control en un sentido técnico, el cual es muy diferente al de su uso normal. ¿En qué consiste este sentido técnico? Me parece que para él equivale a “causalmente determinado” (…) si el nuevo sentido no logra advertir distinciones importantes transmitidas por el uso inicial ordinario, entonces la revisión corre el riesgo de sufrir un empobrecimiento intelectual” (p. 334).
(Véase de manera extensa el análisis en Ribes y Harzem, 2007, “Lenguaje y Conducta”, pp. 329-337).
-    
     CONCLUSIÓN: La postura del Conductismo Radical acierta en diversos aspectos del carácter disposicional de los conceptos mentalistas: (a) los criterios observables que sirven para el aprendizaje de los conceptos mentalistas; (b) Estos criterios también definen la identificación de los conceptos mentales, (c) El carácter no dualista y/o metafísico de los conceptos, (d) el carácter no reduccionista-materialista de estos conceptos. Sólo por el hecho de priorizar el lenguaje en tercera persona, evitó a toda costa la introducción de estos conceptos para la explicación y comprensión de los fenómenos, puesto que al formar parte del fenómeno, realmente no dicen nada del “porqué” de su existencia. Por ejemplo, la inteligencia no explica el comportamiento inteligente, sino el entrenamiento dado  previamente en situaciones graduales y cambiantes. Siguiendo la lógica disposicional, “el inteligir” es una disposición “que describe que bajo ciertas circunstancias cerradas el sujeto desplegará competencias que resolverán el problema”. ¿Se da cuenta? No explica, pero sí describe la tendencia o potencial. No explica, pero parece que lo hace.

64.   Finalmente, es necesario recordar que en la actualidad existen un cognitivismo sofisticado y un conductismo sofisticado. Esto es, ya se ha desarrollado modelos cognitivos que priorizan y están investigando los aspectos interactivos de la cognición (véase modelos de la mente “enactiva”, “extendida”, “corporizada”, “sistémica” y “ecológica” en diversos autores). Y un conductismo sofisticado que de a pocos está ampliando en el análisis de los componentes verbales, de las afecciones que suceden en el sujeto dentro de propia situación experimental bajo parámetros estrictos. Se tratan de modelos que explícita o implícitamente han asumido una postura integral del fenómeno, lo que implica que han entendido mejor el carácter disposicional de los fenómenos de alusión mental, además de que no existen impedimentos lógicos ni teóricos para no contemplar estos fenómenos dentro de su programa de investigación (Alejandro Tomasini en Conductismo y Filosofía, en la “Revista Mexicana de Análisis de la Conducta”, versión electrónica, pp. 53-63). Al parecer, el futuro va en esta dirección, sin que quiera decir que la confusión conceptual aún prevalezca o se arrope de estas posturas sofisticadas.

65.   Pensamos que esta tendencia es beneficiosa para estas teorías debido a que se abren rutas nuevas y con mejor heurísticas para interpretar los fenómenos; pero no para la disciplina en general, que sigue escindida en programas de investigación que estudian estos fenómenos bajo explicaciones distintas: conductistas no mediacionales, cognitivos mediacionales, y materialistas tanto mediacionales como no mediacionales. Estoy algo convencido que esta disparidad en parte está muy influenciada por esta confusión conceptual sobre los conceptos psicológicos y de alusión mental, que no se requieren “variables adicionales” más allá de las regularidades empíricas observadas. ¿Con todo lo visto hasta el momento podría apreciarse esto? No estoy parcializándome hacia una determinada propuesta ni de manera arbitraria ni tampoco injusta, pues a ambas he mostrados su confusión.

66.   No niego que no deban o no pueden existir diversos programas de investigación en una disciplina científica, pues hasta en las ciencias más duras sucede esto, sino que esta disparidad de investigación prolífica se sustente –en parte- en base a esta confusión de los conceptos de alusión mental. La cuarta parte del ensayo propondré una alternativa sobre las disposiciones mentales y reflexiones finales que van en esta dirección. No deben de perdérsela.

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