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domingo, 16 de febrero de 2025

ACT: Contextualismo Funcional y Teoría de los Marcos Relacionales (una breve introducción). El caso de dos categorías transdiagnósticas

 

 Por: Diana Yasmin Llamocca Ciriaco.

 

Como se había mencionado anteriormente, la ACT asienta sus fundamentos teóricos en el contextualismo funcional, de esta manera se basa en una filosofía pragmática, considerándose como “verdadero” aquello que funciona y desechando verdades absolutas (Hayes, 1993; Hayes et al., 2014; Pérez, 2014). Es preciso señalar que el término “contextualismo” fue acuñado por el filósofo norteamericano Stephen Pepper (1942) en su libro titulado “World hypotheses: A study in evidence” mediante el cual resume y explica cuatro importantes hipótesis globales del siglo XX: formismo, mecanicismo, organicismo y contextualismo.

Ahora bien, la metáfora raíz del contextualismo es el evento histórico, no obstante, para el contextualista un evento histórico no significa un evento pasado que está olvidado y debe ser resucitado (algo que generalmente se hace a la hora de representar eventos históricos). Por el contrario, el verídico evento histórico es aquel evento actual (presente) dinámico, dramático y activo. Por ende, se le puede llamar “acto” (act) a dicho evento, teniendo en cuenta que no es un acto concebido en sí mismo o aislado; por el contrario, es un acto dentro de un contexto. En otras palabras, el contextualismo se afianza en el evento presente cambiante (Pepper, 1942; Maero, 2022).

De acuerdo a Harris (2009) el contextualismo tiene un enfoque holístico porque tiene como punto primordial la totalidad del acontecimiento. En vista de ello, la naturaleza del acto se va a definir por sus pretendidas consecuencias, es decir, por lo que se busca con la conducta ejercida en el medio. Aunque, sin un objetivo expuesto previamente, ningún comportamiento modelado por consecuencias sería efectivo (Hayes, 1993).

Según Hayes et al. (2014): “En el contextualismo funcional los acontecimientos psicológicos son considerados como interacciones de organismos completos en un contexto histórico y situacional” (p. 56). Siendo “la acción en un contexto”, una unidad organizadora en la Ciencia Conductual Contextual. Es determinable que conducta y contexto se definan recíprocamente, cada uno en función del otro.

Por otra parte, el contextualismo funcional tiene como objetivo fundamental no sólo predecir y explicar el comportamiento, sino también en influenciar y cambiar las conductas (Maero, 2022). Por dicha razón, la ACT asienta sus bases en el contextualismo funcional, porque centra al cliente en las consecuencias de su acción, tratando de valorar y resaltar la globalidad que supone dentro de su contexto. En ese sentido, los terapeutas ACT buscan influir en los propósitos que cada cliente tiene en su vida, y cómo estos propósitos están repercutiendo en su mundo de la experiencia directa y en su mundo interno (lenguaje humano). En resumen, la palabra “contexto” trasciende a ser un término funcional, que incluye la historia como las situaciones que tienen relación con la conducta (Hayes et al., 2014).

 

Teoría de los marcos relacionales

La Teoría de los Marcos Relacionales es una teoría contextual funcional del lenguaje y la cognición humana, posicionándose como un área crucial para investigaciones del comportamiento humano. La TMR persigue brindar una explicación con sustento científico que ayude a entender por qué algunas especies evolucionaron más que otras, tratando de comprender las raíces de los logros y del sufrimiento humano (Hayes et al. 2001; Hayes et al. 2014).

La TMR es el resultado de una ardua investigación experimental, enfocado a la fundamentación y desarrollo de la ACT, de esta manera se centra en la capacidad humana para crear relaciones entre eventos y emanar funciones nuevas, que no han sido enseñadas ni reforzadas previamente (Pérez, 2014). Así, estudia empíricamente los procesos de desarrollo acerca del lenguaje y la cognición, tales relaciones pueden ser de tipo “diferente” (un celular es diferente a un armario), igual (una manzana es igual a una pera, en que ambas son frutas y se pueden comer), opuesto (grande es lo opuesto de pequeño, triste es lo opuesto de estar feliz), comparación (julio es menos alto que Marcos), pertenencia (las rodillas son de las piernas) o la toma de posición en la base del yo (yo estudié Geometría y tú estudias Computación; yo estoy en Lima y tú estás en Ayacucho).

Dentro de la gran cantidad de relaciones establecidas, la TMR ha estudiado especialmente los marcos relacionales consistentes en la vinculación mutua, vinculación combinatoria y transformación de funciones. Por un lado, la vinculación mutua contiene una relación bidireccional entre dos eventos; de la relación en una dirección (un billete de cincuenta dólares es mayor que un billete de cinco dólares) proviene una segunda relación en otra dirección (un billete de cinco dólares es menor que un billete de cincuenta dólares). La vinculación combinatoria supone una relación transitiva en la que dos relaciones se pueden combinar para dar una tercera; si Marcela está en cuarto semestre, julio dos semestres menores que Marcela y Pedro un semestre mayor que julio, entonces Marcela está un semestre más adelante que julio. Lo resaltante de estas relaciones es que constituyen procesos no enseñados que no han sido reforzados. Por último, la transformación de funciones se refiere a cambios en las funciones de estímulos por formar parte de un marco en el que están relacionados con un tercero.

En concreto, la RFT no ha descubierto algo novedoso, pero ha demostrado cómo se presentan estos marcos relacionales en la vida diaria de todo ser humano. La RFT no separa los procesos internos (pensar, sentir, imaginar, etc.), ya que al igual que la conducta observable, considera los eventos privados como conducta, por tanto, rechaza que el mundo mental sea una causa de la conducta externa. En suma, la RFT implica una nueva concepción de la psicopatología, adquiriendo un enfoque transdiagnóstico y promoviendo la flexibilidad psicológica (Clavijo, 2004).

 

Evitación experiencial y fusión cognitiva: Categorías transdiagnósticas en el ACT

 

Desde tiempos primitivos el hombre ha intentado entender por qué es vulnerable a padecer enfermedades mentales; grandes e imponentes culturas del mundo trataban de dar una explicación haciendo referencia a los dioses, a las fuerzas sobrenaturales o a los demonios (Salaverry, 2012). En la actualidad, gracias al avance de la ciencia psicológica, se han abierto nuevas posibilidades que darían una respuesta al sufrimiento humano, y, por ende, una nueva perspectiva para entender, por qué surgen y se mantienen, en la persona, muchos de los trastornos registrados en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) (Peréz, 2014).

Hace unas décadas, surgió una nueva ola de terapias, denominadas contextuales y de tercera generación, que prosiguen a las terapias de primera y segunda generación (Peréz, 2014). Dentro de las terapias contextuales tenemos las siguientes; Activación conductual (AC), Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), Terapia Dialéctico Conductual (DBT), Psicoterapia Analítica Funcional (FAP), entre otros. Lo expuesto, hace evidente la evolución que han tenido las terapias cognitivo conductuales en los últimos tiempos, asimismo, refleja la preocupación científica por buscar nuevas formas de tratamiento que sean más eficaces para la humanidad (Álvarez, 2019).

De acuerdo a Harris (2009) la ACT está fundamentada en el análisis del comportamiento aplicado (ABA) y en la teoría del marco relacional (TMR), que engloba el comportamiento del lenguaje humano, tanto como, la cognición. Además, trabaja bajo una filosofía denominada contextualismo funcional (CF). Esta terapia explica el sufrimiento humano mediante dos procesos normales (procesos cognitivos) de la mente humana normal: la fusión cognitiva (FC) y la evitación experiencial (EE) (Hayes, 2014).

Es necesario resaltar que tanto la FC y la EE dan lugar y están implicados en los procesos de inflexibilidad psicológica (psicopatológicos), los cuales son seis: fusión cognitiva, evitación experiencial, pérdida de contacto flexible con el presente, apego al yo conceptualizado, falta de claridad con los valores y acción disfuncional, dichos procesos se encuentran interconectados y tienen su base en la TMR (Pérez, 2014). No obstante, ACT ofrece una concepción de psicopatología alternativa a los sistemas nosológicos (DSM - CIE), de forma más específica, se desenvuelve bajo un modelo transdiagnóstico, que involucra una nueva concepción a los cuidados de salud mental (González et al., 2018).

En sus inicios ACT centra su planteamiento en torno a la formulación de casos; los problemas de las personas giraban sobre una clasificación funcional que se denominó trastorno de evitación experiencial (TEE) o evitación experiencial destructiva (EED), el cual se definió como una manera de actuar adherido al seguimiento de reglas; no estar en contacto con experiencias privadas aversivas o desagradables (pensamientos, emociones, sensaciones, recuerdos, etc). Por consiguiente, las personas que evitaban estos sucesos, a menudo, a largo plazo terminaban con un nivel elevado de insatisfacción personal, dado que sus conductas estaban guiadas por el seguimiento generalizado de reglas (Clavijo, 2004). Se encontró que el TEE era un elemento común en diversos trastornos según los criterios taxonómicos de la CIE o del DSM. En ese sentido, los trastornos de ansiedad, la preocupación excesiva, la depresión, el desempeño laboral deficiente, el abuso de sustancias, la esquizofrenia, las conductas sexuales de alto riesgo, el trastorno límite de la personalidad, el estrés postraumático, entre otros, estarían altamente asociados con la evitación experiencial (Hayes et al., 1996; Boulanger et al., 2010; Harris, 2009; Luciano et al., 2016).

Por su parte, la fusión cognitiva (FC) cumple un concepto base dentro de la ACT, ya que se pueden analizar los problemas psicológicos con el seguimiento inflexible de reglas verbales (Hayes et al., 2011). Desde un punto conductual-contextual, los pensamientos no son causas de la conducta, porque también son conductas que exigen una explicación, por ello los analistas buscan exponerla en términos de contingencias ambientales (Freixa, 2003). De acuerdo a Hayes et al. (2014) la FC “consiste en mezclar los procesos verbales cognitivos con la experiencia directa, de manera que el individuo no puede diferenciar entre ambos” (p. 358). Agregado a ello, la FC suele darse en un contexto de “literalidad”, mediante el cual la persona responde a un evento privado de igual forma que lo haría frente a referentes de estos enunciados (Hayes & Wilson, 1995).

Considerando que la evitación experiencial es uno de los factores más importantes en la Psicopatología, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) sostiene que un problema de salud mental se distingue por una alteración significativa de la cognición, la regulación de las emociones y de la conducta, provocando afectación en otras áreas importantes del individuo. Por otro lado, la OMS (2022) afirma que existe un conjunto de factores individuales (psicológicos y biológicos), sociales, comunitarios, culturales, familiares y estructurales que podrían ser protectores para la persona, o, por el contrario, representar un riesgo en la adquisición de conductas desadaptativas. Por ello, quienes se encuentren expuestos a situaciones más adversas como la pobreza, la desigualdad, la violencia y la discapacidad representan un mayor peligro (OMS, 2008). Los datos indican que los trastornos psíquicos, neurológicos y por el consumo de sustancias psicoactivas representan el 10% de la carga mundial de morbimortalidad y el 30% de las enfermedades no mortales, de igual importancia, las personas con trastornos psicológicos severos fallecen de 10 a 20 años antes que la población global (OMS, 2022). A su vez, Steel (2014) señala que las cifras de prevalencia de los trastornos mentales continúan aumentando, causando costes económicos en Europa y América.

En cuanto a la fusión cognitiva (FC) se conceptualiza como el acto de creer el contenido literal del lenguaje humano privado (pensamientos, creencias, sentimientos, reglas verbales, etc.) omitiendo las contingencias del entorno, es decir, la persona que está en este estado se encuentra unida a sus pensamientos y es posible que no sea consciente de aquello que está pensando, en ese sentido, la fusión cognitiva significa que los pensamientos dominan el comportamiento. La literalización de los pensamientos origina que no se pueda estar en el presente, puesto que, la capacidad simbólica del lenguaje humano, atraerá experiencias del pasado o propulsiones futuras (Harris, 2009; Hayes et al., 2011; Ramos et al., 2018). Estudios empíricos demuestran que la fusión cognitiva está relacionada a la ansiedad y a la depresión, asimismo, se ha encontrado que la FC se asocia con la rumiación y la culpa (Herzberg et al., 2012; Dinis et al., 2015; Bardeen et al., 2016). Concretado por la OMS (2022), en el año 2019 una de cada ocho personas en el mundo padecía un trastorno mental, entre ellos los más frecuentes eran los trastornos depresivos y la ansiedad, que fueron más prominentes en el 2020 a raíz del confinamiento por covid-19. Específicamente, en el año 2019, 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad, y 280 millones de personas padecían depresión.

De igual importancia, en cuanto a la evitación experiencial, en el continente americano la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2009) puntualiza que los trastornos mentales representan el 22.4% del tributo total de enfermedades, además son una parte robusta de la morbilidad que se atiende en los centros de atención primaria. Así bien, en muchos países de América el presupuesto destinado a la salud mental aún no supera el 1% del presupuesto general de salud, ello evidencia una carencia en cuanto a la atención descentralizada en la comunidad. En la misma línea, Kohn et al. (2005) sostienen que la brecha de atención de los trastornos mentales en América Latina y el Caribe es grave, puesto que, del número total de adultos diagnosticados con enfermedades mentales, tales como; depresión mayor (58.9%), ansiedad generalizada (63.1%), trastorno de pánico (52.9%), trastorno obsesivo-compulsivo (59.9%) y trastorno por consumo de alcohol (71.4%) no recibieron el tratamiento oportuno cuando lo necesitaban. De manera similar, León (2021) señala que cerca de 16 millones de jóvenes en América Latina y el Caribe sufren algún trastorno mental diagnosticado. No obstante, el Caribe mantiene una media más alta, sobre el 15% y 18% que el resto de regiones del continente.

Con respecto a la fusión cognitiva (haciendo alusión a la depresión y a la ansiedad debido a la asociación entre dichos trastornos con la FC), a nivel latinoamericano; según la investigación realizada por Kohn et al. (2005) se estima que en el Municipio de Bambuí en Brasil 5.1% de la población masculina y 10.2% de la población femenina padece depresión mayor. Mientras que en Santiago de Chile la tasa de prevalencia es de 2.7% en hombres y 8.0% en mujeres. Al mismo tiempo, en Colombia la prevalencia de depresión mayor es de 5.3% en hombres y 10.2% en mujeres. Por otro lado, en la ciudad de Sao Paulo la tasa de prevalencia del trastorno de ansiedad generalizada es de 0.7% en hombres y 1.1% en mujeres. Mientras tanto, en Santiago de Chile, la prevalencia de este trastorno es de 3.2% en hombres y 6.9% en mujeres. Naturalmente, es evidente que el trastorno por depresión mayor y el trastorno por ansiedad generalizada es más común en personas del sexo femenino. De manera similar, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2020) realizó un sondeo para analizar el efecto del covid-19 en la salud mental de los adolescentes y jóvenes de América Latina y el Caribe, se encontró que 27% de los jóvenes reportan un mayor porcentaje de ansiedad y 15% depresión. Asimismo, se detectó que 43% de mujeres y 31% de hombres se sienten pesimistas frente al futuro.

A nivel nacional, con relación a la EE y FC, el Ministerio de Salud (MINSA, 2021) asegura que en la región costeña peruana ha recibido más de 156 mil casos de ansiedad, 77 mil casos de depresión y 18 mil casos de consumo de sustancias psicóticas y alcohol. En contraste, el Instituto Nacional de Salud Mental (INSM, 2021) afirmó que, en la sierra peruana, dado que la incidencia por abuso de alcohol es alta, la prevalencia de vida de la población rural es de 28.1%, a su vez, la prevalencia de vida por depresión moderada o severa es de 14.6%. De igual forma, la prevalencia de trastornos mentales en Puerto Maldonado es de 25.4%, en Iquitos es del 24.4%, en Tumbes del 23.8%, y en Pucallpa del 21.9%.

A nivel regional, según datos estadísticos del MINSA (2021) una de cada 8 personas (11.8%) en Lima ha padecido un trastorno mental en el 2020. Debido al covid-19, la tasa de ansiedad también se elevó en las personas adultas; 5% en hombres y 8% en mujeres. Remarcando, se encontró que en el 2018 el MINSA reportó un total de 1384 intentos de suicidio, los resultados indicaron que las principales causas fueron la violencia intrafamiliar, los problemas de salud mental (Depresión, Ansiedad, Trastorno Límite de la personalidad, entre otros) y problemas económicos.

Por todo esto, en el Perú, es necesario abordar estudios teóricos o experimentales que profundicen en estas variables transdiagnósticas, con el fin de impulsar la investigación psicológica con un enfoque conductual contextual.

 

Referencias bibliográficas:

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